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La invasión rusa a Ucrania ha partido en dos el mapa geopolítico del mundo.
Como si fuera un juego de ajedrez, las dos fuerzas involucradas en el conflicto bélico mueven sus fichas cautelosamente con el fin de reunir la mayor cantidad de apoyos posible.
En esta compleja ecuación, América Latina no ha sido la excepción y ha despertado el interés tanto de Moscú como de Kiev.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, se ha reunido virtualmente con algunos mandatarios de la región, entre ellos, el líder chileno, Gabriel Boric, con quien el 21 de marzo discutió la posibilidad de lograr una "mayor consolidación" del apoyo latinoamericano a su país.
En ese esfuerzo, este martes el líder ucraniano hablará ante el Congreso chileno, en lo que será su primera intervención ante un parlamento latinoamericano.
En julio de 2022 se celebró en Kiev el único encuentro en persona de Zelensky con un presidente latinoamericano al reunirse con su homólogo guatemalteco Alejandro Giammattei.
Vladimir Putin, por su parte, ha continuado estrechando sus lazos con antiguos aliados, como Venezuela, Nicaragua o Cuba, y ha lanzado una campaña comunicacional a su favor a través de medios estatales con presencia en distintos países de la región.
A pesar de estos esfuerzos, el respaldo de la mayoría de las naciones latinoamericanas a Rusia o Ucrania ha sido, a lo menos, ambigua. De hecho, expertos en relaciones internacionales la han descrito como "neutral", recordando su largo historial de "no alineamiento" en los conflictos de las grandes potencias.
Aún así, hay que reconocer que ha habido algunas señales importantes a favor de Kiev.
En febrero pasado, la mayor parte de la región votó a favor de la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas que pedía el cese de las hostilidades y exigía que Rusia "retirara inmediata, completa e incondicionalmente sus fuerzas militares del territorio de Ucrania".
Sin embargo, hasta el momento ningún país de América Latina ha ido más allá de las declaraciones diplomáticas.
Un ejemplo de ello es su negativa a enviar armas a Ucrania, a pesar de las presiones de Estados Unidos y Alemania. Incluso, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ofreció reemplazar el armamento militar de los países latinoamericanos (fabricado en Rusia) por uno superior estadounidense.
Pero la propuesta no ha tenido éxito.
"Aunque terminen como chatarra en Colombia, no entregaremos armas rusas para que se las lleven a Ucrania para prolongar una guerra", respondió el presidente de Colombia, Gustavo Petro. "No estamos con ningún lado. Estamos por la paz", agregó.
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Una respuesta similar dieron otros mandatarios, como el de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y de Argentina, Alberto Fernández, en una decisión que ha sido interpretada por Moscú como un guiño de la región a su país.
Por otra parte, a pesar de que Zelensky ha hecho un llamado a América Latina a introducir sanciones en contra de Rusia, la gran mayoría no lo ha hecho.
¿Qué hay detrás de esta supuesta "neutralidad"? Y ¿qué está en juego para los diversos países latinoamericanos a la hora de apoyar a Rusia o Ucrania en el conflicto? Aquí te presentamos 4 elementos clave que responden a estas preguntas.
1. El poder de China
La visita del presidente chino, Xi Jinping, a Moscú el 20 de marzo pasado fue vista por el mundo como una clara señal de apoyo a Rusia en momentos en que el Kremlin se encuentra bajo una intensa presión internacional.
Desde que comenzó la guerra, la relación de Rusia con China ha sido fundamental para resistir esa presión.
Pekín ha absorbido gran parte de las exportaciones de hidrocarburos rusos, suavizando de esta forma el impacto de las sanciones occidentales sobre la economía del país euroasiático y, según Estados Unidos, Xi Jinping sopesa ahora la posibilidad de enviar armas y munición a Rusia, algo que el gobierno chino niega rotundamente.
Aunque Xi Jinping hace esfuerzos por posicionarse como un facilitador de la paz -más que como un fuerte aliado a Putin-, lo cierto es que sus amistosas señales hacia el Kremlin han puesto en alerta al mundo, incluida América Latina, que actualmente tiene estrechas relaciones comerciales con China.
