Tras casi dos años de guerra entre Rusia y Ucrania, está claro que, sin la ayuda de Occidente, Kiev perderá y el presidente ruso, Vladimir Putin, se habrá salido con la suya.

Putin jugó siempre al desgaste, a llevar a Ucrania a terreno incómodo. Aunque tras la invasión de febrero de 2022 Estados Unidos y los países europeos aseguraron que estarían con el presidente Volodimir Zelensky hasta el final, sus propios problemas, sus intereses políticos están ganando. En febrero de 2022 nadie sabía cuánto podía extenderse el conflicto. Europa y Estados Unidos estaban concentrados viendo la amenaza que la invasión rusa representaba para Europa, para la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Comenzaron los compromisos de enviar armamento, cada vez más poderoso. Los éxitos de Ucrania, que primero logró resistir el embate ruso y que en septiembre pasado lograba avances en el terreno que generaron un optimismo hoy desvanecido.

Sin más ayuda, Ucrania ha advertido que no podrá resistir más allá de inicios de 2024. De ahí el viaje que hiciera Zelensky a Estados Unidos para intentar convencer a los congresistas de la importancia de aprobar un paquete de ayuda que permita a Ucrania respirar y resistir. Sin embargo, tanto en Europa como en EU, los problemas crecen. Para los gobiernos es cada vez más difícil justificar la inversión en las armas que se están entregando a Ucrania, mientras los ciudadanos se quejan por la situación económica y crece la resistencia en países como Hungría.

La decisión de la Unión Europea de iniciar negociaciones con Ucrania para su adhesión al bloque es una buena noticia, pero los ucranianos siguen muriendo en el frente y están cada vez menos abastecidos. La Unión Europea —igual que Rusia— sabe que el proceso de adhesión puede prolongarse años. Los avances rusos son, en cambio, cada vez más difíciles de contener.

En el caso de EU, el presidente Joe Biden enfrenta una creciente oposición del Congreso a enviar ayuda militar a Ucrania. Peor aún. En momentos en que el país se prepara para iniciar la cuenta regresiva para las elecciones de noviembre de 2024, los republicanos descubrieron que pueden tomar la ayuda a Ucrania como rehén de sus propios intereses. En este caso, migratorios, y están presionando con todo al gobierno para aplicar políticas que casi hacen palidecer las de la era Donald Trump.

Con ello, los republicanos ganan puntos entre su base e impulsan la figura de su prácticamente seguro candidato, Trump. Los demócratas intentan plantar cara y evitar que Biden pierda uno de los elementos con que los votantes lo han diferenciado de su antecesor. Si se aprueban las restricciones al asilo, las deportaciones exprés, poco quedará a Biden por ofrecer a los millones de estadounidenses que llegaron al país en busca de mejores oportunidades y que hoy ven cómo se les cierran las puertas a sus familiares y se les obliga a regresar a países donde hay represión, donde hay violencia, donde no hay oportunidades económicas o de trabajo. La aprobación de Biden se encuentra en 37%; las encuestas lo muestran perdiendo con Trump por un porcentaje cada vez mayor. Su edad no le ayuda. Y el aborto, que ha sido un factor a su favor, no basta para inclinar la balanza a su favor en noviembre de 2024.

Si Biden cede a las exigencias republicanas, no sólo los envalentonará y causará una fractura entre los demócratas. Desde México, es previsible que se desaten las críticas y que haya roces con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en un país donde también hay elecciones en 2024. Tampoco sería de ayuda para el gobierno mexicano saliente un incremento en las cifras de migrantes varados en la frontera norte, y el rebase de un sistema migratorio de por sí colapsado. Pierde Ucrania, pierde Estados Unidos, pierde México. Gana Putin.

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