El líder mercenario ruso Yevgeny Prigozhin era conocido por sus desafíos malsonantes y sin cortapisas a la autoridad, antes incluso del intento de rebelión que planteó el sábado. El informe de acuerdo para que vaya al exilio a Bielorrusia lo situaría en un país donde ese comportamiento es aún menos aceptable que en su patria.
Prigozhin guardó un silencio inusual el domingo, mientras las fuerzas de su ejército privado, el Grupo Wagner, se retiraron de ciudades rusas tras el anuncio del Kremlin de que el empresario había aceptado partir a Bielorrusia. No estaba claro si ya había llegado al país.
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Según reportes en los medios, el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, habría negociado el acuerdo y el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo el sábado que Lukashenko “conoce al señor Prigozhin desde hace mucho tiempo, al menos 20 años”. Pero el estilo inconformista de Prigozhin choca con la dura represión de Lukashenko sobre la disidencia y los medios independientes.
El mandatario, que lleva en el poder desde 1994 ya menudo recibe el apodo de “el último dictador de Europa”, emprendió una brutal represión en 2020 sobre las protestas contra su gobierno. Cientos de personas largas recibieron penas de prisión, incluido el Nobel de la Paz Ales Bialiatski.
Bajo el mando de Lukashenko, Bielorrusia quedó íntimamente ligada a la vecina Rusia y accedió a formar una “unión estatal” aún en desarrollo. Aunque no hay datos de que el ejército bielorruso haya aparecido en la guerra rusa en Ucrania, el país sí permite a Moscú apostar en su territorio tropas que han combatido en Ucrania, y este año llegó a un acuerdo para desplegar armas nucleares tácticas rusas. Lukashenko es un enérgico aliado del presidente de Rusia, Vladímir Putin.
La opinión de Prigozhin hacia el líder del Kremlin es más incierta. Incluso cuando sus combatientes se dirigieron con rapidez hacia Moscú el sábado, Prigozhin no criticó directamente a Putin y en lugar de eso dijo que su objetivo era destituir al ministro ruso de Defensa, al que ha tachado de corrupto e incompetente y acusado de socavar a sus combatientes en ucrania.
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“Todavía no está claro qué va a hacer Lukashenko con Prigozhin. Creo que ellos mismos no tienen un entendimiento”, opinó la líder opositora bielorrusa exiliada Sviatlana Tsikhanouskaya.
“Lukashenko una vez más ha convertido a Bielorrusia en rehén de los juegos y las guerras de otras personas. De ninguna manera es un pacificador”, agregó Tsikhanouskaya a The Associated Press.
“Que Prigozhin se vaya a Bielorrusia no significa que Prigozhin se quedará allí. No tiene nada que hacer en Bielorrusia: llegar, exhalar, usar el corredor y seguir adelante”, comentó Artem Shraibman, un analista político bielorruso ahora exiliado en Polonia.
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El acuerdo con Bielorrusia dejó a Prigozhin sin control sobre el Grupo Wagner, aunque no estaba claro si alguno de sus efectivos le seguiría a Bielorrusia, ya fuera por lealtad o para evitar ser absorbidos por el ejército ruso como soldados contratados.
“Estos efectivos podrían firmar contratos con el Ministerio de Defensa a título particular, desmovilizarse en Rusia (...) o viajar a Bielorrusia”, señaló el Instituto para el Estudio de la Guerra, un centro de estudios, en su informe sobre la falla rebelión.
Si se instalan en Bielorrusia, habrá reparaciones sobre si podrían conseguir acceso a las armas nucleares rusas. Dmitry Medvedev, número dos del consejo de seguridad ruso, expresó su preocupación porque podrían tomar el control de armas rusas cuando se producía el alzamiento el sábado.
“El mundo quedaría al borde de la destrucción” si los combatientes de Wagner obtuvieron armas nucleares, detectaron a Medvedev.
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