Solo en los últimos 20 años -entre 2000 y 2020-, el comercio entre la región y China se multiplicó por 26, pasando de 12 mil millones de dólares a 310 mil millones de dólares, según cifras de las Naciones Unidas.
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Para varios países de Sudamérica -como Chile, Perú, Colombia, Brasil y Argentina- China es hoy un socio imprescindible al cual se dirigen gran parte de sus exportaciones, como los minerales (entre ellos, el cobre) o alimentos (como la soja).
Por lo mismo, los expertos consultados por BBC Mundo, coinciden en que la amistad de Xi Jinping con Putin debe ser seguida de cerca por las naciones latinoamericanas.
"Dado la influencia que China tiene en términos económicos en América Latina, y especialmente en Sudamérica, deben tener en cuenta esta situación y pensar en la manera en que les podría afectar el apoyo a uno u otro país", dice Margaret Myer, directora del departamento de Asia & América Latina en el centro de estudios Diálogo Interamericano.
"Creo que es parte de las razones que explican por qué Brasil no ha criticado fuertemente lo que está pasando con la guerra en Ucrania", agrega.
Para Pamela Aróstica, directora de la "Red China y América Latina: Enfoques Multidisciplinarios (Redcaem)", desde la región no se puede obviar que la invasión rusa a Ucrania está pasando en un contexto de guerra comercial entre Estados Unidos y China que, a su juicio, es "mucho más profunda".
"Ellos están en una competencia por quién será la superpotencia en los próximos años. Y por eso para China es tan importante el tener un bloque oriental. Necesita aliados del calibre de países como Rusia y de regiones completas como América Latina", afirma.
La doctora en Ciencias Políticas agrega que "el tiempo de las sutilezas ya pasó, ahora es mucho más frontal. ¿Somos amigos o no? ¿Están conmigo o no?... Por eso muchos países latinoamericanos han mantenido una actitud ambivalente por temor a las consecuencias".
Aróstica dice que también se debe tener presente la crisis económica que golpea a muchas naciones latinoamericanas y el rol de China como una fuente de préstamos.
"Los países tienen que sopesar hacer enojar a China y las implicancias que eso puede tener al momento de querer acceder, por ejemplo, a un préstamo".
Una mirada similar tiene John Griffiths, Jefe de Estudios de Seguridad y Defensa de la Fundación AthenaLab, un centro de estudios chileno orientado a Asuntos Internacionales, Seguridad y Defensa.
"En el ámbito estratégico, todo país latinoamericano debe considerar su relación con China para llevar adelante su política de relaciones exteriores. Y existen algunos intereses que han hecho que varias naciones en la región no reprueben con más énfasis la agresión de Rusia a Ucrania", indica.
2. Relación comercial y política con Rusia
Si bien los lazos comerciales directos entre Rusia y América Latina no son tan extendidos -representa, por ejemplo, solo el 0.6% de las exportaciones de la región-, sí existen algunos países y sectores que pueden sufrir un impacto mayor en caso de romper relaciones con Moscú.
La mantequilla, los salmones, el queso y frutas como la manzana, el plátano y la pera, que son producidos en lugares como Paraguay, Chile, Argentina, Ecuador, Brasil y Colombia, tienen a Rusia como uno de sus principales destinos.
En cuanto a las importaciones, si bien Moscú también tiene una baja participación general en el continente, envía algunos productos estratégicos para la producción. Es el caso de los fertilizantes que para productores agrícolas como Argentina y Brasil son clave.
El año pasado, de hecho, Putin le aseguró al entonces mandatario brasileño Jair Bolsonaro que Rusia estaba "comprometida" con garantizar el "suministro ininterrumpido" de fertilizantes.
Brasil importa más del 80% de fertilizantes que utiliza y Rusia es su principal proveedor.
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Rusia también es un "importante proveedor de ciertos insumos clave en la producción de convertidores catalíticos y semiconductores", por lo que la escasez podría ejercer más presión sobre el sector automotor de la región, que ya enfrenta limitaciones de suministro.
