E l conflicto que comenzó en Yemen en 2011 y que puso fin a 33 años de gobierno de Alí Abdulah Saleh cumplió el mes pasado ocho años. Los mismos que tiene Sameer, un pequeño que logró escapar de los combates en el distrito de Al-Duraihimi con su padre y su madre, y se refugió en casa de su abuelo.
Pero tampoco ahí estuvo a salvo. En un país donde la guerra no termina y donde según Naciones Unidas unas 13 millones de personas podrían sufrir inanición, Sameer resultó gravemente herido durante un ataque aéreo cerca de la granja donde vivía, en octubre de 2018. Su padre salió corriendo y llamó a una ambulancia.
“[Vinieron] los aviones. Un cohete pasó sobre mí. Luego lo escuché ¡Bum!, estaba asustado”, dice Sameer en un video grabado por Save The Children, que lo contactó en noviembre de 2018, pagó por su operación y le está ayudando con la recuperación. El pequeño tenía pedazos de metralla en la cabeza y en el brazo. Lo operaron en un hospital en Saná, la capital yemení. Su brazo aún está paralizado.
Según Save the Children, tan sólo en la localidad de Hodeida hay 150 mil niños atrapados en el conflicto que se agravó tras la intervención militar de Arabia Saudita, en 2015, para restablecer el gobierno del presidente Abdrabbo Mansur Hadi, desalojado del poder por los hutíes. Cuando se le preguntó a Sameer qué les pediría a las partes en conflicto, el pequeño, desde su cama de hospital, no dudó un instante: “Les diría que paren, que paren la guerra, para que pueda estudiar”.