Huyen del colapso económico en su país, y ante las hostilidades en algunas ciudades, centenares de venezolanos están buscando abrigo en comunidades indígenas del lado brasileño de la frontera.
Este movimiento ocurre mientras crecen las tensiones entre venezolanos y brasileños en varios centros urbanos, que incluso terminaron en enfrentamientos en Pacaraima, en el estado brasileño de Roraima, el pasado mes de agosto.
Líderes comunitarios dijeron a BBC News Brasil que entre los venezolanos que llegaron a las aldeas hay indígenas y no indígenas.
La mayoría de los poblados queda a los lados de la carretera BR-174, que comunica Boa Vista —capital de Roraima— con Venezuela.
Edinho Macuxi, coordinador del Consejo Indígena de Roraima (CIR), organización que representa a 237 comunidades indígenas del estado, afirma que los venezolanos están durmiendo en las casas de los residentes, con quien negocian los términos de la estancia.
Muchas veces, dice, los inmigrantes se comprometen a ayudar con los trabajos en el campo u otras actividades durante la permanencia, que suele durar varios meses.
Macuxi, sin embargo, también afirma que muchos residentes están descontentos con la llegada de venezolanos y con el impacto sobre los servicios públicos.
Temen, además, que los venezolanos nunca dejen su territorio.
"Cuando tienes una comunidad de 300 personas y de repente tienes que atender a 600, una situación que ya no era buena se vuelve todavía más complicada", dice.
El pasado fin de semana, un pequeño grupo de indígenas protestó en la BR-174 en Pacaraima, pidiendo un control más rígido en la frontera.
En mayo, tres organizaciones indígenas de Roraima (Sociedad de Defensa de los Indígenas de Roraima, Alianza de Integración y Desarrollo de las Comunidades Indígenas de Roraima y la Asociación de Desarrollo de los Pueblos Indígenas Taurepangs del Estado de Roraima) se declararon a favor de la propuesta de la gobernadora del estado, Suely Campos, de cerrar temporalmente la frontera.
La posición, no obstante, no es unánime entre los indígenas del estado, especialmente entre los que tienen vínculos con los indígenas venezolanos.
Hay tierras indígenas en prácticamente la totalidad de los 2 mil 200 km del lado brasileño de la frontera con Venezuela. La mayor de ellas, perteneciente al pueblo Yanomami, tiene casi la misma extensión que Portugal.
Y el desplazamiento de indígenas en regiones de la frontera es común desde que las divisiones entre los países sudamericanos cruzaron los territorios de esos pueblos.
De hecho, en varios puntos del continente, las fronteras separaron etnias o se interpusieron entre grupos que mantenían alianzas.
Uno de los puntos de concentración es la comunidad de Três Corações, en el municipio de Amajari, en Roraima.
En al menos cuatro poblados (Sorocaima, Bananal, Samã y Boca da Mata), la mayoría de los inmigrantes son indígenas de la etnia pemón, que habitan el lado venezolano de la frontera y comparten lengua y costumbres con los taurepang, del lado brasileño.
"Ellos relatan que la situación del otro lado está muy difícil y no tienen más dinero para comprar comida", dice a la BBC la activista indígena Telma Taurepang, que estima que hay centenares de venezolanos en las aldeas.
Candidata al Senado en Roraima por el Partido Comunista Brasileño (PCB), Telma afirma que, a pesar de los lazos históricos con el grupo, las comunidades son sumamente aprensivas.
"Nosotros, los indígenas, no tenemos fronteras. No queremos expulsar a los hermanos venezolanos, mucho menos a los familiares, pero los desplazamientos grandes y no planeados provocan problemas", dice Telma.
Agrega que las comunidades están molestas con la situación. Muchos temen que los venezolanos porten enfermedades. Este año se registraron más de 200 casos de sarampión en Roraima, la mayoría entre venezolanos.
"El clima puede empeorar si llegan más, porque puede convertirse en un caos en la cuestión sanitaria", dice la activista.
Telma reclama al gobierno federal que envíe más recursos para los servicios públicos y la recepción de inmigrantes en Roraima, para desahogar a las comunidades.
Hace dos semanas, 25 indígenas venezolanos de la etnia warao llegaron al estado de Pará, donde fueron acogidos por una comunidad munduruku.
Y en los últimos años, conforme crecía la crisis en Venezuela, centenares de indígenas de ese grupo llegaron a ciudades del norte de Brasil.
La Secretaría Especial de Salud Indígena (Sesai), órgano del Ministerio de Salud, informó en una nota remitida a BBC News Brasil que los "servicios prestados a la población indígena que vive en territorios indígenas se mantienen de forma rutinaria".
La secretaría informó que, desde el año pasado, notó un aumento del flujo migratorio en los distritos sanitarios colindantes con Venezuela.
"El impacto más significativo para los equipos multidisciplinares de salud indígena se produce en la realización de la cobertura de vacunas y en la intensificación de la vigilancia epidemiológica en esos lugares, principalmente en las áreas más cercanas a la frontera", afirma el organismo.
El director de la Federación de las Organizaciones Indígenas del río Negro (Foim), Marivelton Baré, dijo a BBC News Brasil que las comunidades de la región están preocupadas por el tránsito de personas vinculadas con el crimen organizado y el aumento de robos y hurtos en las aldeas.
Según Baré, el movimiento de extranjeros por tierras indígenas del río Negro aumentó en el último año. Explica que muchos entraron por Cucuí, en el estado de Amazonas, en la triple frontera entre Brasil, Venezuela y Colombia.
A finales de julio, el ejército incautó media tonelada de marihuana en un barco en Santa Isabel do Río Negro, también en la frontera con Venezuela. Se cree que la carga iba camino de Manaus.
Baré agregó que la Fundación Nacional del Indio (Funai), órgano federal responsable de la protección de las tierras indígenas, no está logrando impedir el ingreso de extranjeros.
"La inseguridad es general", dice Baré. "Nuestras comunidades y ciudades son muy vulnerables".
Contactada por la BBC, la fundación no se posicionó sobre la entrada de extranjeros en territorios indígenas.
"En la región de la frontera, la actuación de la Funai también mantiene en funcionamiento los flujos necesarios para que se pueda hacer frente a su misión legal de proteger y promover los derechos de los pueblos indígenas que se encuentran en territorio brasileño", dijo la fundación en una nota.
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