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El 17 de octubre de 2003, mientras el todavía presidente de Bolivia de ese entonces, Gonzalo Sánchez de Lozada, escapaba del país en un vuelo rumbo a Miami, Carlos Mesa intentaba llegar a la sede del Congreso para su juramentación.
En su calidad de vicepresidente, a Mesa le correspondía tomar el mando ante la renuncia de su predecesor después de semanas de protestas y una masacre que dejó más de 70 muertos y cientos de heridos.
Todavía ardían las fogatas en las barricadas de las ciudades de La Paz y El Alto, y de rato en rato se escuchaban los estallidos de la dinamita de los mineros, mientras el periodista e historiador juraba con la señal de la cruz y recibía la banda presidencial.
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Entre 2001 y 2005, Bolivia tuvo cinco presidentes. Mesa fue uno de ellos y apenas pudo mantenerse en el poder por un año y siete meses dada la convulsión permanente que se vivía en ese país sudamericano.
Pasados 14 años desde que renunció, cercado por protestas sociales y con prácticamente todos los partidos políticos de ese momento en su contra, ahora Mesa quiere una segunda oportunidad.
De hecho, el expresidente se ha convertido en el candidato con más posibilidades de amargarle la jornada electoral del domingo 20 de octubre a Evo Morales.
Lo hace en medio de denuncias y reproches no solo del oficialismo, sino también de los sectores más radicales de la oposición boliviana por presuntas ganancias ilícitas y corrupción.
Antes de la política
Carlos Mesa, quien ahora tiene 66 años, estudió en un tradicional colegió jesuita de La Paz y desde el primer curso entabló amistad con Roberto Melogno.
Desde entonces no han perdido cercanía y hoy el segundo es uno de los asesores que trabaja en la campaña presidencial de su amigo.
Melogno, en conversación con BBC Mundo, recordó que Mesa siempre mostró afición por diferentes temas como la historia, la política, el cine y también el fútbol, "pero no para jugarlo, porque no era muy hábil".
En cambio, se sabía de memoria alineaciones y estadísticas de diferentes equipos bolivianos de muchos años atrás, cuenta el amigo.
Melogno también destaca la influencia de los padres del candidato, quienes eran reconocidos ensayistas que se dedicaban a investigaciones históricas sobre diferentes etapas de su país.
"Las últimas ediciones del libro 'Historia de Bolivia' (que se publicó por primera vez hace 22 años) ya llevan la firma de los tres, Teresa Gisbert, José de Mesa y Carlos de Mesa", añade el amigo del político.
Figura pública
Mesa concluyó el secundario a principios de la década del 70 e hizo estudios universitarios hasta egresar de la carrera de Literatura, Sin embargo, fue adquiriendo relevancia desde los medios de comunicación.
Entre los 80 y 90 se convirtió en figura pública e incluso llegó a fundar un canal de televisión privado junto a su equipo de periodistas.
Es en esa época en la que comienzan a cuestionarle su línea editorial, señalada de simpatizar con medidas "neoliberales" de ese entonces como la privatización de las empresas bolivianas.
En criterio de Sebastián Michel, actual embajador boliviano en Caracas, Mesa se entusiasmó con el discurso reformista y modernizador de esa época y por eso terminó sumándose al proyecto político del exitoso empresario minero y jefe del partido de mayor poder en Bolivia en ese entonces, Gonzalo Sánchez de Lozada.
"Él se enamoró de ese gobierno entre 1993 y 1997 con medidas de ajuste estructural y estabilización económica con alto costo social", indica a BBC Mundo el representante de Evo Morales en Venezuela.
Michel añade que el actual candidato opositor de verdad creyó en las políticas ejecutadas en la década del 90 y que terminaron en la crisis social y económica de principios de siglo en Bolivia.
Por otro lado, también se reconoce que es la etapa más prolífica de Mesa como historiador y periodista, cuando afianza su equipo, obtiene una licencia para tener un canal de televisión y comienza a ganar distinciones nacionales e internacionales por su producción periodística.
Ya convertido en uno de los rostros más reconocidos en los medios de Bolivia, en 2002 acepta la invitación para ser el candidato vicepresidencial del expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
El candidato (parte 1)
El desprestigio de los partidos políticos en Bolivia a principios de siglo era tan elevado que mes tras mes se producían manifestaciones callejeras y bloqueos de caminos con Evo Morales como uno de sus principales protagonistas.
El país atravesaba, además, una severa recesión económica que castigaba a la mayoría de sus ciudadanos y que contrastaba con los múltiples escándalos de corrupción que involucraban a diferentes autoridades nacionales.
En ese contexto es que Mesa, un hombre que no había hecho política partidaria, es el elegido para acompañar a Sánchez de Lozada.
"Lo invitan para luchar contra la corrupción y aceptó ese desafío", señala Melogno a tiempo de destacar la imagen de "hombre íntegro" que simbolizaba su amigo.
Finalmente el binomio logró la victoria con una votación que apenas superó el 22% de la preferencia y con Evo Morales pisándoles los talones de manera inesperada. Ese fue el momento en el que el cocalero se convirtió en líder nacional.
Sin una mayoría clara en el Congreso y con el país en medio de una crisis económica y social, Sánchez de Lozada y Mesa asumieron las primeras magistraturas de Bolivia el 6 de agosto de 2002.
"Octubre Negro"
El nuevo gobierno no duró ni 15 meses.
Los bloqueos de carreteras y protestas aumentaron a medida que crecía el rechazo a un proyecto gubernamental de exportación de las reservas de gas a Estados Unidos en condiciones que se consideraban muy desventajosas para el país.
