Barcelona. Seis años después del referéndum de autodeterminación en , declarado ilegal por el Tribunal Constitucional, la política española vuelve a girar en torno a las dinámicas de esta próspera región del noreste.

Dado que ni el bloque de la derecha ni el de la izquierda han sido capaces de alcanzar la mayoría absoluta, los partidos independentistas catalanes, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), y sobre todo Junts per Cataluña, tienen la llave de la gobernabilidad de España. Y en ningún caso se plantean utilizarla para que el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo,pueda acceder a la Moncloa.

Aunque los partidos independentistas han retrocedido de forma clara en las urnas respecto a sus resultados en las en 2019, pasando de 23 diputados a tan solo 14, sus votos son ahora más decisivos que nunca. Ahora bien, esta posición de privilegio entraña también una gran responsabilidad y riesgos, ya que si optan por una posición maximalista, podrían continuar perdiendo apoyos. Y es que el ambiente político en Cataluña ha cambiado en los últimos años, y una parte de la sociedad parece haber abandonado el sueño de la independencia por considerarlo imposible.

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De hecho, el gran ganador de estas elecciones en Cataluña ha sido el Partido Socialista, que ha logrado 19 diputados de los 48 que se otorgan en esta región. En segundo lugar, y bastante alejados, hubo un triple empate entre Sumar, ERC y Junts, todos ellos con siete diputados. En cuarta posición quedó el PP con seis bancas. Vox suscita un gran rechazo en Cataluña, ya que su programa incluye abolir el régimen de autonomía política. Así pues, Sánchez se ha beneficiado de una gran bolsa de voto útil en Cataluña que ha resultado clave para evitar la mayoría absoluta del bloque de la derecha.

Si bien Junts y ERC comparten el objetivo de la independencia, muchas son las diferencias ideológicas y estratégicas entre ellos. De hecho, estas discrepancias llevaron hace unos meses a una agria ruptura del gobierno de coalición que mantenían en la Generalitat desde hace más de una década. Por un lado, ERC es un partido netamente de izquierda, que participó en la mayoría de investidura de Sánchez, y que en la cuestión nacional ha optado por el gradualismo. Por el otro, Junts es un partido de centroderecha que defiende una posición maximalista.

Esta divergencia se ha plasmado en la cuestión de la mesa de diálogo entre los gobiernos de Barcelona y Madrid, la propuesta estrella de ERC para encarrilar el conflicto entre Cataluña y España. Junts considera que la mesa es un “fraude” porque el gobierno central se ha negado a negociar la autoderminación y defiende la vía de la confrontación para lograr la independencia de Cataluña.

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Alianza con condiciones

Durante la campaña electoral, la cabeza de lista de Junts, Miriam Noguera, no se cansó de repetir que su partido pondría una sola condición al partido que quisiera contar con sus votos o abstención en la investidura: la celebración de un referéndum de autodeterminación legal y pactado. En la noche electoral, sus declaraciones destilaron firmeza pero no reiteraron la condición del referéndum como la única, lo que podría abrir la puerta a una rebaja en sus planteamientos.

“No haremos presidente a Pedro Sánchez a cambio de nada. Nuestra prioridad es Cataluña, no es la gobernabilidad del Estado. Tenemos memoria y muchas deudas pendientes”, proclamó Noguera, que tendió la mano a ERC para restañar heridas y forjar una posición negociadora conjunta.

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Gabriel Rufián, cabeza de lista de ERC en estas elecciones, recogió el guante lanzado por Noguera, pero le instó a definir públicamente cuál es el precio que quiere poner a la investidura. “Nuestras condiciones son tres y son claras”, deslizó Rufían en una comparecencia antes los medios. En una reciente entrevista con El País, Rufián definió así sus condiciones: un acuerdo para mejorar la financiación de Cataluña, el traspaso de las competencias ferroviarias a la Generalitat, y que el gobierno central no “vuelva a levantarse de la mesa de diálogo”.

Y es que Sánchez solo aceptó a regañadientes sentarse en la mesa de diálogo, la principal condición que le puso ERC para votar su investidura en 2019. Una vez ya en la Moncloa, el presidente buscó excusas diversas para no convocar una segunda reunión de la mesa, como por ejemplo el estallido de la pandemia de Covid. El principal fruto del pacto entre PSOE y ERC fue el indulto a los nueve políticos encarcelados por el referéndum, aquellos que, a diferencia del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont, descartaron huir al exilio.

Así las cosas, la negociación entre Sánchez y los independentistas catalanes se augura muy complicada, pues tanto entre las filas socialistas como las de ERC se considera que su pacto esta legislatura los ha dañado electoralmente, lo que les puede empujar a mantener unas posiciones negociadoras más duras en esta ocasión. Pero ello llevaría a una repetición electoral que ninguno de ellos quiere.

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asf

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