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San José.— La historia política de Cuba cambió el 11 de julio de 2021 con la sorpresiva protesta callejera popular que estalló en demanda de libertad y democracia, exhibió un caldo de crisis social y evidenció una mayor represión en la isla que el próximo 1 de enero cumplirá 63 años del inicio del régimen revolucionario comunista.
En un acto sin precedentes desde el triunfo de la revolución en 1959, el 11—J hizo sonar las alarmas en el corazón del Partido Comunista Cuba (PCC), el único legal en ese país, con una oleada de marchas en la ciudad de San Antonio de los Baños, de la occidental provincia (estado) de Artemisa, que se propagaron con rapidez por distintas partes del territorio cubano.
“Nos quisieron desaparecer”, admitió el presidente de Cuba y primer secretario del PCC, Miguel Díaz—Canel, en una cita el 16 de este mes del Comité Central del partido gobernante en la que aseguró que, pese a las dificultades políticas y socioeconómicas, 2021 fue un año de victorias.
“Hemos desmontado una intensa y profunda operación de agresión por parte del imperio (de Estados Unidos), que apostó por hacernos desaparecer”, pero “estamos vivos y estamos firmes”, recalcó.
“Se actuó con firmeza, no nos rendimos, no vacilamos, no nos dejamos avasallar, ni nos dejamos humillar; resistimos todos los embates, pero los resistimos de manera creativa”, agregó.
Al advertir que Cuba es “libre, soberana y socialista en las narices del imperio”, el mandatario destacó la “alta cuota de resistencia y creatividad heroica” del pueblo cubano.
Washington reforzó el “bloqueo” económico que impuso en 1962 en contra de la revolución “en medio” de la pandemia del Covid—19 “con picos escalofriantes de contagiados y fallecidos, saturación de hospitales, escasa disponibilidad de medicamentos y déficit elevado de oxígeno terapéutico”, describió.
Represión incesante
Díaz—Canel fue severamente cuestionado porque el 11—J, con el inicio de las protestas y disturbios, activó una orden de combate para enfrentar con fuerza a los manifestantes, en lo que desató una intensa batida de la policía política que dejó centenares de presos.
El número de prisioneros políticos, que se aproximó al centenar a mediados de 2021, se incrementó con los hechos por el 11—J. La revolución rechazó que en Cuba haya presos de conciencia y recalcó los detenidos son delincuentes.
Tras el 11—J, que tuvo como referente una movilización del sector cultural que se efectuó en La Habana el 27 de noviembre de 2020, opositores cubanos convocaron a una segunda versión para el 15 de noviembre, pero el régimen impidió su realización mediante arrestos domiciliarios preventivos de los organizadores.
Al respecto, Díaz—Canel acusó que “se puso en marcha un plan desestabilizador que aún no ha cesado. Ese plan debía alcanzar su clímax el 15 de noviembre pasado”.
“En algunas plataformas digitales se habló incluso del último día de la Revolución Cubana; sin embargo, fue el último día de una obra muy ensayada que nunca llegó a estrenarse”, alegó.
Por su parte, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, tuiteó que “la politiquería barata y el oportunismo dictan las posiciones de política exterior estadounidense”.
EU negó las acusaciones de La Habana de que las marchas respondieron a una conspiración del gobierno estadounidense e instó a Díaz—Canel a “escuchar” el llamado del pueblo cubano por obtener “libertades fundamentales”.
El dramaturgo y disidente cubano Yunior García, líder de la convocatoria del 15—N, debió migrar a España con su esposa, Dayana Prieto. El saldo del 15—N fue que evidenció la existencia de un movimiento opositor en Cuba, aunque el régimen insistió en que esos grupos son minúsculos y contrarrevolucionarios pagados por Washington como parte de su acoso contra la revolución.
“Hoy todos en Cuba, después del 27—N, del 11—J y del 15—N, vislumbramos la patria nueva que (…) tantos millones de cubanos esperamos construir y disfrutar”, puntualizó el disidente cubano Dagoberto Valdés, religioso, ingeniero agrónomo, científico social, director de la revista digital Convivencia y ex—miembro del Pontificio Consejo Justicia y Paz del Vaticano.
En un análisis escrito que envió a este diario, Valdés aseveró que “los regímenes totalitarios intentan borrar la historia pasada y reescribir una historia que comienza con su ascensión al poder, y una narrativa que responda a una legitimación que no tienen por la vía de las elecciones”.
“¡Arriba la esperanza y el compromiso! Esto ha sido este año 2021 en Cuba: un romper del sol de la esperanza y un mostrar al mundo entero el ‘centelleo de la luz súbita’ que llevamos dentro, y hemos sacado fuera para siempre, miles de cubanos. ¡Que no se apague esa luz!”, proclamó.
Un lustro
En 2021 se recordó el quinto aniversario del fallecimiento de Fidel Castro, comandante en jefe y máximo líder de la revolución y cuyo deceso se registró el 25 de noviembre de 2016. Castro gobernó de 1959 a 2006, cuando se retiró por problemas de salud, pero preservó el control del país por medio de su hermano, el general Raúl Castro.
Con 90 años que cumplió en junio pasado, el general entregó en abril anterior el cargo de primer secretario del PCC a Díaz—Canel.
En cinco años de muerto, Castro “ha conseguido avanzar mucho en su viaje hacia el pasado, hacia el olvido”, escribió el opositor Reynaldo Escobar en el diario digital 14ymedio.com que funciona en la ilegalidad en Cuba.
“Los niños que se aproximan hoy a la adolescencia carecen del más mínimo apego emocional hacia su imagen; los que caben en la categoría de ‘jóvenes’ identifican a otros como los culpables de sus problemas y los que son tratados como personas mayores todavía se preguntan cómo fue posible haber creído tanto en aquel hipnotizador”, subrayó.
“Aunque sus seguidores se resisten a aceptarlo, el ‘Máximo Líder’ no dejó un legado con soluciones para los problemas que sufren los cubanos”, indicó.