Después, la violenta represión y muerte de varios campesinos e indígenas puso en pie de guerra a las provincias del altiplano boliviano, que cercaron La Paz a tal punto que la ciudad comenzó a quedarse sin alimentos ni gasolina.
Un día después del llamado "convoy de la muerte", un operativo policial y militar que dejó varios muertos y heridos, Mesa rompió con Sánchez de Lozada y su gabinete, pero anunció que se mantendría en el cargo de vicepresidente.
Aquella decisión fue considerada como toda una traición para la cúpula gubernamental de ese entonces.
Unos días después de la ruptura, el viernes 17 de octubre de 2003, el ingreso de los mineros con dinamitas al corazón de La Paz dio la estocada final al gobierno y precipitó la asunción del historiador y periodista a la presidencia del país.
"En ese mundo tratan de cambiar tus principios, pero Carlos se mantuvo. Nosotros habíamos priorizado el derecho a la vida. Lo que Carlos hizo fue reafirmar las convicciones en las que nos educamos", indica Melogno sobre la ruptura de Mesa con el expresidente Sánchez de Lozada en medio de lo que en Bolivia se recuerda como "Octubre Negro" o "La guerra del gas".
Presidente
Carlos Mesa habla de su paso por palacio de gobierno como una "presidencia sitiada", y así titula el libro de memorias que publicó sobre su experiencia como primer mandatario.
Allí califica ese periodo como "tiempos en que los acontecimientos se precipitaron vertiginosamente".
Gobernó entre octubre de 2003 y mayo de 2005 bajo la amenaza permanente de protestas sociales y con Evo Morales como fiero opositor.
Además, fue incapaz de lograr apoyos significativos en el Congreso, dividido entre los partidos que fueron parte de la coalición de Sánchez de Lozada y la bancada dirigida por Evo.
En su breve mandato, organizó un referendo para definir las políticas nacionales sobre hidrocarburos, pero aquello estuvo lejos de zanjar la principal demanda de ese entonces en Bolivia: nacionalizar las reservas de gas.
Tampoco pudo apaciguar el país cuando anunció la convocatoria a una Asamblea Constituyente.
La controversia sobre qué hacer con los campos de gas se mantuvo hasta el último día de su mandato, cuando el Congreso aprobó su renuncia en una sesión de emergencia fuera de La Paz y cercada por organizaciones sindicales.
Hace años que los representantes del gobierno de Morales no se ahorran las críticas con el mandato de Carlos Mesa, a quien no han dudado en calificar como el último presidente "neoliberal" en la historia de Bolivia.
También lo responsabilizan con frecuencia por las dificultades económicas que atravesó el país mientras él fue presidente.
"Si algo caracterizó al gobierno de Carlos Mesa fueron sus vacilaciones y contradicciones", afirmó el actual ministro de Comunicación, Manuel Canelas.
La autoridad señaló que el opositor "fue un mal presidente y ahora es un mal candidato".
En términos similares habla el embajador Michel, quien afirma que sus indecisiones lo llevaron a desperdiciar la oportunidad histórica que tuvo al llegar a la presidencia.
"Esa es una de las grandes frustraciones políticas que carga", concluye el diplomático.
El candidato (parte 2)
En agosto de 2018, en una reunión con su grupo de amigos y asesores políticos más cercanos, Mesa habló de la posibilidad real de volver a la política.
Su nombre sonó en más de una oportunidad como posible contendor de Morales, pero en esta ocasión era la primera vez que las encuestas lo colocaban como el candidato con más oportunidades de arrebatarle la presidencia al dirigente cocalero.
La oposición boliviana lleva 14 años buscando la manera de ganarle a Morales y el pedido de varios políticos para estos comicios fue (otra vez) construir una candidatura única, algo que nunca se logró en todo ese tiempo.
Mesa, casi de inicio, mostró diferencias con líderes de diferentes regiones, sobre todo con los de Santa Cruz (este), el departamento más poblado de Bolivia.
De hecho, el tercer candidato con mayor respaldo según las encuestas es Óscar Ortiz, político y empresario de esa región, quien ha concentrado buena parte de su campaña en atacar a Mesa.
Carlos Mesa recibió durante todos estos meses cuestionamientos por presunta legitimación de ganancias ilícitas en la época que fue candidato a la vicepresidencia de Sánchez de Lozada.
Óscar Ortiz, al igual que otros políticos de oposición, hizo coro con el gobierno sobre estas acusaciones que el candidato se niega a responder señalando que se tratan de "guerra sucia".
Incluso antiguos miembros del entorno del expresidente Sánchez de Lozada, que no perdonan la "traición" de Mesa de 2003, reaparecieron para asegurar que el político sí recibió dinero a cambio de ser candidato a vicepresidente hace 16 años.
Como nunca se había visto antes, el partido de Evo Morales aprovechó y magnificó los ataques de la derecha más conservadora de Bolivia contra Mesa para desprestigiar a su eventual contrincante.
Algunos opinan que el candidato hace bien en no responder a las acusaciones y otros sostienen que su silencio y vacilaciones ante los ataques fueron el punto débil de su campaña.
Tampoco faltan los que indican que el proyecto de Mesa es una especie de "evismo moderado" y por eso insisten en que los votos contra Evo se deben dirigir al empresario Óscar Ortiz.
Sobre la recta final de las elecciones del domingo, Mesa ha concentrado sus esfuerzos en pedir el "voto útil" a los bolivianos y así unificar a los detractores de Morales a su alrededor.
Solo así será posible que en la siguiente edición de su libro de historia él aparezca como el presidente de Bolivia entre 2020 y 2025.
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