Hong Kong.— Las masivas protestas contra un proyecto de ley que permitiría extradiciones a China continental provocaron ayer los mayores disturbios de la historia reciente de Hong Kong, con enfrentamientos entre la policía y los manifestantes que intentaban llegar al Parlamento.

Decenas de miles de personas vestidas de negro, en su mayoría jóvenes, inundaron de nuevos las calles contra este proyecto de ley que, según sus detractores, daría a Beijing poder para perseguir políticamente a los opositores. Según las autoridades, hubo 72 heridos, entre los policías y manifestantes.

Los enfrentamientos estallaron cerca del Consejo Legislativo, donde se examinará el texto en segunda lectura. Según los analistas, se trata de los actos más violentos desde 1997, cuando Hong Kong, entonces colonia británica, fue devuelto a China.

El Parlamento, dominado por los diputados favorables al gobierno de Beijing, anunció por el momento el aplazamiento del debate a “una fecha ulterior”. Los enfrentamientos recuerdan el Movimiento de los Paraguas de 2014, las grandes protestas prodemocráticas que llevaron a miles de personas a paralizar durante dos meses barrios enteros de esta megalópolis y a enfrentarse a la policía, pero sin resultados palpables.

Esta vez, sin embargo, la policía parecía decidida a no ceder terreno. Los manifestantes tampoco dudaron en lanzar barras de metal o botellas y un policía inconsciente tuvo que ser evacuado. Las fuerzas de seguridad rechazaron a los manifestantes que intentaban entrar al Parlamento usando porras, gases lacrimógenas y balas de goma, así como bolsas llenas de canicas de plomo.

El jefe de la policía, Stephen Lo, defendió la actuación de los agentes y aseguró que se habían “moderado” ante los “gángsters” que intentaban tomar el recinto.

“Vamos a continuar hasta lograr nuestro objetivo”, señaló uno de los manifestantes, Kevin Leung, de 20 años. Hong Kong, una antigua colonia británica, vivió el domingo la mayor manifestación desde 1997 en la que según los organizadores participaron hasta un millón de personas.

Pero esta movilización no hizo variar la posición de Carrie Lam, la jefa del Ejecutivo, que rechaza retirar la ley y que este miércoles no dudó en calificar las protestas de “disturbios organizados”. “Los disturbios que dañan nuestra sociedad pacífica, ignorando la ley y la disciplina, son inaceptables en sociedades civilizadas”, dijo en un mensaje en video.

El texto suscita las críticas de los países occidentales. El ministro británico de Relaciones Exteriores, Jeremy Hunt, pidió a Hong Kong que “escuche las preocupaciones” de sus ciudadanos. “El pueblo de Hong Kong ha ejercido su derecho fundamental a reunirse y expresarse libre y pacíficamente. Estos derechos deben ser respetados”, reaccionó una vocera de la Unión Europea (UE).

El presidente estadounidense, Donald Trump, declaró que entiende los motivos de las protestas multitudinarias y añadió que espera que “todo salga bien”.

Muchos hongkoneses temen caer en manos de la justicia china, opaca y politizada, y que la nueva ley afecte además a la imagen de Hong Kong y a su atractivo económico.

El acuerdo de 1984 entre Reino Unido y China para la retrocesión estipulaba que el territorio mantendría su semiautonomía y sus libertades civiles, que no existen en China continental, hasta 2047.

Sin embargo, desde hace 10 años, el gobierno de Beijing se implica cada vez más en los asuntos de Hong Kong y refuerza su presencia política. Un centenar de empresas y comercios anunciaron su cierre en signo de solidaridad con los opositores.

La ley autorizaría las extradiciones con los territorios con los que no existe un acuerdo bilateral, incluyendo la China continental. Se esperaba el voto definitivo para el 20 de junio, pero las autoridades no anunciaron cuándo se reanudará el debate. Según las autoridades, el texto llena un vacío jurídico e impedirá que Hong Kong se convierta en refugio para ciertos criminales.

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