Pero más allá de lo estrictamente económico y comercial, lo cierto es que Rusia también tiene relaciones políticas de larga data en la región que no son fáciles de quebrar.
Un grupo pequeño pero relevante de países latinoamericanos ha mostrado su simpatía directa y abierta con la posición de Rusia en el conflicto. Venezuela es uno de ellos, ya que tiene en Rusia a uno de sus pilares centrales de apoyo político y militar. Cuba, Nicaragua y Bolivia también han manifestado su respaldo a Putin por oposición también a Estados Unidos.
Por otra parte, es importante destacar que la guerra en Ucrania coincide con la llegada de una nueva ola de presidentes de izquierda en América Latina, apoyados por coaliciones que históricamente han tenido afinidad con la entonces Unión Soviética.
Desde 2018, la presidencia de México, Argentina, Bolivia, Perú, Honduras, Chile, Colombia y Brasil ha sido ocupada por estos líderes.
"Muchos de ellos han estado alineados históricamente con Rusia. Entonces no es tan fácil para los gobiernos decir que están a favor de Ucrania", explica Pamela Aróstica.
Por su parte, el académico experto en temas latinoamericanos de la Universidad Ca' Foscari Venecia, Luis Beneduzi, le dice a BBC Mundo que "para muchos líderes estar con Ucrania es estar con Estados Unidos".
"Es muy importante la historia del imperialismo estadounidense a la hora de pensar en la reacción de estos países que hoy están viviendo un cambio progresista", añade.
El caso de Gabriel Boric, en Chile, es quizás el que rompe la regla, pues desde un principio ha sido tajante en condenar a Putin por la invasión. Pero, según los expertos consultados por BBC Mundo, el resto ha dado señales de apoyo débiles.
Lula da Silva, por ejemplo, se está ofreciendo ahora como mediador de paz. Sin embargo, de acuerdo con analistas internacionales, su postura podría terminar favoreciendo a Moscú.
"Es probable que los intentos de mediación favorezcan a Rusia. Ucrania necesita luchar para liberar a sus ciudadanos. Moscú puede aceptar un alto el fuego para 'congelar' la línea del frente y mantener el control de los territorios ocupados, mientras espera para ganar suficiente fuerza y confianza para seguir adelante", le dijo Keir Giles, asesor principal del Programa de Rusia y Eurasia en Chatam House, a BBC Brasil.
Así, por más que muchos se empeñen en llamar a América Latina el "patio trasero" de Estados Unidos, lo cierto es que la multiplicidad de posiciones de estas naciones frente a la invasión rusa a Ucrania deja ver que Moscú aún despierta simpatía en el continente.
3. Lazos con Estados Unidos y Occidente
Pero para América Latina no es tan fácil darle la espalda a Ucrania, apoyada fuertemente por Estados Unidos y Occidente.
Hay lazos comerciales, políticos y militares con estos bloques que son profundos y de larga data.
En términos comerciales, por ejemplo, el 42% de las exportaciones totales de la región (que equivale al 8.5% del PIB regional) es destinado a Estados Unidos, superando incluso a China.
Mientras que, según la Cepal, la Unión Europea atrae el 9% de las exportaciones, y solo en 2022 aumentó en un 26% con respecto al año anterior.
Los principales socios comerciales de Estados Unidos son México, Brasil, Chile, Colombia y Perú.
México es especialmente importante en este escenario pues al compartir una frontera de más de 3 mil kilómetros con Estados Unidos tiene una vinculación que se extiende mucho más allá de las relaciones diplomáticas y oficiales.
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No solo son socios comerciales estratégicos -según el departamento de Estado de Estados Unidos, en 2021 el comercio de bienes y servicios entre ambos países superó los 720 mil millones de dólares, convirtiendo a México en el segundo socio comercial más grande de Estados Unidos- sino que también tienen que lidiar con temas tan complejos como la migración y la cooperación en Seguridad.
Aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no ha cedido ante las presiones de Ucrania de imponer sanciones económicas y políticas a Rusia -y tampoco ha querido enviar armas a Kiev- sí votó a favor de la resolución de la ONU que pedía a Rusia terminar con la hostilidad hacia Ucrania en febrero pasado.
