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Una huelga de petroleros abrió el miércoles un nuevo frente de conflictos en Brasil , sumido en una crisis que desbordó al impopular gobierno de Michel Temer y obligó a la presidenta de la corte suprema a rebatir cuestionamientos del sistema democrático.
La huelga del sector petrolero , de 72 horas, se produce en momentos en que la mayor economía latinoamericana sale lentamente de un paro de camioneros que durante más de una semana provocó desabastecimiento de carburantes, insumos y alimentos.
La protesta desafía un fallo de la justicia laboral, que la tildó de abusiva y amenazó con penalizar a los sindicatos que la convocaron con multas de 500.000 reales (USD 135.000) por cada día de paro.
Unos 15.000 de los 30.000 trabajadores sindicalizados participaban en el movimiento, que afectaba una decena de refinerías y varias plantas de Petrobras en doce estados, indicó a la AFP la F ederación Única de Petroleros (FUP ).
La movilización busca la disminución de los precios del gas de cocina y de los combustibles , exige la renuncia del presidente de Petrobras, Pedro Parente , y el fin de la venta de activos de la estatal, impulsada por Temer desde que asumió el poder en 2016 tras el impeachment de la izquierdista Dilma Rousseff .
La FUP afirma que esta huelga es solo "advertencia" y que no agravará el desabstecimiento del país, porque las refinerías están bien surtidas. Pero que si no alcanza sus objetivos puede llamar a ua huelga por tiempo indeterminado a mediados de junio.
"¡Defender a Petrobras es defender a Brasil!", gritaban un centenar de sindicalistas con su uniforme naranja frente a la refinería de Duque de Caxia s, en las afueras de Rio de Janeiro.
"Los petroleros estamos en lucha en defensa de Petrobras y contra este desmonte que están haciendo Pedro Parente y Michel Temer", dijo Tezeu Bezerra, coordinador de Sindipetro Norte Fluminense de Rio.
La crisis se produce a casi cuatro mses de las elecciones generales, que se presentan como las más inciertas desde el retorno de la democracia en 1985.
La presidenta de la corte suprema, Cármen Lúcia, se sintió obligada el miércoles a defender la democracia como "único camino legítimo" para superar el "grave momento" del país, después que se hicieran oír llamados a una "intervención militar" durante la huelga de camioneros.
"Solo tenemos nostalgia de lo que fue bueno (...) en la historia de nuestra patria. Regímenes sin derechos forman parte de un pasado que no se puede olvidar, aunque no quisiéramos recordarlo", declaró.
Temer, que ostenta récors de impopularidad (con 5% de aprobación) es el primer mandatario en ejercicio denunciado por corrupción, aunque el Congreso -de mayoría oficialista- lo salvó dos veces de tener que ser investigado.
El favorito en las encuestas es el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), encarcelado por corrupción y lavado de dinero, seguido de lejos por el diputado Jair Bolsonaro, un nostálgico de la época de la dictadura, que sin embargo tomó distancias con cualquier llamado a un golpe.
La movilización de los petroleros echa más leña al fuego en un Brasil que empieza a normalizar la distribución de alimentos y gasolina tras la huelga de camioneros contra los altos precios del diésel.
Acorralado, Temer pidió la semana pasada ayuda al Ejército para despejar las carreteras, pero el domingo anunció una serie de concesiones como una disminución temporal del precio del diésel con subvenciones del gobierno.
Esas medidas, que no acabaron de inmediato con el movimiento, hundieron las acciones de Petrobras y pusieron en entredicho las metas de austeridad abanderadas por su gobierno".
"Es sumamente improbable que el descontento social derribe a Temer en su etapa final, pero representa un riesgo para las políticas fiscales y la actividad económica. Votantes enojados, un gobierno débil y las elecciones traerán más protestas en los próximos meses", advirtió el Grupo Eurasia.
"El ambiente solo va a empeorar", añadió este grupo de análisis al señalar que esta fue la "semana más difícil" de Temer desde que en mayo del año pasado estalló el escándalo del gigante cárnico JBS, por el que el mandatario conservador fue denunciado dos veces por corrupción.