En un supermercado de Ciudad de México, Brigitte observa detenidamente los artículos en la sección de productos dietéticos antes de decidirse por una de las opciones de barritas energéticas.
"Estas nuevas etiquetas son informativas, muy buenas, pero la verdad… es que son aterradoras", dice riendo mientras señala unos grandes octógonos negros impresos en los envases.
Esta imagen en los alimentos y bebidas a la venta en México responde al nuevo etiquetado que entró en vigor oficialmente este jueves, 1 de octubre, y que debe advertir claramente del exceso de calorías, azúcares, sodio y grasas.
El gobierno pretende lograr así que los mexicanos cuenten con la información necesaria para hacer compras más saludables y, a la vez, que las empresas reformulen la elaboración de sus productos para evitar tener que incluirles estos antiestéticos sellos.
La iniciativa no es nueva en América Latina. México se inspiró en la experiencia de Chile, que desde 2016 utiliza un etiquetado similar. Perú lo adoptó el año pasado y Uruguay se encuentra en fase de implementación.
Pero, probablemente, en México haya aún mayor expectativa ante sus posibles resultados para ayudar a modificar décadas de mala alimentación en el país, la cual ha sido calificada por las autoridades repetidamente como un verdadero problema para la salud pública.
La iniciativa, sin embargo, causó polémica entre muchas empresas productoras de bebidas y alimentos procesados. Consideran que el etiquetado podría perjudicar a su actividad y también al consumidor, que creen va a recibir menos información nutricional y más confusa que la que obtenían hasta ahora.
Tras estos cambios respecto a la normativa de Chile, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) calificó el nuevo etiquetado mexicano como el mejor modelo que existe en la actualidad.
"Ha alcanzado el nivel de excelencia más alto que hoy tenemos, México se ha vuelto un ejemplo para el mundo en esta materia", aseguró este jueves en conferencia virtual el asesor regional en Nutrición de la OPS, Fabio da Silva Gomes.
El gobierno mexicano tiene grandes expectativas y pronostica que el etiquetado logrará importantes resultados para mejorar la salud.
"Esperamos que con una buena campaña de educación y publicidad sobre este etiquetado, logremos reducir el consumo diario por persona en unas 37 calorías", prevé Simón Barquera, director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del INSP.
Según uno de los estudios de este centro, esto permitiría "un ahorro de US$1.800 millones en costos de atención médica en cinco años si el efecto se sostiene, y prevenir que 1,3 millones de personas dejen de tener obesidad", le dice el experto a BBC Mundo.
México basa sus predicciones en los resultados obtenidos por Chile, cuyo Ministerio de Salud presentó en 2019 algunos logros a tres años de la puesta en marcha de su etiquetado.
Si bien reconoció que aún debe transcurrir más tiempo para hacer evaluaciones sobre el impacto que tuvo en la obesidad de la población, sí que identificó cambios en sus hábitos de consumo.
Entre otros, se detectó una disminución del 25% en la compra de bebidas azucaradas, del 17% en postres envasados y del 14% en cereales para desayuno.
Además, identificó en promedio una reducción del 25% de azúcares en la composición de las categorías de alimentos estudiadas.
Barquera asegura que esta reformulación de los productos ya se ha visto en México incluso antes de que el nuevo etiquetado entrara en vigor oficialmente, para así evitar que se les identificara con los nuevos sellos negros.
"Ya hemos visto cereales de caja, que son muy altos en sal y la gente no lo sabe, que ya se la quitaron. En unas semanas logramos que las empresas hicieran lo que debían hace diez años", afirma.
Muchas empresas, sin embargo, aseguran que su responsabilidad con la reformulación hacia productos más saludables viene de antes.
La Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (Anprac), por ejemplo, se comprometió a reducir entre 2018 y 2024 un 20% de calorías en sus artículos.
"Estamos comprometidos con la salud de los mexicanos (…). Continuaremos con nuestro compromiso de reformulación que nos permite estar en constante escucha de las necesidades de los estilos de vida de nuestros consumidores", le dijo a BBC Mundo por escrito su director general, Jorge Terrazas.
Pero las empresas del sector también han tenido duras críticas hacia el nuevo etiquetado.
Una de ellas es que los sellos no distinguen entre tamaños o porciones, sino que son colocados cuando el porcentaje de estos componentes en el producto es superior al que el perfil de nutrientes de la OPS recomienda ingerir en la dieta de un adulto.
"Si unas galletas tienen 160 calorías, llevarán el sello de 'exceso'. Pero si una minipastilla tiene dos calorías, también. Al final no importa el contenido específico porque de cualquier manera llevará el sello", critica Lorena Cerdán, directora del Consejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo (ConMéxico).
También critican que, dado que los sellos no permiten conocer la cantidad concreta de nutrientes, dificultarán al consumidor comparar entre productos. "Si un producto de 50 calorías y otro de 300 tienen el mismo sello, no estoy pudiendo diferenciar", dice Cerdán.
