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A pesar de que muchos venezolanos quieren dejar su país, no todos pueden hacerlo. Algunos lo logran y otros se resignan a quedarse. La crisis de Venezuela ha provocado que sus habitantes busquen mejores condiciones de vida, pero la misma situación del país los limita.
“Hay personas que se quedan porque no tienen cómo salir o simplemente deciden sobrellevar esto [la crisis económica y política del país] y sobrevivir. [Los que se quedan] son personas mayores o quienes tienen hijos pequeños. Pienso que [la situación] es muy difícil, frustrante y genera mucha desazón. Tanto irse como quedarse es difícil”, cuenta Argenis Montilla, un joven estudiante que vive en Puerto Ordaz, Venezuela.
La crisis política y económica que enfrenta el país, la falta de insumos alimenticios, el encarecimiento de la canasta básica, el desabasto de medicinas y los bajos salarios frente a la inflación han llevado al exilio a millones de venezolanos, de los cuales, alrededor de un millón se han instalado en Colombia, de acuerdo con datos ofrecidos por las autoridades migratorias de ese país, al que 35 mil migrantes cruzan cada día, muchos en busca de bienes de primera necesidad y otros para emigrar de forma definitiva.
La ciudad en la que reside Argenis forma parte del estado Bolívar, fronterizo con Brasil. “Mucha gente del país se está saliendo por esa zona, hacia Manaos o hacia Boa Vista, ciudades que están muy cerca del sur del estado, y de ahí toman otros caminos a otras partes de Sudamérica”, cuenta Argenis.
A pesar de lo difícil que resulta calcular cuántas personas dejan diariamente Venezuela, recuerda que a partir de 2013 aumentó la diáspora. Y desde 2017 hasta ahora ha visto el mayor movimiento de migrantes que salen del país.
Para él, la inseguridad también es un factor que ha orillado a sus compatriotas a migrar, ya que después de las ocho de la noche “parece [que hay] toque de queda”.
Él finalmente se irá del país bolivariano: “Inconscientemente sabes que quedarte es pasmar tu futuro”. Decidió salir a principios de este año y viajará a Argentina con un familiar que reside allá.
Sin embargo, no descarta la posibilidad de regresar a su nación si “en algún momento Venezuela vuelve a vivir en una democracia plena y la situación mejora. También sé que sí con los años uno se establece en un país, se amolda a él, adquiere sus costumbres y hace su vida en ese lugar, es complicado dejarlo”.
Igualmente deseoso por irse, pero sin la posibilidad de realizarlo, vive Andrés, quien por motivos de seguridad pidió no revelar su nombre real.
“Mi familia, mi mamá más que nadie, quiere que siga estudiando, no quiere que me vaya del país sin un título universitario. Me gradué hace dos años del bachillerato, apenas voy por el segundo semestre de Comunicación y siento que me falta mucho tiempo para terminar. Eso hace que mis ganas de seguir en Caracas disminuyan”, cuenta.
Andrés espera salir del país antes de que termine el año, pero tiene complicaciones económicas para lograrlo.
Narra que en Venezuela hay personas que pueden pasar todo el día sin haber comido y que “cuando la comida llega a un establecimiento a precio ‘moderado’ se forman largas filas en las cuales pierdes hasta todo un día. La comida que [se puede] conseguir un poco más fácil la adquieres a un costo muy elevado”.
De las personas que conoce que han migrado, únicamente una amiga cercana volvió después de un mes por la soledad que le implicó dejar su país. Al resto les fue mejor que si se hubieran quedado en Venezuela.
El joven venezolano considera que la ineficiencia de valores, ética y moral, sin dejar a un lado al gobierno —al cual califica como “corrupto”—, son las causas de lo que acontece actualmente en su país: “Claro que hay muchas personas que conservan el gran corazón de un venezolano, pero así como hay de esas, encontramos también de los que no tienen algo para aportar bueno al país, un gran ejemplo es el gobierno”.
Sobre el futuro que le espera al permanecer en Venezuela, en vez de emigrar, dice que “acá todo es muy radical, hoy podemos estar algo cómodos con las pequeñas cosas que tenemos, pero mañana puede que no tengamos nada. Tú aquí tienes que vivir semana por semana como un [comienzo] nuevo. Todo cambia casi a diario y te tienes que estar adaptando a la situación”.