Lima.— La vida de Alan García llegó ayer a un trágico final tras 35 años como protagonista de la política peruana, en la que irrumpió en 1985 como El Caballo loco, el líder que asumió el poder como el presidente más joven de América.
Como gobernante, tras llegar a la presidencia en 1985, vivió dos años de idilio con el pueblo. Con 36 años, se ganó el apodo de El Caballo Loco, al agredir a un ministro, aunque hubo quienes dijeron que el mote le venía bien a quien dirigió los destinos de un Perú económicamente inestable.
Bajo su mandato se produjo la masacre de más de 200 presos en tres cárceles de Lima, en 1986, como respuesta a un motín de presuntos terroristas.
En 1992 fue protagonista de una fuga legendaria. Acusado de enriquecimiento ilícito y de haber ordenado una matanza de presos por terrorismo, Alan eludió a sus perseguidores saltando desde su casa a la de un vecino y escondiéndose, para luego refugiarse en la embajada de Colombia en Lima.
Luego, partió al exilio, primero a Colombia y luego a Francia, donde permaneció hasta que en 2001 la Corte Suprema de Perú declaró prescritos aquellos delitos. Luego vino el exilio y el retorno al país. En 2006 volvió a presentarse y se impuso en la segunda vuelta al izquierdista Ollanta Humala.
La nueva gestión (2006- 2011) fue exitosa en lo económico. En 2016, al postularse a un tercer mandato, García no superó 5% de los votos, lo que le llevó a renunciar a sus cargos en el Partido Aprista Peruano y mudarse a España, donde residía hasta que quedó impedido para salir de Perú por orden de la justicia, a la que ayer decidió eludir de un disparo.