Más de dos años después de las elecciones presidenciales de mayo de 2018, Venezuela regresa a las urnas para unos comicios en los que de nuevo no participa la oposición mayoritaria y que por tanto se espera que consoliden el poder político del chavismo.
La oposición no se presentó en 2018 por considerar fraudulentas las elecciones y ese fue el punto de partida para que luego Juan Guaidó se proclamara presidente interino como líder de la Asamblea Nacional (AN) y se agravara así la crisis política que sufre el país desde hace años.
En un clima de distensión de las medidas para contener la pandemia y con una dolarización de facto cada vez más rampante como consecuencia de la hiperinflación, Venezuela está llamada este domingo a renovar el poder legislativo, el único del Estado que controlaba la oposición.
El triunfo en 2015, quizás el más importante de una oposición entonces unida, provocó que el oficialismo cerrará vías electorales, sobre todo impidiendo el referendo revocatorio de 2016 y limitando las condiciones a partidos y líderes opositores, que ante la falta de garantías llamaron a la abstención tanto en 2018 como ahora.
El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), cercano al Ejecutivo de Nicolás Maduro, consideró que la Asamblea Nacional estaba en desacato y cercenó todo su poder de control y de legislación.
En 2017, tras meses de protestas en las calles, el oficialismo creó una Asamblea Nacional Constituyente que legisló a su favor, pero que finalmente desechó el objetivo inicial de redactar una nueva Constitución.
Ahora se acabará esa duplicación parlamentaria y el chavismo podrá profundizar en su apertura económica en busca de ingresos que amainen la severa crisis económica.
Y lo hará a través de la Asamblea Nacional, donde se espera que este domingo logre al menos dos tercios del ampliado hemiciclo.
Sin embargo, las elecciones de este domingo, como las presidenciales de 2018, no son reconocidas por Estados Unidos ni la Unión Europea porque aseguran que no se dan condiciones justas. La presión sobre el gobierno de Maduro, por lo tanto, continuará.
En el otro lado, Guaidó dejará de ser líder del Parlamento cuando el 5 de enero de 2021 asuma la nueva Asamblea. Fue ese puesto lo que le permitió proclamarse presidente interino y contar con el apoyo de decenas de países, por lo que ahora se abrirá un nuevo escenario dentro de sus filas.
Las elecciones de este domingo difícilmente resuelven este bloqueo político, que tiene consecuencias económicas en un país que ha perdido tres cuartas partes de su Producto Interno Bruto (PIB) desde 2013 y que atraviesa la tercera hiperinflación más larga de la historia en el mundo, según los datos de Ecoanalítica.
Pero entonces, ¿qué ganan y pierden ambos bandos?
El chavismo asegura que volver a controlar la Asamblea, como se espera que suceda porque compite con una oposición con menor peso que la que encabeza por ahora Guaidó, será clave para una recuperación económica que no termina de llegar.
Pero lo cierto es que con la Constituyente ya legisló como quiso y que hacerlo desde la AN no va a convencer a los países que no consideran legítimas las autoridades del chavismo y que mantienen bloqueado su acceso a los mercados internacionales de financiación y de comercio petrolero.
"No va a haber nada distinto a lo que ya tiene", dice a BBC Mundo el analista Luis Vicente León, director de la consultora Datanálisis. "La actual Asamblea no promulgó una ley ni hizo ninguna auditoría. Todo se lo tumbó el TSJ", recuerda.
Maduro y los candidatos chavistas insisten en que sí se enfrentan este domingo a la oposición.
Y de hecho a los comicios concurre una serie de partidos pequeños entre los que hay gente próxima al gobierno y opositores reales que creen en el voto como mecanismo de lucha y que aspiran a tener cierta influencia e incluso a aprovechar el descontento social que hay con el oficialismo.
Una muestra de la seguridad con la que se enfrenta a los comicios la da el presidente Maduro, quien se atreve a atribuirles un carácter plebiscitario. "Si vuelve a ganar la oposición, yo me voy de la presidencia", repitió durante la campaña en alusión a la derrota que sufrió en 2015.
No parece que eso vaya a suceder. Queda por ver cuántos diputados logran los partidos que no forman parte de la coalición chavista. Una casi total hegemonía roja en el hemiciclo repetiría lo visto en la Constituyente y eso puede transmitir un mensaje negativo incluso a aliados como Rusia.
El gobierno busca ganar sustento legal para ahondar en la Ley Antibloqueo que aprobó la Constituyente y que promueve la apertura económica y la atracción de capital extranjero de países aliados (Rusia, China, Turquía e Irán).
Porque el gran objetivo es conseguir ingresos para una economía con una industria petrolera anémica y golpeada además por las sanciones.
