Moscú.— Mientras el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, recomendó ayer a sus compatriotas que “no se asomen a la calle” y denunció una agresión exterior por parte de los ciudadanos de varios países europeos que promueven las protestas antigubernamentales, la ciudadanía se lanzó a las plazas.

“¡No se asomen ahora a las calles! Entiendan que a ustedes y a sus hijos los utilizan como carne de cañón”, dijo Lukashenko durante una reunión del gobierno, según la agencia Belta.

Lukashenko, cuya reelección en los comicios presidenciales del pasado 9 de agosto fue el detonante de las protestas, aseguró que no tiene ninguna crítica que hacer a las fuerzas de seguridad, que han sido acusadas de un desproporcionado uso de la fuerza contra los manifestantes, aunque les pidió contención.

“Sea como sea, somos eslavos y si una persona cayó y está en el suelo, no hay que pegarle. Es decir, debe haber cierta contención”, indicó.

Al mismo tiempo, se preguntó: “¿Cómo debe actuar un uniformado?”, y denunció que más de un centenar de efectivos policiales resultaron heridos y que uno quedó inválido de por vida.

Lukashenko subrayó: “Sí, los moratones están mal”, en alusión a las palizas que recibieron muchos de los manifestantes en la calle, los furgones policiales y los centros de reclusión.

“Pero los moratones pasan y a él [el agente inválido] ya no le pones de pie. Cuántas piernas y extremidades rotas. Casi 100 personas [policías] resultaron heridas.

“¿Quieren que yo me quede sentado y espere hasta que pongan Minsk patas arriba? Después no seremos ya capaces de estabilizar la situación. Por eso, hay que parar y tranquilizarse. Y dejarnos poner orden y encargarnos de aquellos que nos llegan aquí”, señaló.

Cientos de obreros de fábricas de tractores y automóviles de Minsk abandonaron sus puestos de trabajo para denunciar la brutal represión de las manifestaciones. Lukashenko volvió a acusar a Polonia, Holanda, Ucrania y Rusia de ser el origen de muchos organizadores de las protestas, que en el caso de Moscú estarían patrocinadas por el líder opositor Alexéi Navalni y el exiliado oligarca ruso Mijaíl Jodorkovski.

Miles de personas se concentraron en la plaza de la Independencia, la más importante de Minsk y donde se encuentra la sede del gobierno bielorruso. Ante la atenta mirada de la policía, los manifestantes demandaron la renuncia de Lukashenko y de la presidenta de la comisión electoral central, Lidia Yermóshina.

La líder de la oposición unificada bielorrusa, Svetlana Tijanóvskaya, demandó la retirada de la policía y llamó a “manifestaciones pacíficas” durante el fin de semana. Además, la UE comenzó los trabajos para imponer nuevas sanciones contra los oficiales bielorrusos implicados en la violencia de las últimas jornadas.

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