Cada año, se registran más de 200 mil terremotos en nuestro planeta, aunque, según estimaciones, se producen varios millones.
Muchos pasan inadvertidos porque son demasiado leves para que podamos sentirlos, o porque ocurren en zonas remotas que no están monitoreadas.
Otros, el que sacudió este viernes Marruecos, causan numerosas víctimas fatales y hacen colapsar edificios enteros.
Construir casas y edificios a prueba de sismos es, obviamente, la mejor estrategia para evitar tanto pérdidas humanas como materiales. Evacuar con antelación las zonas que se verán afectadas —como en el caso de un huracán— también contribuiría en este sentido.
Sin embargo, esto último no puede hacerse —salvo algunos minutos antes— ya que, los sismos, son imposibles de predecir.
¿Por qué? ¿Qué tienen los movimientos telúricos para que los científicos no puedan decir con certeza cuándo ocurrirán?
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La mayoría de los terremotos se producen por la liberación repentina de la tensión en la corteza terrestre.
Esta tensión se va acumulando gradualmente debido a los movimientos tectónicos, normalmente a lo largo de una falla geológica, explica en su página la Sociedad Geológica de Reino Unido.
Pero resulta imposible predecir cuándo ocurrirá, "básicamente por la forma en que se libera ese estrés", le explica a BBC Mundo Richard Luckett, sismólogo del British Geological Survey.
"Sabemos que la tensión se está acumulando en las grandes fallas y sabemos dónde están éstas, pero no tenemos modo de saber en qué momento la van a liberar", dice.
Para ayudarnos a entender el problema, Luckett utiliza el ejemplo de un experimento que normalmente suele hacer para explicar este fenómeno a los niños.
"Si pones un ladrillo sobre un trozo de papel de lija y lentamente retiras el papel con un resorte, el ladrillo se moverá. Puedes repetir este experimento 10 veces, y aunque apliques todas las veces la misma fuerza, verás que el ladrillo se moverá repentinamente después de distintos intervalos de tiempo", dice Luckett.
"En términos físicos es completamente impredecible".
Lo que sí al menos pueden saber los expertos es dónde hay probabilidades de que se produzca un terremoto de gran intensidad, "ya que estos tienen relación con el tamaño de la falla", aclara Luckett.
No obstante, esto no contribuye a predecir cuál será la intensidad de un terremoto, ya que la presión puede ser liberada en una serie de sismos pequeños o en un terremoto grande.
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¿Y no hay acaso otros signos, como algún cambio en el clima o en el comportamiento de los animales que nos puedan ayudar a predecir un movimiento telúrico?
"Los sismos no tienen nada que ver con el estado del tiempo y ciertamente no hay una conexión con el cambio climático", aclara el científico.
"Son sistemas completamente diferentes".
Pero el caso de los animales es interesante, añade.
Mucho se ha reportado desde hace tiempo de cómo algunos animales muestran un comportamiento distinto ante la inminencia de un terremoto.
Se dice que los perros ladran más o que los animales están más ruidosos en general.
Esto se debe a que "cuando hay un terremoto grande a gran distancia, este provoca distintas ondas que viajan a través de la tierra. Las primeras son muy pequeñas, no hacen daño, y muchas veces ni siquiera las percibimos", dice Luckett.
"Pero los animales sí".
Aún así, tampoco esto es de gran ayuda a la hora de predecir un sismo.
"Los animales sienten estas vibraciones, pero esto ocurre una vez que ya se ha producido el terremoto", asegura el experto.
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"Nos avisan del peligro un poco antes (el tiempo depende de la pausa que se produce entre las ondas pequeñas y las más grandes), de la misma forma que lo hacen las alarmas".
"Y en este sentido, los dispositivos son más sensibles que los animales".
En definitiva, el experto cree que no es —ni tampoco será— posible predecir terremotos.
"Lo que si se podrá hacer es pulir la forma de detectar las probabilidades".
mcc