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Fue el primer presidente de derecha en Chile en casi 50 años y ahora volverá al poder. Sebastián Piñera ganó el balotaje de este domingo al oficialista Alejandro Guillier y el próximo 11 de marzo volverá a recibir la banda presidencial de la socialista Michelle Bachelet.
Este magnate de 68 años se preparó cuidadosamente durante los últimos cuatro años para volver al palacio presidencial de La Moneda. Y hasta el 19 de noviembre, el día de la primera vuelta, parecía que nada ni nadie se lo impedirían.
Pero el 36.6% de los votos obtenidos en la primera vuelta electoral, muy por debajo de lo que auguraban las encuestas, lo desestabilizó hasta el punto de cometer gafes impropios en alguien que ha pasado cerca de 30 años en la lucha política.
Como cuando dejó entrever que hubo fraude porque a "muchas personas" les habrían pasado papeletas de voto marcadas con los nombres de sus oponentes o cuando aseguró que muchos casos de niños transgénero "se corrigen con la edad", generando críticas y rechazo generalizado.
Pero nada de eso le impidió volver a ceñirse la banda presidencial tras ganar por casi nueve puntos de diferencia en la segunda vuelta de este domingo a Guillier, un resultado más holgado de lo esperado.
Para la segunda vuelta y en un intento de captar a un sector esquivo que votó por el cambio, dio un giro a algunos pilares de su programa político como la gratuidad de la enseñanza superior.
Tras sostener que "lo que cuesta dinero se aprecia más", ahora propuso mantener las ayudas que reciben cerca de 260 mil estudiantes universitarios y ampliarlas a los alumnos de formación profesional con menos recursos que ha empezado a introducir paulatinamente la socialista Michelle Bachelet durante su gobierno.
Durante su primer mandato (2010-2014) el semanario satírico The Clinic llevó a compilar las constantes metidas de patada de este ávido lector y apasionado por la historia.
No sabemos qué pensará su gran amigo el premio Nóbel de Literatura Mario Vargas Llosa, quien al principio de la campaña se desplazó a Chile para darle su apoyo cuando le oye decir cosas como "oportunística", que lanzó en el último debate con su rival Alejandro Guillier el pasado lunes, haciendo las delicias de los cibernautas que la convirtieron en trending topic en las redes sociales.
Multimillonario -según Forbes tiene una fortuna de 2 mil 700 millones de dólares-, y tiburón para los negocios -en la primera presidencia se tuvo que deshacer de algunas de sus joyas como la aerolínea LAN (ahora LATAM tras la fusión con la brasileña TAM) y del club de fútbol Colo Colo, que le reportó 7,4 millones de dólares.
Los críticos aseguran que durante su presidencia se movió por una fina línea entre sus negocios privados y los deberes de un hombre de Estado. Al inicio de la campaña, anunció que todos sus negocios los gestionaría un fideicomiso ciego.
Mientras era mandatario y se discutía un litigio marítimo entre Chile y Perú en la Corte de Justicia de La Haya , una de sus empresas compró acciones de la pesquera peruana Exalmar, una de las beneficiadas de la sentencia internacional que modificó el límite marítimo entre ambos países, agregando para Perú unos 22.000 km de mar. Fue sobreseído recientemente en ese caso por la justicia chilena.
El candidato presidencial aparece casi siempre acompañado en los mítines de campaña por su esposa, Cecilia Morel, sus cuatro hijos y algunos de sus siete nietos, que le han suavizado el carácter, dice una colaboradora que pidió omitir su nombre.
Exigente, culto, divertido, con la cabeza llena de ideas y proyectos, Piñera tiene un gran sentido del humor, a decir de su colaboradora.
Y un compromiso con los más pobres, según su esposa, uno de sus grandes activos de la campaña.
"No los defraudará porque Sebastián conoce profundamente las injusticias, las carencias y las necesidades apremiantes en que viven tantas familias", aseguró este domingo en una carta publicada por diario El Mercurio.
Su rostro crispado, sus tics nerviosos - un molesto movimiento de hombros -, su ostentoso reloj rojo -el color de su campaña- y sus bromas (algunas machistas de mal gusto), han vuelto a ser la seña de identidad de su campaña.
lsm