Bruselas.- Los 193 Estados miembros de Naciones Unidas adoptaron por unanimidad en septiembre de 2015 la denominada Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, un pacto global para guiar a la humanidad hacia un mayor bienestar, un compromiso renovado de obligaciones previamente asumidas, los Objetivos de Desarrollo del Milenio en 2000 y la Cumbre de Río +20 en 2012.
Dos décadas después de emprender el camino colectivo hacia el bienestar y mayor equidad, el planeta va en reversa. Hay retroceso en seis de los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS), concretamente en hambre cero, trabajo decente y crecimiento económico, ciudades y comunidades sostenibles, acción por el clima, vida de ecosistemas terrestres y paz, justicia e instituciones sólidas.
Sólo se escapan del estancamiento o la regresión áreas como la reducción de la mortalidad de menores de 5 años a menos de 25 por cada mil nacidos, acceso universal a la electricidad, aumento de la red de telefonía móvil y crecimiento del uso de Internet, propósitos contemplados en las metas tres, siete, nueve y 17 de los ODS.
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Dos crisis de impacto planetario han perturbado profundamente la ruta del progreso para acortar la brecha entre los más pobres y más ricos, la pandemia de coronavirus y la guerra de Rusia contra Ucrania, sostiene Eric Pichon, investigador del Servicio de Investigación del Parlamento Europeo en un estudio en el que evalúa el estado de los objetivos de desarrollo.
En su tercer año, el Covid-19 ha dejado una estela de incertidumbre y precariedad sin precedente. Sin distinción entre niveles de desarrollo de las naciones, la pandemia debilitó el tejido económico, financiero y social.
Como resultado, la pobreza aumentó significativamente. La Organización Mundial del Trabajo estima que la proporción de trabajadores que viven en la pobreza extrema subió de 6.7% en 2019 al 7.2% en 2020, lo que equivale a un aumento de 8 millones del número de trabajadores pobres. Tan sólo en 2020, 30 millones de adultos más pasaron a engrosar las filas de los que están en la pobreza extrema.
Aunque no sólo la pobreza económica se acentúo, también la digital. La rapidez con que se aceleró el uso de la red como consecuencia de los confinamientos, dejó expuestas a millones de personas que quedaron rezagadas por la acelerada transición digital, ya sea por falta de equipo adecuado o conexión.
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“Es probable que los trabajadores excluidos de los recursos digitales pierdan oportunidades educativas y de empleo, lo que aumentará el riesgo de pobreza y de mayor erosión en la cohesión social”, indica el informe Future Shocks 2022 del Parlamento Europeo.
La pandemia igualmente acentuó las desigualdades. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la crisis sanitaria empujó a unas 97 millones de personas a caer en pobreza en 2020. En tanto que la riqueza de los multimillonarios en el mundo habría aumentado en 54%, principalmente por los niveles récord registrados por los mercados bursátiles.
El estado del hambre tampoco es prometedor, por el contrario, la guerra del presidente Vladimir Putin en Ucrania profundizó el ya complejo escenario de la seguridad alimentaria generado previamente por la pandemia, conflictos armados y los efectos del calentamiento global.
Kiev y Moscú son dos titanes en la producción de cereales básicos, semillas oleaginosas y fertilizantes. La perturbación sufrida por el denominado “granero del mundo”, sumado con la escalada de los precios de los energéticos y la inflación, han añadido riesgos adicionales a la seguridad alimentaria y la nutrición a nivel mundial.
Alcanzar el hambre cero para 2030 parecía inalcanzable en 2019, pero ahora es prácticamente imposible, aseguró el director de la agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Qu Dongyu, en un foro digital convocado para examinar el estado de la seguridad alimentaria.
Los últimos datos de la agencia muestran que el número de personas que padecen hambre en el planeta llegó a 828 millones en 2021, 46 millones más que en 2020 y 150 millones adicionales con relación a 2019.
Si se toma como indicador el índice de inseguridad alimentaria moderada o grave, el número asciende a 2 mil 300 millones de personas, 29.3% de la población global, 350 millones más que antes de la aparición de Covid-19. El desglose de datos muestra que hay un subgrupo de 50 millones de personas en 44 países que se encuentra a un paso de la hambruna.
De manera que al menos 670 millones de personas, 8% de la población mundial, estarán padeciendo hambre para 2030.
“El disparo de los precios de los alimentos, combustibles y fertilizantes como resultado de la crisis en Ucrania están empujando a los países a padecer hambre. El resultado será desestabilización global, inanición y migración masiva a escala sin precedente”, alertó David Beasley, director Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos durante la conferencia de la FAO.
“Tenemos que actuar, tenemos que actuar para evitar esta catástrofe”, subrayó en alusión a los problemas que se avecinan por el aumento del crecimiento de la población mundial y la urgencia de paliar la inseguridad alimentaria.
Seguir por la actual ruta no es opción, la población mundial se prevé que llegue a 9 mil 700 millones de personas en 2050 y a 10 mil 900 millones en 2100. Actualmente habitamos el planeta casi 8 mil millones de seres humanos. Los impactos de los cambios demográficos serán diferentes en las distintas partes del mundo.
Para finales del siglo, Asia seguirá siendo el continente más poblado, con un estimado de 4 mil 700 millones de habitantes; aunque África habrá acortado la brecha con 4 mil 300 millones de habitantes proyectados. Los mayores crecimientos tendrán lugar en la empobrecida y rezagada África Subsahariana.
Por el contrario, los países de ingresos altos verán una población estancada o incluso reducida a partir de 2030; es probable que la población en Europa pase de 748 millones en 2020 a 630 millones en 2100.
El mundo también será más urbano y estará habitado por poblaciones más viejas, lo que tendrá implicaciones para el crecimiento económico, la desigualdad, el equilibrio geopolítico y la sostenibilidad de las finanzas públicas, al repercutir directamente en todas las formas de protección social, indica el análisis sobre megatendencias de la Comisión Europea.
Ineludiblemente la llegada de Covid-19 tendrá consecuencias en la evolución demográfica por la incertidumbre que inyectó sobre el futuro. Los países que registraban ya una baja fecundidad observan una aceleración de la tendencia, esto comienza a ser evidente en algunos países de la UE.
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