El ultraconservador Ebrahim Raisi asume este jueves la presidencia de Irán después de haber sido declarado como ganador de las cuestionadas elecciones del pasado 18 de junio.
Raisi se impuso a otros tres candidatos en unos comicios a los que varios aspirantes no pudieron presentarse y en los que se registró una participación ligeramente inferior al 50%, significativamente menor que en 2017, cuando el 73% de los votantes acudieron a las urnas.
Medios estatales informaron que obtuvo el 62% de los votos: casi 18 millones de los más de 28 millones emitidos.
Raisi se desempeñó en los últimos años como jefe del Poder Judicial de Irán.
Está sometido a sanciones de Estados Unidos y se le ha relacionado con ejecuciones de presos políticos en el pasado.
El presidente de Irán es el segundo funcionario de mayor rango en el país, después del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei.
Tiene una gran influencia en la política interior y en los asuntos exteriores, pero es el ayatolá quien tiene la última palabra en todos los asuntos de Estado.
Los partidarios de la línea dura de Irán se oponen a mayores libertades sociales y desconfían de Occidente, aunque algunos están a favor de volver a un acuerdo internacional sobre la actividad nuclear de su país
Este clérigo de 60 años ha ejercido como fiscal durante la mayor parte de su carrera.
Raisi suele vestir siempre un turbante negro que lo identifica en la tradición chiíta como descendiente del profeta Mahoma.
Es considerado como un agente muy leal al grupo de clérigos que gobierna Irán y, de hecho, es visto como un posible sucesor de Jamenei.
Raisi fue nombrado jefe del poder judicial en 2019, dos años después de que perdiera contundentemente frente a Rouhani en las últimas elecciones presidenciales.
Durante la campaña de 2021 se presentó como el mejor candidato para luchar contra la corrupción y resolver los problemas económicos de Irán.
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Sin embargo, muchos iraníes y activistas de derechos humanos han expresado su preocupación por su papel en las ejecuciones masivas de presos políticos en la década de 1980.
A Raisi se le señala como miembro del llamado "comité de la muerte", un grupo de cuatro jueces que en 1988 emitió secretamente sentencias de muerte contra unos 5.000 presos encarcelados cerca de Irán, según Amnistía Internacional.
Irán nunca ha reconocido las ejecuciones masivas y Raisi nunca ha abordado las acusaciones sobre su papel en ellas.
Casi 600 aspirantes, entre ellos 40 mujeres, se inscribieron para las elecciones.
Pero al final sólo siete hombres fueron aprobados en mayo por los 12 juristas y teólogos del Consejo de Guardianes, un órgano no electo que tiene la última decisión en cuanto a la idoneidad de los candidatos.
Tres de esos candidatos se retiraron posteriormente antes del día de la votación.
En respuesta a esto, algunos disidentes y reformistas prometieron boicotear las elecciones.
Kasra Naji, especialista del servicio persa de la BBC, afirma que muchos iraníes consideraron las elecciones como una descarada toma de poder por parte de los partidarios de la línea dura, que parecen haber decidido que nunca podrán ganar unas elecciones libres y justas, a juzgar por sus resultados anteriores.
Naji sostiene que, bajo el mandato de Raisi, los partidarios de la línea dura de Irán tratarán de establecer un sistema puritano de gobierno islámico.
Esto significa más controles sobre las actividades sociales, menos libertades y puestos de trabajo para las mujeres y un control más estricto de las redes sociales y la prensa.
Los partidarios de esta línea desconfían de Occidente, pero se cree que tanto Raisi como el líder supremo, Jamenei, son proclives a volver a un acuerdo internacional sobre la actividad nuclear de Irán.
El Plan de Acción Integral Conjunto, firmado en 2015, otorgó a Irán un alivio de las sanciones occidentales a cambio de limitar sus actividades nucleares.
Estados Unidos se retiró del acuerdo en 2018, y la administración del presidente Trump volvió a imponer sanciones que afectaron a la capacidad comercial de Irán.
Las sanciones han contribuido a las dificultades económicas de los iraníes, lo que ha provocado un descontento generalizado.
Irán ha respondido reiniciando las operaciones nucleares prohibidas por el acuerdo.
Las conversaciones para resucitar el acuerdo se han estado realizando en Viena, y el presidente Biden también está interesado en reactivarlo.
Pese a que se reportó que para junio se habían logrado "avances sustanciales" sobre este nuevo acuerdo, en los últimos dos meses las conversaciones estuvieron suspendidas aparentemente a la espera del cambio de gobierno en Irán.
Análisis de Kasra Naji, BBC Persa
Las elecciones fueron diseñadas para pavimentar el camino a la victoria de Raisi. Esto ha alienado a un buen número de iraníes ya profundamente descontentos con sus condiciones de vida en una economía paralizada por las sanciones de Estados Unidos, pero también por la mala gestión.
El resultado de las elecciones no ayudará a sus preocupaciones e incluso puede llevar más inestabilidad en el país. En los últimos años, Irán ha sido testigo de al menos dos oleadas de graves protestas a nivel nacional, con cientos, algunos dicen que miles, de muertos.
Con la llegada Raisi a la presidencia, los partidarios de la línea dura habrán tomado todos los centros de poder: el poder ejecutivo, así como el legislativo y el judicial. Irán será una sociedad más cerrada. Es probable que las libertades se recorten aún más que antes.
El régimen buscará a China para que ayude a su economía a salir de la profunda crisis y habrá más tensión con Occidente.
*Esta nota fue publicada originalmente el 19 de junio de 2021, tras la victoria electoral de Ebrahim Raisi, y fue actualizada con motivo de su toma de posesión.
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