Madrid

La cuarentena impuesta por la pandemia de puede afectar la salud mental de los menores, al igual que lo haría cualquier otro choque emocional.

La tasa de estrés postraumático en los niños expuestos al confinamiento es cuatro veces superior a la de los infantes que no se han visto sujetos a estas medidas de excepción, precisan los expertos.

Mientras la mayoría de los adultos racionalizan el encierro y toman medidas para aminorar sus efectos, a los más pequeños les cuesta entender por qué deben prescindir de los abrazos, guardar la distancia con los demás o renunciar a las actividades que venían realizando en la calle o el colegio.

En este escenario adverso, con el entorno social reducido, los problemas más frecuentes son el insomnio, la ansiedad, la irritabilidad y la obesidad, aunque otros tantos pueden llegar a desarrollar síntomas de depresión o volverse excesivamente aprehensivos, por lo que evitan tocar todo lo que consideran una fuente de contagio, en especial cuando salen de nuevo. Como consecuencia del encierro, los menores soportan una cantidad de estrés anormal.

“El confinamiento puede estar generando muchos problemas sicológicos y sociales en todos los miembros de cada familia y, en especial, entre niños y adolescentes. Entre otros, alteraciones del estado de ánimo, estrés, alteraciones del sueño, trastornos de conducta alimentaria, síntomas de ansiedad.

“También sicosomáticos, duelos no elaborados, problemas de conducta o relacionados con la adicción a la tecnología y al juego”, indica el Consejo General de la Psicología de España, tras advertir del aumento de casos de violencia de género e intrafamiliar causados por el encierro, algunos de ellos contra niños.

“Por las consultas que me han hecho, lo que más preocupa a las familias es la irritación, la tensión y el nerviosismo que provoca en los menores estar encerrados en casa continuamente.

“También la privación de la socialización con otros y la añoranza por la vida anterior, además de la incertidumbre sobre el final de la pandemia, sin olvidar el aburrimiento”, señala a EL UNIVERSAL Eva Bach, licenciada en Ciencias de la Educación y especializada en la formación de familias y profesores.

“Casi todas estas cuestiones son naturales, lógicas, y con una buena atención por parte del adulto que está cerca, que se sostiene a sí mismo y sabe acoger estas emociones, no tienen porqué llegar a ser traumáticas.

“Si se convierten, es porque desaparece esa capacidad de las personas mayores para ayudar al niño o al adolescente a transformar este tipo de situaciones mediante la seguridad, el consuelo y la esperanza”, agrega la pedagoga, quien reitera que la figura del adulto de referencia es crucial en estas circunstancias.

Cuando los padres consultan sobre cuestiones que rozan el trauma o la depresión de los menores es porque los progenitores tampoco están bien. En este contexto, el comportamiento de los padres es fundamental para evitar los traumas, con una actitud proactiva y preventiva, recalca la experta.

Las emociones se contagian como los virus, por lo que un clima emocional positivo a nivel familiar revierte en un estado de ánimo mucho más positivo por parte de los niños. Si en el entorno hay una buena gestión emocional, es muy difícil que uno genere una depresión.

“Lo que nos tiene que ocupar más en este momento es el miedo al otro y el miedo a la vida. Ver al otro de manera paranoica, como una fuente de contagio y de peligro. Y también considerar la vida mucho más peligrosa de lo que es”, indica la experta en educación.

Enfatiza en que no hay edades de riesgo, puesto que el peligro reside en la carencia de factores de protección, que son en su mayoría de naturaleza emocional y social.

La pedagoga también reconoce que vivir durante el confinamiento en espacios sumamente reducidos y carecer de recursos económicos son sin duda problemas añadidos, pero matiza:

“Como educadora no puedo observar a los niños y niñas que padecen esta situación y pensar que van a desarrollar con toda seguridad un trauma. Hay países que pueden ser muy prósperos y tener gente atormentada y hay otros menos prósperos que pueden vivir de forma más armónica. Esto ocurre también en las familias”.

La especialista asegura que lo que procede es acoger a los niños que viven en la precariedad, por lo que el gobierno y las instituciones tienen que poner a su disposición los recursos necesarios, en lo económico, lo social y lo emocional.

“Si pensamos que no van a salir del atolladero, estamos añadiendo otra carga de dificultad. La mirada en positivo es siempre indispensable”, advierte.

No obstante, las cifras muestran que en un porcentaje significativo de familias, los adultos no cumplen con su función de proteger adecuadamente a los menores.

En Wuhan, capital de la región china de Hubei y epicentro de la pandemia, el porcentaje de escolares con síntomas de depresión alcanzó 26% durante la cuarentena, de acuerdo con un estudio realizado conjuntamente por las universidades de Huazhong (China) y Carolina del Sur (Estados Unidos).

En la provincia de Hubei, uno de cada cinco menores de 14 años presentaba señales de depresión o ansiedad a los 30 días de permanecer encerrados en sus casas.

La interrupción de las actividades al aire libre y la drástica reducción de las relaciones sociales, incluida la pérdida de los amigos del colegio, son las causas principales del incremento de los casos de depresión entre los niños chinos, según los responsables del estudio.

En España, la mayoría de los informes cifran entre 9% y 12% el número de preadolescentes que sufren algún tipo de malestar sicológico como consecuencia del confinamiento, porcentaje que se puede extrapolar a otros países.

Sin embargo, también hay lecturas positivas. Aunque la cuarentena puede generar trastornos sicológicos en los menores, representa asimismo una oportunidad para estrechar las relaciones familiares, sobre todo entre los adolescentes.

Además, un reciente estudio realizado por Eva Bach refleja que un 72% de jóvenes catalanes pertenecientes a distintos entornos socioeconómicos, reconocen que el confinamiento está ayudándoles a reforzar la comunicación y el vínculo con sus padres.

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