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Durante varios minutos la mexicana Juliana Velandia Santaella pensó que no saldría con vida del callejón donde el sábado murieron más de 150 personas durante las celebraciones de Halloween en Seúl, y en el que ella estuvo al menos media hora completamente atrapada y “sin poder respirar”, según relata a EFE.
“Estaba totalmente paralizada. No podía mover ni siquiera los dedos de los pies”, recuerda con una sorprendente entereza esta joven de 23 años originaria de Mexicali .
Juliana logró finalmente salir del callejón, pero sufre ahora de rabdomiólisis, que se produce cuando el oxígeno no llega a los músculos (en caso de aplastamiento, por ejemplo) y la descomposición del tejido pasa al torrente sanguíneo, pudiendo dañar después los riñones, además de provocar otras posibles secuelas.
Sabe muy bien de lo que habla; es estudiante de medicina de intercambio y actualmente estudia en la Universidad Católica de Bucheon (al suroeste de Seúl), donde llegó el pasado agosto.
Velandia recuerda haber tomado una foto en compañía de su compañera de cuarto, Carolina Cano, también mexicana, en la calle de bares más concurrida del barrio, Itaewon ro 27 ga gil, a las 22:08 hora local del sábado (13.08 GMT), tal y como quedó registrado en su teléfono.
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“Caminamos unos metros, doblamos a la izquierda y en el callejón ocurrió todo. Yo estaba en la parte de arriba de la pendiente. Y todos empezamos a caer hacia abajo. Nos empezaron a empujar, a empujar, a empujar y no paraban”, rememora la bajacaliforniana sobre el momento en que trataron de llegar a la avenida principal del barrio, Itaewon ro, a través de la mencionada callejuela, de apenas 3.2 metros de ancho.
“En un punto nos empezaron a empujar tanto que la perdí (a mi compañera) de vista. Ya no sabía dónde estaba. Me empezaron a aplastar todo mi tórax y no podía expandir mis pulmones y no podía respirar”, añade en una entrevista telefónica.
Lo que sigue es un relato aterrador sobre el episodio que le ha costado la vida a más de 150 personas, la mayoría mujeres -normalmente menos corpulentas- que, como Juliana, estaban en la veintena.
“En un punto mis pies ya no estaban tocando el piso, ya había cuerpos debajo de mí. Había un muchacho que estaba inconsciente y me estaba aplastando y mis piernas estaban resultando tan aplastadas que dejé de sentirlas. Yo juré en un momento dado que iba a perder las piernas, que me las iban a romper... Que nunca más las iba a poder mover”, explica.
Durante varios minutos lo único que pudo mover fue el cuello y comprobó “que ya no podía respirar por la nariz porque no podía expandir los pulmones”.
“Me di cuenta que la única manera de poder seguir respirando era por la boca. Estuve haciendo respiraciones muy cortas y rápidas por la boca”, rememora Velandia. “Pensé: 'Vale, soy la siguiente'. Realmente pensé que iba a morir”, dijo.
Una vez que levantaron al joven inconsciente que estaba encima de ella, pudo respirar mejor y un muchacho coreano, que no era de los equipos de rescate, empezó a tirar de ella.
“El problema es que mis piernas seguían atoradas entre todos los cuerpos. No podían levantarme. Este muchacho me ayudó a sacar mis piernas de entre los cuerpos. Cuando me liberaron miré el celular y eran las 22:58 de la noche. Quiero suponer que estuve ahí atrapada entre 30 y 40 minutos”, afirma.
Velandia tardó varios minutos en poder volver a caminar porque sus piernas seguían dormidas por la falta de circulación.
“No encontraba a mi amiga, me quedé una hora esperando a ver si encontraba... su cuerpo”, relata con gran pesar.
Afortunadamente la encontró gracias a que su compañera, que perdió el celular en el tumulto, pudo marcar su número desde el teléfono de otra persona cuando ella también logró salir con vida de ese callejón.
“Nos abrazamos y lloramos mucho cuando nos vimos porque realmente pensábamos que la otra estaba muerta”, dijo Velandia. “Es un verdadero milagro que estemos vivas”.
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Ambas pasaron el resto de la noche en casa de un amigo en Itaewon y acudieron al hospital al día siguiente porque Juliana tenía fiebre. En la sala de urgencias del Hospital St. Mary de la Universidad Católica de Corea le diagnosticaron la rabdomiólisis. Ahora sufre ahora un terrible dolor muscular.
“Me duele respirar, me duele caminar. Básicamente no me puedo mover”, explica la mexicana, a la que le espera una dolorosa recuperación, tanto en lo físico como en lo anímico.
G. Keith Still, experto en seguridad de multitudes y profesor visitante de ciencias de las multitudes en la Universidad de Suffolk (Reino Unido), declaró al diario The Washington Post que la asfixia por compresión o restricción es la causa probable de la mayoría de las muertes en una multitud. La gente tarda unos seis minutos en entrar en este estado cuando sus pulmones no tienen espacio para expandirse.
“La gente no muere porque le entre el pánico”, dice. “Entran en pánico porque se están muriendo. Así que lo que ocurre es que cuando los cuerpos se caen, cuando la gente se cae encima, la gente se esfuerza por levantarse, y acaba retorciéndose los brazos y las piernas”.
Con información de EFE