Una contienda extremadamente reñida entre Kamala Harris y Donald Trump y hasta un empate técnico en algunos de los siete estados considerados clave para ganar la elección presidencial en Estados Unidos. Eso era lo que pronosticaban las más prestigiosas encuestadoras para las votaciones del martes 5 de noviembre.
Pero, tal como ocurrió en 2016 y 2020, las encuestas se volvieron a equivocar. En palabras de Steven Shepard, editor de campañas y elecciones del medio estadounidense Politico, “lo que se proyectaba como carreras empatadas se convirtieron en victorias decisivas de Trump o en ventajas considerables del republicano a medida que se contaban los votos”.
Y es que, mientras los sondeos de opinión más reputados apuntaban a diferencias muy cortas entre ambos candidatos –de un punto porcentual–, Trump terminó ganándole a Harris por entre tres y cuatro puntos en todos los denominados estados bisagra (ganó en Pensilvania, Michigan, Wisconsin, Carolina del Norte y Georgia y está cerca de confirmar su triunfo en Arizona y Nevada).
En Carolina del Norte, por ejemplo, los promedios de Real Clear Polling le daban a Trump una corte ventaja de 1,3 puntos, pero las proyecciones de resultados de la agencia AP, con el 99% de los votos escrutados, pusieron a Trump tres puntos por encima de Harris.
El caso más dramático se vivió en Iowa, estado sólidamente republicano. Tres días antes de las elecciones, una encuesta le daba la victoria a Harris por tres puntos y al final Trump ganó cómodamente con 13 puntos de ventaja
Y las fallas también se vieron en otras proyecciones como las que conciernen al voto latino o afro que, tal como menciona The Telegraph, vieron aumentar su apoyo a Trump en un nivel que las encuestas no recogieron con anticipación.
“La victoria de Trump fue amplia, y los datos que tenemos hasta ahora muestran que mantuvo o mejoró su porcentaje de votos de 2020 entre casi todos los grupos demográficos. Aunque muchos esperaban que estas elecciones giraran en torno al aborto o la inmigración -temas en los que uno de los candidatos habría obtenido ganancias significativas entre grupos específicos de votantes-, parece, en cambio, que el electorado en su conjunto se desplazó hacia la derecha", le dijo a El Tiempo Barnaby Fletcher, director de análisis de riesgos de Control Risks en Estados Unidos y Canadá.
Shepard asegura que un error de “2 o 3 puntos no es algo anormal desde el punto de vista histórico” y que la diferencia no fue tan dramática como la que se vio, por ejemplo, en 2016, cuando se pronosticaba una victoria de Hillary Clinton por más de siete puntos en estados como Wisconsin, Pensilvania o Michigan, o en 2020. Las mismas encuestadoras podrían celebrar una victoria al afirmar que los resultados estuvieron finalmente dentro del margen de error.
Sin embargo, Shepard asegura que las fallas en los sondeos por tercera elección consecutiva apuntan en la misma dirección: unas encuestas que no logran captar el apoyo real de Trump y que subestiman su desempeño en las urnas.
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“Es evidente que las encuestas subestimaron significativamente el crecimiento de Trump entre los votantes hispanos. Esto también es así entre los votantes blancos”, dijo a la AFP Pedro Azevedo, director de encuestas en Estados Unidos en AtlasIntel, con victorias de Trump en Nevada y Florida por un margen mayor al esperado.
En ello coincide el internacionalista Manuel Camilo González, al afirmar que “las encuestas no fueron capaces de registrar el voto silencioso de los condados rurales ni el malestar frente a la situación económica de varias comunidades (distinta a la blanca) frente a la pérdida de capacidad adquisitiva”.
“Por el contrario, las encuestas sobredimensionaron el fenómeno Harris después del debate presidencial y hasta creo que se dejaron llevar por la ilusión de que el voto anti -Trump era más fuerte que el voto castigo a Joe Biden“, agrega.
¿Cómo es posible subestimar los votos de un grupo? En un artículo en el que intenta explicar por qué las encuestas fallaron en 2016 y 2020, Nate Cohn, analista político jefe de The New York Times, afirma que todo apunta a un “sesgo de falta de respuesta”. Quiere decir que los partidarios de Trump tienen menos probabilidades de responder a las encuestas que los votantes alineados con el otro bando, por lo que su falta de participación en los sondeos lleva a resultados que no son exactos.
En sondeos recientes de The New York Times y Siena College, “los demócratas blancos tenían un 16 por ciento más de probabilidades de responder que los republicanos blancos”, escribió Cohn.
Según él, la teoría más aceptada en la opinión pública menciona que “los encuestadores simplemente no pueden contactar a suficientes votantes políticamente menos comprometidos, y esos votantes apoyan de manera mayoritaria a Trump”.
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“Las encuestas pueden hacerlo bien en las elecciones de medio mandato, cuando solo votan los muy comprometidos, pero subestiman a Trump en las elecciones presidenciales“, agrega.
Y es que las encuestas ya habían fallado dos veces. La primera vez, por subestimar la categoría de “blancos sin título universitario” entre los votantes que dieron la victoria al republicano. La segunda, a pesar de correcciones adoptadas, por infravalorar una vez más el voto a Trump y considerar de más el dirigido a Biden.
Pero, los analistas apuntan a otra razón: una masa de votantes silenciosos, y hasta vergonzantes, que las encuestas no logran medir. En otras palabras, un elector que por miedo a las críticas, prejuicios y estigmas sobre el candidato en cuestión guarda silencio sobre su voto, aunque este ya esté definido.
“Dice que el ser humano, como animal social, no quiere ser dejado de lado por sus pares, discriminado, aislado. Entonces, por temor a la sanción social no dice realmente lo que piensa, porque percibe que el clima de opinión es adverso, y prefiere callar o decir que está de acuerdo con la mayoría, aunque no lo esté”, explicó al respecto Belén Amadeo, profesora titular de Opinión Pública de la UBA sobre un fenómeno similar ocurrido en Argentina.
Previo a la elección, Joshua Clinton, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Vanderbilt en Tennessee, le dio a la AFP otra teoría sobre las fallas en los sondeos: que quizá sean los encuestadores y no los votantes quienes estén detrás.
“Una encuestadora temerosa que obtiene un margen de cinco puntos en una carrera reñida puede optar por ajustar sus resultados para que coincidan con lo que muestran otras encuestas, a fin de que su sondeo particular no dañe su reputación”, le dijo a la agencia citada.
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En todo caso, su triunfo, y la diferencia de las encuestas con la realidad, seguirá siendo todo un tema de debate mientras Washington procesa, lo que supondrá un nuevo periodo de Trump al frente de la Casa Blanca.
ss/mcc