Para la mayoría, un beso es un gesto simple y amoroso, pero para Caroline Cray Quinn, de 25 años, originaria de Boston, Massachusetts, podría ser mortal. Caroline sufre del síndrome de activación mastocitaria (SAM), una enfermedad poco común que la hace extremadamente sensible a diversos estímulos como alimentos, fragancias y otros factores ambientales.
Diagnosticada con esta condición en 2017, después de años enfrentando severas alergias alimentarias, Caroline ha tenido que ajustar su vida a una realidad donde incluso la comida se reduce a solo dos elementos seguros: avena y una fórmula nutricional especial. Ingerir cualquier otro alimento podría desencadenar una reacción alérgica fatal.
Este trastorno también complica su interacción social, especialmente en lo que respecta a relaciones románticas. "Para que alguien me bese, debe abstenerse de comer tres horas antes y evitar mis seis alérgenos anafilácticos principales (maní, nueces, sésamo, mostaza, mariscos o kiwi) durante 24 horas antes del beso", explica Caroline al diario británico Daily Mail.
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A pesar de estas precauciones, ha experimentado reacciones leves en ocasiones. “Me pica la boca, me pican los labios y la lengua, y tan pronto como siento eso, me detengo inmediatamente y les hago saber que me siento reactiva”, añade.
Caroline no solo maneja su condición con rigurosas reglas, sino que también busca vivir plenamente, rehusándose a ser definida por su enfermedad. Comparte su vida diaria en redes sociales, incluyendo sus comidas, rutinas y momentos con su novio, quien respeta y sigue sus protocolos de seguridad.
A pesar de las limitaciones, como su alergia a los perros y gatos y el riesgo que representa incluso un simple paseo por la playa, Caroline mantiene una actitud positiva. “Podría estar tumbada en la playa tomando el sol y de repente aparecer un perro y lamerme la cara, pero no voy a dejar de ir a la playa solo porque tenga miedo del peor escenario”, dice convencida.
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El SAM es una patología en la que los mastocitos del sistema inmunológico se activan excesivamente, liberando sustancias que causan síntomas en la piel, digestivos, respiratorios, cardiovasculares y neurológicos.
Su diagnóstico es complicado, generalmente requiere la intervención de especialistas y pruebas específicas como análisis de sangre y biopsias. Aunque no hay cura, el tratamiento se enfoca en manejar los síntomas y prevenir las crisis con antihistamínicos, estabilizadores de mastocitos, corticosteroides y, en casos severos, inmunoglobulina.
Caroline y muchos otros con SAM enfrentan desafíos significativos, pero con adecuada atención médica y estrategias de manejo, pueden aspirar a una vida activa y plena.
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