Esta información sí se detallaba en las tablas nutricionales utilizadas hasta ahora, que también mostraban el porcentaje de los nutrimentos diarios que suponían basado en una porción que no era la misma para todos los artículos.
En realidad, esta tabla seguirá estando presente en el nuevo etiquetado, pero ahora en la parte trasera de los envases. Eso sí, deberán mostrar la información basada en 100 gramos o mililitros para homogeneizar el tamaño de las porciones analizadas.
"Entonces, si el objetivo es poner al frente la información importante, ¿cuál es el espíritu de este etiquetado si tengo que dar la vuelta al envase para ver la tabla nutricional?", se pregunta Cerdán.
"Para eso, nos habríamos quedado como estábamos y habríamos invertido en campañas de nutrición para ayudar a la gente a entender esas tablas", le dice a BBC Mundo.
Según Barquera, sin embargo, este tipo de tablas (conocidas como etiquetado GDA) "tienen mucha información, pero mala y engañosa que no sirve para nada".
"No se entienden y no permiten tomar una decisión rápida a la hora de comparar, además que están basadas en porciones arbitrarias. Es una de las peores estrategias claramente interferidas por industrias con intereses comerciales", asegura.
Otros empresarios afirman que el problema de obesidad no se solucionará con este etiquetado, ya que gran parte de la responsabilidad la tiene la comida tradicional o garnachas que un gran número de mexicanos consume en puestos en la calle.
El INSP descarta que exista evidencia que sustente esta idea, mientras que sí la hay para confirmar que los alimentos ultraprocesados -que suponen el 25% de la dieta de los mexicanos- les aportan la principal cantidad de azúcar agregado.
"Si sacamos los ultraprocesados, la dieta mexicana tradicional queda perfecta y equilibrada y cumple con las recomendaciones de la OMS", coincidió da Silva Gomes, asesor de la OPS.
Barquera, del INSP, también descarta que el nuevo etiquetado vaya a afectar a pequeños comerciantes o acarree la pérdida de miles de trabajo en el sector, como algunos aseguran.
"En Chile no hubo afecciones económicas. La razón es que el consumidor sigue comprando, solo que se hace un cambio a productos más saludables. Esos son los grandes ganadores", dice.
ConMéxico coincide en que el etiquetado en el país sudamericano no supuso un gran impacto sobre las empresas de este tipo de alimentos, aunque en su opinión se debió a otros motivos.
"Todos los productos afectados al inicio se recuperaron porque se fue perdiendo el efecto, había tantos sellos que el consumidor empezó a ignorarlos y dejó de ser un elemento de información nutricional", opina su directora.
En la calle, la opinión de los mexicanos sobre la iniciativa está dividida.
Brigitte, la joven pintora de Ciudad de México, asegura que hay muchos artículos que ya no compra tras la colocación de los famosos sellos.
"Para mí, es positivo, me ha hecho cambiar los hábitos. Hay algunas cosas que aunque tenga algún sello, las voy a seguir consumiendo… pero ya si tiene tres sellos, es un 'no' rotundo", dice.
En el pasillo de al lado del mismo supermercado, la pareja formada por André y Wendy se muestra mucho más escéptica.
Aunque reconocen que el método antiguo de la tabla nutricional era más complejo ("había muchos números, la gente no entiende cuántas calorías tiene, si es mucho o poco…"), no creen que los nuevos sellos vayan a marcar gran diferencia.
"Yo, realmente, no me fijo en ellos. Vamos a seguir comprando lo que nos gusta y nos interesa, no creo que en absoluto que en México vaya a hacer un cambio, no hay manera de convencer a la gente", dice Wendy.
Barquera responde que aunque los cambios a nivel individual son a menudo pequeños e imperceptibles para la sociedad, a nivel general son muy importantes.
"Cuando se añadió el impuesto a las bebidas azucaradas, supuso una reducción de 10 calorías diarias per cápita. La gente piensa que eso no es nada para eliminar la obesidad, pero en realidad son miles de toneladas de azúcar que se dejaron de consumir al año en el país", concluye.
En México, el país de los tacos y las sopas tradicionales más deliciosas, la población también admite sin pudor su amor por otro tipo de alimentación: la comida chatarra.
Según la OPS, el país es el cuarto del mundo en venta per cápita anual de alimentos y bebidas ultraprocesadas, considerados por esta agencia de Naciones Unidas como "el motor de la epidemia de obesidad".
De hecho, México cuenta junto a Estados Unidos con la mayor tasa de obesidad del mundo entre adultos, la cual aumentó en un 42% entre los años 2000 y 2018.
En términos generales, tres de cada cuatro mexicanos tiene sobrepeso y la diabetes es la segunda causa de muerte en el país.
Además, también es líder mundial en consumo de refrescos per cápita, a lo que según el INSP se atribuyen cada año más de 40.000 muertes en el país (un 7% del total).
Este año, Oaxaca y Tabasco se convirtieron en los dos primeros estados en prohibir la venta a menores de edad de comida chatarra y bebidas azucaradas.
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