Es una de las grandes paradojas de nuestros tiempos: Estados Unidos, el país más rico del mundo, tiene algunos de los peores índices de pobreza entre las naciones desarrolladas.
Más de medio siglo después de que el presidente Lyndon B. Johnson declarara una "guerra incondicional contra la pobreza", Estados Unidos aún tiene que descubrir cómo ganarla.
Desde esa declaración de 1964, este país tuvo logros asombrosos como aterrizar en la Luna o engendrar internet, pero apenas ha podido bajar su tasa de pobreza a alrededor de 12% desde el 19% de aquel entonces.
Esto significa que cerca de 40 millones de estadounidenses viven debajo de la línea oficial de pobreza.
El problema va mucho más allá de la actual pandemia de coronavirus.
De hecho, pese a ser la nación del mundo más golpeada por el covid-19 y a haber registrado este año sus mayores niveles de desempleo desde la Gran Depresión de 1930, Estados Unidos evitó hasta ahora un aumento de la pobreza gracias a una expansión histórica de los subsidios gubernamentales, según un estudio.
Aún desde antes de esta crisis el país destinaba anualmente miles de millones de dólares a sus programas contra la pobreza, más que el equivalente al PIB de algunos países latinoamericanos.
"Eso es lo irónico: una cosa sería si fuéramos un país pobre y realmente no pudiéramos hacer mucho al respecto. Pero tenemos los recursos", dice Mark Rank, un profesor de la Universidad de Washington en St. Louis, considerado uno de los mayores expertos en pobreza en Estados Unidos, a BBC Mundo.
La cuestión entonces es por qué pasa esto en la gran potencia global.
Hay dos razones clave detrás de la pobreza en Estados Unidos, según los investigadores. Uno está asociado a la forma de encarar el asunto. El otro es económico.
En primer lugar, Estados Unidos carece de una red firme de protección social o de un sistema de apoyo a los ingresos de las personas como tienen otros países, por ejemplo con prestaciones por hijos a cargo.
Los programas de bienestar social que Estados Unidos implementó en las últimas décadas, como los cupones de alimentos o el seguro de desempleo, le permitieron reducir algunos puntos su tasa de pobreza, pero son considerados limitados.
Para explicar esto suelen señalarse factores de tipo cultural.
"Tendemos a ver la pobreza en Estaddos Unidos como un fracaso individual, es decir, que las personas no trabajan lo suficiente, están tomando malas decisiones, no tienen suficientes habilidades y ese tipo de cosas. Por lo tanto, depende de ti levantarte", señala Rank.
"El resultado es que realmente no hacemos mucho en términos de política social para sacar a la gente de la pobreza", agrega.
A esto se suman las diferencias raciales: las minorías aquí sufren el problema de una forma desproporcionada.
Mientras que 11% de los niños blancos en Estados Unidos viven en la pobreza, esa tasa llega a 32% para los niños negros y a 26% para los niños latinos, concluyó el Centro de Datos Kids Count en base a estadísticas de la oficina del censo.
"La pobreza a menudo se considera un problema para los no blancos y eso también reduce la voluntad de ayudar a los demás", dice Rank.
"Hay estudios que muestran que en países más homogéneos en términos de raza y etnia hay una red de seguridad más robusta, porque las personas ven a otros como parecidos a ellos y es más probable que estén dispuestas a ayudar", agrega.
Por otro, los expertos apuntan a un factor económico: el deterioro del mercado laboral de Estados Unidos para los trabajadores de menores salarios, que son cerca de 40% del total y han sufrido pérdidas en sus ingresos reales en las últimas décadas .
Esto es atribuido a diversos motivos, desde la desindustrialización y el debilitamiento de los sindicatos, hasta las transformaciones tecnológicas.
Así, la desigualdad de ingresos y riqueza en Estados Unidos aumentó y es mayor que en casi cualquier otro país desarrollado, según el Consejo en Relaciones Exteriores, un centro de análisis en Washington.
Christopher Wimer, codirector del Centro sobre Pobreza y Política Social en la Universidad de Columbia, sostiene que en Estados Unidos "las oportunidades en el mercado laboral tienden a ir a personas con títulos universitarios y que se han beneficiado del crecimiento económico".
"Y gran parte de ese crecimiento económico no se ha compartido hacia abajo de la escala de ingresos o educativa", dice Wimer a BBC Mundo.
Estados Unidos tuvo avances sociales en las últimas décadas como mayores niveles de educación o calificación de sus trabajadores en general, y una baja de la mortalidad infantil.
Además, los especialistas advierten que la tasa oficial de pobreza de Estados Unidos se basa sólo en los ingresos en efectivo, sin contar ayudas gubernamentales como créditos tributarios, cupones de alimentos o asistencia de vivienda para familias de bajos recursos.
Un estudio reciente realizado por Wimer y otros investigadores de Columbia proyectó que, sin la ayuda de emergencia aprobada ante la pandemia de coronavirus, la tasa de pobreza en el país habría saltado del 12,5% previo a la crisis al 16,3%.
Pero esos beneficios, que han incluido cheques semanales de US$600 a millones de trabajadores afectados por la pandemia, expiran a fin de mes. Y, con los casos de Covid-19 en aumento, su continuidad depende de un acuerdo entre el Congreso y la Casa Blanca.
Distintos expertos han advertido desde antes de la pandemia que el país acepta niveles de pobreza demasiado altos.
"Estados Unidos es uno de los países más ricos, poderosos y tecnológicamente innovadores del mundo; pero ni su riqueza ni su poder ni su tecnología se están aprovechando para abordar la situación en la que 40 millones de personas continúan viviendo en la pobreza", indicó a fines de 2017 el entonces relator especial de la ONU para extrema pobreza y derechos humanos, Philip Alston.
Entre otras cosas, Alston señaló que Estados Unidos tenía la mayor mortalidad infantil en el mundo desarrollado, que la expectativa de vida de sus ciudadanos era menor y menos saludable que en otras democracias ricas.
Y también que su pobreza y desigualdad estaban entre las peores del club de países ricos OCDE, y su tasa de encarcelamiento entre las mayores del mundo.
"Al final del día", sostuvo, "particularmente en un país rico como Estados Unidos, la persistencia de la pobreza extrema es una elección política hecha por aquellos en el poder".
Luke Shaefer, director de la iniciativa Soluciones de Pobreza en la Universidad de Michigan, aboga por políticas más simples en EE.UU. y con un enfoque más universal.
Un estudio realizado por él y otros expertos de la universidad indicó que Estados Unidos invierte US$278.000 millones por año en programas gubernamentales antipobreza, sin contar los gastos en salud.
Si se suman los programas de atención médica para los pobres como Medicaid, la inversión anual alcanza a US$857.000 millones, es decir, más que los PIB combinados de Argentina y Chile.
"Muchos de estos dólares realmente no están destinados a los muy pobres", advierte Shaefer.
Las elecciones de noviembre quizá ofrezcan a Estados Unidos una nueva oportunidad para repensar cómo mejorar ese gasto.
"Hay gente a la izquierda y la derecha que dice que este enfoque no está funcionando para nosotros, tenemos que hacer algunas cosas de manera diferente, necesitamos simplificar", dice.
"Tengo alguna esperanza de que podamos progresar".