"No se queden por fuera", pide Maduro a las transnacionales, a las que quiere atraer a un país con una "capacidad asombrosa de recuperación".
Pero a la espera de qué suceda cuando Joe Biden asuma el 20 de enero como presidente de Estados Unidos en lugar del beligerante Donald Trump, el chavismo no va a lograr en las elecciones la legitimidad internacional necesaria para buscar estabilidad e ingresos.
"A Maduro le va a ocurrir exactamente lo que ocurrió el 20 de mayo de 2018 (fecha de las presidenciales): no lo van a reconocer ni tendrá legitimidad ese Parlamento", afirma Guaidó, que llama a no votar este domingo.
El chavismo, por lo tanto, reforzará su poder político, pero seguirá gobernando con muchas dificultades mientras no haya cambios que amplíen la democracia en el país.
"Van a ser dueños y señores del país, pero de un país destruido", dice a BBC Mundo el opositor Stalin González, que está a punto de dejar de ser diputado de la Asamblea.
"Las elecciones le sirven a lo interno, pero no al país", agrega.
Los comicios permitirán también definir cuotas de poder dentro del oficialismo, cuyas disensiones son más discretas que las de la oposición.
Dos hombres fuertes como Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez se presentan a diputado y es posible que entre ellos se dirima la presidencia del Parlamento.
Como en 2005, la oposición mayoritaria apuesta por la abstención y no participa en las legislativas, lo que le dará todo el poder al chavismo.
En aquel entonces, un Parlamento sin contrapesos promulgó leyes que consolidaron las políticas socialistas de Hugo Chávez, al que le dio también el control de poderes públicos como el Tribunal Supremo y el Consejo Nacional Electoral.
El supuesto fraude de Chávez en el revocatorio de 2004 dio paso a una estrategia de abstención que luego fue abandonada para las presidenciales de 2006, también ganadas por Chávez.
"La oposición se dio cuenta de aquel error", recuerda González.
En 2007, la oposición obtuvo un gran triunfo al tumbar el intento de reforma constitucional de Chávez. En las legislativas de 2010, la oposición logró más votos pero menos diputados que el chavismo; y en las presidenciales de 2012 y 2013, Henrique Capriles presentó batalla ante Chávez y sobre todo a Maduro, quien ganó por un muy estrecho margen.
Luego llegó el éxito de 2015, cuando lograron mayoría en la Asamblea Nacional.
Pero ahora la oposición mayoritaria denuncia la falta de condiciones justas y por ello se mantiene lejos de las urnas desde 2018.
Capriles y González lideraron, sin embargo, un intento por lograr condiciones justas para participar en estas legislativas con ayuda de la Unión Europea.
Al final, el gobierno, que quería que la presencia de Capriles diera más legitimidad a los comicios e incluso liberó a decenas de presos, declinó aplazarlas. La UE entonces rechazó ser observador y el excandidato presidencial se retiró.
Pero a partir del lunes Capriles puede dar continuidad a esa estrategia de buscar espacios y desafiar así a Guaidó, que la próxima semana promueve una consulta popular que le refuerce en el plan de la llamada "continuidad administrativa" de la AN, cuyo mandato expira el 5 de enero.
"Ahora a Guaidó le toca su despedida del escenario político internacional", le lanzó este jueves Maduro.
De nuevo la oposición volverá a enfrentar distintas estrategias una vez que el desafío de Guaidó no concretó el objetivo de "cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres".
El liderazgo y la unidad volverán a estar en entredicho. Por un lado estará Capriles, por otro Guaidó y hasta el mediático Leopoldo López, ahora en España. Sin olvidar el ala más radical ni a la oposición que esté en el Parlamento, que también reclamará voz.
Pero todo esto no significa que la oposición pierda todo su poder. Sobre todo porque el gobierno puede necesitar ceder espacios y negociar para lograr oxígeno financiero.
"La situación económica ahora y en 2005 no es la misma", compara el aun diputado Stalin González.
Guaidó y Capriles, entre otros, pueden buscar ciertos alivios económicos con la comunidad internacional a cambio de condiciones democráticas y de un cronograma electoral que permita medirse a ambas partes en condiciones de mayor igualdad en un futuro próximo.
La Constitución prevé, por ejemplo, un referendo revocatorio al presidente a mitad de mandato. En este caso sería en 2022.
El reto opositor volverá a ser conectar con su gente, decepcionada tras la ilusión que supuso la irrupción de Guaidó como presidente de un Parlamento que con las elecciones de este domingo cambian de color, algo que por sí mismo difícilmente alterará el bloqueo político del país.
Ahora puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.