El Partido Popular (PP) fue el más votado en las elecciones generales españolas del 23 de julio.
Con casi el 100% de los votos escrutados, los conservadores eran la fuerza más votada con un 32,9% de los votos y tenían casi asegurados 136 escaños en el Congreso de los Diputados, lo que les convierte en el grupo político mayoritario en la Cámara.
Y sin embargo, su candidato a la presidencia del gobierno, Alberto Núñez Feijóo, tiene muy cuesta arriba el camino hacia el palacio de La Moncloa.
Desde el PP aseguraron ya en la misma noche electoral que reivindicarán su derecho a formar un gobierno, pero eso se antoja una tarea muy difícil para Feijóo.
Las peculiaridades del sistema parlamentario español explican esta paradoja.
El Partido Popular volvió a ser el partido más votado en España por primera vez desde la caída del gobierno de Mariano Rajoy en 2018.
Desde entonces, el socialista Pedro Sánchez ha presidido el gobierno español, en los últimos años al frente de una coalición con el partido de izquierda Unidas Podemos.
El PP ha incrementado significativamente los votos y escaños respecto a los de las últimas elecciones, celebradas en noviembre de 2019.
Feijóo fue elegido nuevo líder del PP y candidato a la presidencia del gobierno en abril del año pasado con la misión de recuperar al partido tras una serie de fracasos electorales y una crisis interna que le costó el puesto a su predecesor, Pablo Casado.
El dirigente gallego sumó 47 escaños y alrededor de tres millones de votos más que los obtenidos por el PP en las últimas elecciones. Sin embargo, los resultados obtenidos por Feijóo dejan una lectura agridulce. Sobre todo porque la posibilidad que habían contemplado la mayoría de encuestas como más probable, la de que pudiera formar gobierno con el apoyo de los ultras de Vox, parece muy lejana tras el veredicto de las urnas.
A eso se añade que los resultados mejores de lo esperado obtenidos por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) del presidente Sánchez le sitúan en disposición de mantenerse en el poder, aunque para eso tendrá que afrontar unas endiabladas negociaciones parlamentarias cuyo desenlace no está en absoluto claro.
Al contrario de lo que sucede en la mayoría de países de América Latina, en España rige un sistema parlamentario.
En las elecciones generales no se elige directamente al presidente, sino que se elige al Parlamento, cuyos miembros serán los que votarán la formación de un Ejecutivo.
Es en el Congreso de los Diputados donde se libra una batalla decisiva para obtener los apoyos necesarios para ser investido presidente del Gobierno.
Tras las elecciones, según dicta la Constitución, el rey Felipe VI abrirá una ronda de contactos con los líderes de los grupos que han obtenido representación parlamentaria propondrá un candidato a formar gobierno. Ese candidato deberá entonces buscar la confianza de la Cámara.
Se requiere el voto favorable de una mayoría absoluta de 176 de los 350 diputados para ser investido presidente del Gobierno en un primer intento, o una mayoría simple en un segundo intento, pero el reparto de escaños en el Congreso salido de las urnas hace difícil que Feijóo pueda alcanzar la presidencia en ninguno de los dos supuestos.
El líder del PP dijo ante sus simpatizantes ya en la noche electoral que su deber como candidato del partido más votado es “abrir el diálogo” con todas las fuerzas parlamentarias para intentar formar un gobierno y pidió a sus rivales políticos “que no bloqueen el gobierno de España una vez más”, en alusión a lo ocurrido en 2016, cuando tuvieron que repetirse las elecciones después de que ningún partido obtuviera la mayoría requerida en el Congreso de los Diputados.
El PP podría sumar los 33 diputados de Vox a sus 136, pero necesita que otros grupos se abstengan y se enfrenta a la negativa que los grupos nacionalistas catalanes y vascos han adelantado ya a apoyar cualquier opción que incluya a Vox.
Los populares han basado su campaña en acusar a Sánchez de hacer concesiones inaceptables a los independentistas y la “izquierda radical” para aferrarse al poder y Feijóo se enfrenta ahora al hecho de que, salvo el de Vox y algún otro grupo minoritario, no cuenta con más aliados en el Parlamento.
Según le dijo el analista Daniel Bernabé a BBC Mundo, “a Feijóo se le pone ahora muy difícil”.
Para él, “estas elecciones han demostrado que hay unas fuerzas políticas tozudas y el bipartidismo que rigió en España durante 30 años cambió definitivamente”.
“Ahora hay un Parlamento muy variado, con fuerzas minoritarias y periféricas con las que hay que llegar a acuerdos, y ni el PP ni Feijóo están en disposición de hacerlo”.
Como ha hecho otras veces en su carrera, el presidente volvió a sobrevivir a una muerte política anunciada prematuramente. Sánchez adelantó las elecciones en un intento de frenar la pérdida de votos que se comenzó a percibir en las elecciones locales y regionales del pasado mayo.
El objetivo es para él reeditar el llamado “bloque de la investidura”, la heterogénea relación de grupos de izquierda y nacionalistas que facilitaron su investidura en 2020. Pero tampoco eso parece tarea fácil.
El actual presidente puede dar por sentado el apoyo de la coalición de izquierdas Sumar. De hecho, su líder, Yolanda Díaz, era la vicepresidenta en el gobierno de coalición que presidió Sánchez en la última legislatura.
También parece factible el apoyo, o al menos la abstención, de los nacionalistas vascos de EH BIldu y el PNV.
Más difícil será convencer a los independentistas catalanes de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y JuntsxCatalunya.
ERC ha sido uno de los principales soportes del gobierno de Sánchez, que indultó a sus líderes encarcelados por su papel en el referéndum ilegal para la independencia de Cataluña de 2017, pero el partido mantiene su aspiración de que un día pueda celebrarse un referéndum legal acordado con el gobierno español.
Sánchez lo ha descartado por inconstitucional y, si ERC insiste en esa demanda, las negociaciones podrían encallar, abocando a España a tener que repetir las elecciones.
El analista Bernabé, no obstante, señala que “ERC puede decirle que no a Sánchez y encastillarse en un camino soberanista que nadie sabe adónde conduce y eso puede tener el precio de una repetición electoral, pero iba a tener difícil explicarles eso a sus votantes”.
Junts per Catalunya ya advirtió de que pondrá un “precio alto” a la investidura de Sánchez y podría poner sobre la mesa de negociación la situación de su líder, Carles Puigdemont, expresidente del gobierno autonómico de Cataluña huido a Bélgica y al que la justicia española reclama también por su papel en el intento de secesión de 2017.
Todos los caminos parecen difíciles dado el panorama actual de la política española, pero el de Núñez Feijóo y su Partido Popular se antoja el más difícil de todos.
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