San José
La palabra “paramilitar” volvió a sonar en Centroamérica ante la crisis política que estalló en abril pasado en Nicaragua.
Con la sombra de ser germen de los escuadrones de la muerte,el término refiere a masacres, magnicidios, asesinatos, torturas, desapariciones, detenidos, secuestros y ejecuciones sumarias en América Latina y el Caribe en una violencia de la segunda mitad del siglo XX que se ha prolongado al siglo XXI.
De los “Tonton-Macoutes” o “Voluntarios para la Seguridad Nacional” —que desde 1957 aterrorizan, asesinan, secuestran y extorsionan en Haití como secuela de la dictadura de la familia Duvalier que gobernó hasta 1986 y ahora (con otro nombre) se aliaron al crimen organizado—, a los escuadrones de la muerte en El Salvador, Guatemala o Argentina, el término “paramilitar” remite a terror e impunidad: fuerzas paralelas al servicio de gobiernos legítimos y de los regímenes dictatoriales o de facto, de derecha o de izquierda.
Aunque las bajas por impacto paramilitar, derechistas e izquierdistas, son decenas de miles, una figura se colocó en la cúspide mundial de las víctimas: el salvadoreño Óscar Arnulfo Romero y Galdámez (1925—1980), arzobispo de San Salvador y asesinado por un escuadrón de la muerte el 24 de marzo de 1980, en lo que detonó la guerra civil de El Salvador de 1980 a 1992.
Reconocido mártir por el Vaticano en 2015 por “odio a la fe” y beatificado ese año, Romero se convirtió en el primer arzobispo mártir de América.
Al frente quedó un referente paramilitar: el militar y político derechista salvadoreño Roberto d’Aubuisson (1944-1992), cerebro creador de los escuadrones de la muerte de El Salvador y acusado en un informe avalado por la ONU de ser autor intelectual del asesinato de Romero.
El terror fue propagado por “Orden”, en El Salvador; “Batallón 3-16”, en Honduras, y “Mano Blanca”, que actuó en Guatemala, país que sufrió una guerra civil de 1960 a 1996 entre fuerzas armadas y paramilitares y las guerrillas comunistas, a las que también se les atribuyeron atrocidades.
“Los paramilitares son una práctica inmoral para controlar a sectores considerados como enemigos del sistema”, adujo el guatemalteco Nery Rodenas, director ejecutivo de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala. “Lamentablemente están vigentes en Centroamérica”, señaló en entrevista con EL UNIVERSAL.
Los grupos en el sur
En el resto del continente también hubo grupos paramilitares, como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), que operó de 1973 a 1976 y formada por seguidores del ex presidente argentino, Juan Domingo Perón (1895—1974), policías y militares para asesinar a izquierdistas.
El Comando Libertadores de América (escuadrón de la muerte pro-peronista) y la Concentración Nacional Universitaria (nació en 1968 y peronista) también operaron en Argentina, entre muchos otros grupos paramilitares.
En la dictadura de ese país, de 1976 a 1983, los paramilitares apoyaron al régimen castrense en actos similares a los desplegados en la lucha anticomunista en Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y Brasil en los últimos 40 años del siglo XX.
Amnistía Internacional, ente que vigila el panorama mundial de derechos humanos, denunció en 1981 una “repugnante política de terror” en América Latina y el Caribe y ratificó la categoría de “crimen de guerra” para la práctica que, en 15 años desde 1966, dejó unos 70 mil detenidos-desaparecidos en la zona.
En Perú se tiene registro de la existencia d el Grupo Colina y el Comando Rodrigo Franco, fuerzas derechistas que emergieron en el decenio de 1990 al amparo del gobierno de Alberto Fujimori.
En una depurada expresión paramilitar y al abrigo de políticas estatales contra las guerrillas comunistas en la década de 1970, en Colombia nacieron en 1981 movimientos armados de narcotraficantes, agricultores y ganaderos y que, al mutar a autodefensas, todavía influyen en la política por su vínculo con el crimen organizado y la represión social.
Los Batallones de la Dignidad existieron de 1997 a 1989 en Panamá y fueron creados por el entonces “hombre fuerte” de ese país, el general Manuel Noriega (1934—2017), ante el denunciado asedio “imperialista” de Estados Unidos para presuntamente impedir la entrega en 1999 del Canal de Panamá a soberanía panameña. Los batallones atacaron a opositores desarmados, pero salieron en desbandada en diciembre de 1989, con la invasión militar de Estados Unidos.
Otros paramilitares anti EU son los colectivos del chavismo en Venezuela, denunciados por el antichavismo como represores, o los que atacan fuertemente armados en múltiples sitios de Nicaragua, ostentan su apoyo al presidente nicaragüense, Daniel Ortega, y hostigan a opositores desarmados.
Ortega ha negado tener nexos con los grupos paramilitares y ha argumentado que son criminales opositores, pese a que numerosas evidencias exhiben que operan asociados a tropas policiales en el conflicto nicaragüense en contra del gobierno y en demanda de democracia.
Los paramilitares de Ortega, afirmó la costarricense Lina Barrantes, directora de la (no estatal) Fundación Arias para la Paz, “son una desgracia para Nicaragua”.