París.— La Ciudad Luz está perdiendo su brillo mientras en las aceras se acumulaban el martes toneladas de basura en el noveno día de huelga de los recolectores. La creciente suciedad es el signo más visible de la indignación generalizada que causó la propuesta de ley del gobierno de Francia para aumentar en dos años la edad de jubilación.

El mal olor de la comida podrida ha comenzado a escaparse de algunas bolsas de basura y cubos desbordados. Ni el Palacio de Luxemburgo, la sede del Senado ubicado en la orilla izquierda del río Sena, ni al otro lado de la ciudad, una calle a pocos pasos del Palacio del Elíseo, donde aparentemente se acumulan los desechos de la residencia presidencial, se han librado de la huelga.

Los turistas desean contemplar la torre Eiffel desde la impresionante explanada de Trocadero, pero cuando salen del Metro, deben recorrer un muro de sacos de plástico. En el centro, las otrora callejuelas románticas están sembradas de cajas y cartones, a veces con comida en mal estado.

“Nunca he visto esto en Canadá”, asegura Omera, una turista de ese país con el cabello pintado de rosa, después de tomar una foto de la basura en Saint Michel, en el barrio latino. “¡Esto hará huir a los turistas!”, pronostica. Para obligar al gobierno a dar marcha atrás en su reforma de las pensiones, los sindicatos recrudecieron la semana pasada sus acciones con huelgas prorrogables en sectores clave como energía y transporte, después de haber organizado manifestaciones masivas en enero y febrero.

En París, los empleados municipales de recolecta de basura empezaron hace más de una semana su paro, que afecta a la mitad de la capital, y decidieron prolongarlo hasta el día 20.

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