Washington.— Entre la infinidad de libros que se han escrito sobre la presidencia de Donald Trump, uno de los que más polémica ha despertado es el de su sobrina Mary L. Trump (Nueva York, 1965), Siempre demasiado y nunca suficiente: Cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo (Ediciones Urano), recientemente publicado y que llegó a las librerías mexicanas la semana pasada para desnudar las interioridades de la disfuncional familia Trump y cómo la toxicidad que imperaba formó el carácter que ha mostrado su tío al frente de la Casa Blanca.
La primera frase del libro dice que le gustaba su apellido, algo que cambió con los años. ¿Qué siente cuando escucha la palabra ‘Trump’, o cuando le preguntan si tiene relación con su tío?
—La mayor parte de mi infancia no pensé en eso porque es como me llamaban mis amigos, ‘Trump’; no estaba asociado con nada. Fue un poco estremecedor cuando [en la universidad] desconocidos empezaron a preguntarme si tenía relación… Asumir implícitamente que sabía de quién estaban hablando era interesante. (…) Decía que no, por razones obvias, para que la gente no se volviera rara y asumiera cosas sobre mí que me incomodaran. Decía que no el 99.999% de las veces (…) Mi experiencia ha sido diferente tras la elección: fue traumático escuchar mi nombre. Primero por lo que representa ahora en el mundo, pero también porque escucho mi nombre una docena de veces al día: no importa dónde esté, es ineludible.
En el libro dice que se planteó salir a la luz hace cuatro años. ¿Se arrepiente?
¿Y cree que ahora sí?
— Sí, hay un par de cosas que son diferentes. Primero, la gente ha visto el daño que ha hecho su ineptitud, su impulsividad, su ignorancia y su crueldad. Tenemos evidencia de las cosas espantosas que han ocurrido directamente por él. Además, la investigación de The New York Times sobre las finanzas de mi familia, de la que fui una de las fuentes, reveló indignantes malas praxis de miembros de mi familia. Siento que tengo evidencias sólidas y no estoy hablando a destiempo.
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En el libro es imposible encontrar el nombre de su tío cerca de la palabra ‘presidente’. ¿Es coincidencia o lo hizo a propósito?
— Es mi tío y siempre le he llamado Donald, nunca le he llamado de otra forma (…) Pero no creo que ganara las elecciones de forma legítima, (…) no le voy a dar el honor porque en mi opinión no lo merece.
El principal tema del libro es la toxicidad en su familia. ¿Cree que su tío gestiona la Casa Blanca con las mismas tácticas que su abuelo?
— Sí y no. En parte es el mismo modelo, pero mi abuelo tenía un mundo más pequeño: su familia y su negocio. Era un hombre provinciano; necesitaba controlar menos gente. Por mucho que pueda decir de él, era un hombre competente, podía gestionar a la gente.
Donald no es competente ni puede manejar gente. La empresa de mi abuelo funcionaba como una máquina bien engrasada y Donald no puede con el Despacho Oval, que quizá es la oficina más microgestionada de la historia, con mecanismos establecidos desde hace dos siglos. Y los ha desmantelado: es algo como una batalla campal caótica. Pero sí, indudablemente usa amenazas e intimidación, abuso y probablemente castiga a quienes le dicen la verdad, destroza a quienes no le siguen al pie de la letra…
En el libro, cuando habla de su tío, desliza frases que son alertas al lector sobre su figura, su pensamiento y sus acciones.
Sobre el artículo del The New York Times, ¿hubo algo que la empujó a dar el paso y ayudar en la investigación?
—No. Desde el momento que llamó “violadores” y “narcotraficantes” a los mexicanos creí que debía ser frenado. Pero no sentí que hubiera nada que yo pudiera hacer. Y, obviamente, pareció que 63 millones de personas no tuvieron ningún problema con eso —que es otro tema, devastador para mí— (…) Ha sido espantoso desde el inicio, desde 2015.
Lo que me hizo sentir más urgencia, sin embargo, fue que a sabiendas de que Donald iba a ser desastroso porque es absolutamente incapaz de cumplir el rol en el que estaba, la gente detrás de él se lo permitiera, algo que encontré alarmante. Cuando se escabullía de todo fue cuando me di cuenta de que él no era realmente el problema: era la gente a su alrededor. Cuanta más información saliera sobre su incapacidad, menos capaz sería la gente que le rodea de apoyarlo sin sufrir las consecuencias.
A pesar de eso, nada ha cambiado en su círculo más cercano.
— De hecho ha ido a peor, porque él ha ido a peor. Para mantenerte fiel, muchas veces para usarlo para tus propios objetivos, tienes que aceptar más y más comportamiento indignante de su parte. Y continuará empeorando. Pero cuanta más información tenga la gente, mejor (…) No quiero que nadie pretenda que no sabe.
Dice que su tío es racista, poco preparado, misógino, sexista, incapaz, mentiroso, incompetente… El subtítulo dice que se trata de la persona más peligrosa del mundo. ¿Dejó algún adjetivo fuera del libro? ¿Cuál es el que lo define mejor?
—No sé si me olvidé de alguno [ríe]. Asumiendo que no me dejé ninguno, creo que el más relevante, el que mejor le describe, es aterrado. Y débil. Vaya, elegí dos: aterrado y débil. Pero en este orden.
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¿Aterrado de qué?
—En un nivel profundo, sabe que nunca ha sido legítimo. Sabe que no ha conseguido nada, que no es exitoso, que no es fuerte… y está aterrorizado por dos cosas. Una es que la gente, incluido él mismo, descubra la verdad sobre él: gasta una cantidad enorme de energía para asegurarse de que eso no ocurra. La otra es que sigue aterrado por mi abuelo, quien castigaba la debilidad con el castigo más severo —de hecho, desmanteló a mi padre porque no creía que era el tipo correcto de persona—. Cuando escuchamos a Donald hablar con su hiperbólica autoestima de lo magnífico que es, está hablando a una audiencia de una persona: mi abuelo. Está tratando de convencerlo de que no le mate.
Al principio del libro dice que cuatro años más de su tío en la Casa Blanca sería el fin de la democracia estadounidense, y lo termina con la frase de que destrozaría el país. ¿Tal es la magnitud del peligro?
— Sí, y desafortunadamente no creo que sea una hipérbole. Mira dónde estamos: tenemos un virus sin control que está matando a centenares, o miles de estadounidenses cada día: nadie hace nada a nivel federal para frenarlo; están forzando a la gente a enviar a sus hijos a la escuela a pesar de que hay muy pocos protocolos para mantenerlos seguros; hemos perdido nuestra posición en el mundo, nuestras alianzas están en ruinas; hemos perdido mucho terreno en la lucha contra el cambio climático; el número de inmigrantes que se permiten en el país ha caído en picada. No nos podemos permitir cuatro años más de eso.
Honestamente, si Joe Biden gana —algo que sinceramente espero—, no sé cuánto tiempo nos va a costar recuperarnos.
Ya que cita a Joe Biden: usted es muy activa apoyándolo. ¿Estaría abierta a ayudar al ticket electoral demócrata, si se lo propusieran?
—Haría cualquier cosa si me lo preguntaran, porque honestamente hay mucho en juego. Soy demócrata de toda la vida, pero creo que esto va más allá del partido. Esto ya no tiene que ver con política. Estamos hablando del alma del país, y potencialmente el rumbo futuro del mundo; lo que pasa en EU afecta a cualquier país del planeta en un grado u otro. Así que sí, estoy perfectamente dispuesta a hacer cualquier servicio, de la forma que pueda.