De esta forma, AMLO ha hecho malabares para intentar mantenerse lo más neutral posible, argumentando que su país está por la "paz y el diálogo".
Por otro lado, un elemento importante que varios países de América Latina tienen que tener en cuenta a la hora de analizar su apoyo a Ucrania es su fuerte relación desde el punto de vista militar con Occidente.
Así lo explica a BBC Mundo la cientista política y experta en relaciones internacionalesPaulina Astroza.
"Hay una parte importante de los países latinoamericanos que van a acompañar siempre a Estados Unidos por un tema de seguridad. Es el caso de Colombia o de muchos países de Centroamérica que dependen militarmente de Estados Unidos", dice.
Una opinión similar tiene John Griffiths.
"La Fuerza Aérea de Chile, por ejemplo, depende de su alianza con Estados Unidos, de su flota de Cazas F16. La Armada chilena también es altamente dependiente de Occidente, y el Ejército tiene la flota acorazada, que es alemana. En Perú, Brasil y Colombia es más o menos parecido. Colombia tiene una relación de décadas con Estados Unidos y no porque hoy exista un gobierno ideológicamente de izquierda eso ha desaparecido", afirma.
Los expertos consultados por BBC Mundo coinciden en que, a pesar del fuerte lazo que varias naciones latinoamericanas tienen con Occidente, Ucrania y los líderes que lo apoyan -como Joe Biden- siguen a la espera de una señal de respaldo más grande por parte de la región.
Y esa presión -agregan- solo seguirá en aumento en la medida que la guerra no termine.
4. Respaldo interno
Hay otro elemento importante que los países de América Latina deben evaluar a la hora de apoyar a Rusia o Ucrania: qué piensan sus propios ciudadanos respecto a la guerra.
En este punto, es clave tener en cuenta que para muchos latinoamericanos este es un conflicto lejano, explica Juan Pablo Toro, miembro del Royal United Service Institute (RUSI), una institución con sede en el Reino Unido que reúne a expertos en defensa y seguridad.
"Dada la crisis de seguridad en América Latina, la gente se pregunta por qué ellos se van a ir a meter a una guerra a miles de kilómetros de distancia si ellos no pueden salir a la calle porque están los narcos. En temas de seguridad, la prioridad parte por la interna", señala.
Así, explica, hay más incentivos para adoptar una posición neutra frente al conflicto.
"Decirle a la gente que aquí lo que está en juego es la legalidad, la soberanía y un sistema internacional basado en reglas es muy difícil. Porque además nadie sabe lo que va a pasar y al final apoyar a Ucrania es comprarse a un enemigo que, además, es amigo de China", indica.
Por otra parte, los gobiernos latinoamericanos -muchos de ellos de izquierda- han recibido presiones de sus propias coaliciones políticas.
Es el caso de Boric, quien llegó al poder de la mano del Partido Comunista (PC) chileno. Al momento de la invasión, en febrero de 2022, este partido condenó a Rusia pero también a Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) por sus "afanes expansionistas" que, dijeron, "abrían peligro de guerra".
Además, se opusieron a que el líder ucraniano expusiera ante el parlamento chileno, generándole un problema interno a Boric.
"La decisión de Boric de apoyar tan tajantemente a Ucrania le ha generado costos y bullying de parte de su propia coalición", afirma Paz Zárate, abogada chilena especialista en derecho internacional público.
"Boric ha tomado un compromiso personal con los derechos humanos, sin importar el país. Tal vez él no sienta, como sí lo sienten otros presidentes latinoamericanos, una identificación con el tiempo soviético", añade.
A más de un año de la invasión rusa en Ucrania, analistas internacionales coinciden en que cada día habrá más presión para que los países latinoamericanos tomen una posición definitiva con respecto a la guerra.
Aunque la neutralidad puede ser un buen aliado para varias naciones en la región, las grandes potencias están ansiosas de exhibir sus respaldos en un mundo cada vez más polarizado y que a ratos recuerda a la Guerra Fría.
vare/mcc