Madrid.— La pandemia no ha logrado detener el comercio ilegal de animales a nivel mundial, aunque el cierre de fronteras y las medidas de seguridad han ralentizado la actividad de las mafias que se han visto obligadas a reorganizarse.
Desde la propagación de la pandemia en el primer trimestre de 2020, las redes dedicadas al tráfico de especies salvajes están enfrentando diversas dificultades para transportar sus mercancías y acceder a los mercados y clientes, señala un informe de Wildlife Justice Commission (WJC).
“La pandemia ha dificultado el comercio ilegal de animales, pero no lo ha impedido. Los traficantes han estado muy activos, seguramente porque tenían durante el confinamiento cierta sensación de impunidad, sobre todo en el medio natural ante la falta de visitantes y la impresión de que no había tanta vigilancia, aunque las autoridades siguieran trabajando”, señala a EL UNIVERSAL Laura Moreno Ruiz, técnica del programa de especies de World Wide Fund for Nature (WWF) España.
El tráfico ilegal de especies salvajes mueve cerca de 23 mil millones de dólares anuales, según datos de Naciones Unidas, siendo uno de los más lucrativos junto al comercio de drogas y armas. El negocio ilícito abarca sobre todo el tráfico de reptiles, pangolines, peces y aves, pero también mamíferos de mayor volumen, como los grandes simios.
China y otros países asiáticos, junto a Europa y Estados Unidos, son los principales mercados para la venta clandestina de especies por parte de redes criminales ubicadas en distintos países y perfectamente organizadas para capturar, transportar y vender los especímenes.
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“El impacto es muy importante pero desconocido, porque no se detecta todo lo que comporta el tráfico ilegal. Lo que conocemos es la punta del iceberg. En la última década se están registrando del orden de 20 mil incautaciones al año en distintos países y afectan a unas 6 mil especies, aunque algunas incautaciones como las de la anguila pueden afectar a miles de ejemplares”, agrega la licenciada en Ciencias Ambientales.
“Se trafica con todo tipo de especies, mamíferos, aves, reptiles, anfibios, en fin, prácticamente todos los grupos, aunque las tendencias cambian en función de la demanda del mercado. También se trafica con vegetales, como las maderas palo de rosa y agar que son preciadas por su valor y que provoca la sobreexplotación de los bosques”, asegura la especialista, luego de subrayar que un porcentaje muy alto de animales sufren maltrato y muchos mueren durante el desplazamiento ilegal.
Los animales que se utilizan para traficar son capturados en su hábitat natural o criados en cautividad en criaderos ilegales para después ser vendidos, incluso por piezas (pieles, colmillos, cuernos, etcétera).
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“Hay mucho movimiento desde África y América Latina hacia Europa y Asia, especialmente hacia China, pero también Hong Kong, Corea del Sur o Vietnam, sobre todo desde 2010. Los traficantes van cambiando las rutas intentando sortear los controles. Por ejemplo, pescan en España, viajan a través de Portugal a Reino Unido, de ahí a Grecia y después a países asiáticos. También utilizan mulas para el porte, aprovechándose de la gente que no tiene recursos”, refiere la portavoz de WWF.
Los traficantes de animales, que cuentan con un gran potencial económico, utilizan todo tipo de transportes, desde maletas para animales pequeños hasta grandes contenedores que viajan en camiones, barcos o aviones
“Funcionan como otras grandes redes criminales, aunque la sociedad percibe que no es algo tan grave. Existe la sensación falsa de que no hay víctimas en el tráfico de especies, cuando nos afecta a todos por la pérdida tan grande de biodiversidad y de recursos, porque hay dinero ilegal y por lo tanto impuestos que no se pagan”, indica la ambientalista.
Este tráfico ilegal produce un enorme impacto en las poblaciones de diferentes especies; muchas de ellas ya se encuentran amenazadas, como los chimpancés o las tortugas de mar, o directamente ya están en peligro de extinción, como el elefante asiático, el macaco de Berbería o el tigre de Bengala, señala la Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales (FAADA).
América Latina es el principal exportador mundial de reptiles y loros, y el segundo en primates.
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El 30% del comercio ilegal de animales exóticos pasa por España, ya que el tráfico de animales provenientes de toda Sudamérica y del Norte de África tiene su punto de entrada más importante en el país ibérico, que luego los vuelve a exportar al resto del continente europeo, según informes de organizaciones animalistas.
Las mafias también trafican con especies menos emblemáticas, como la anguila y el esturión, además de plantas y maderas, como el palo de rosa, madera de agar, orquídeas y, desde luego, los corales.
“Los traficantes están estudiando la evolución de la seguridad fronteriza y se mantienen al tanto de las restricciones de viaje y las suspensiones comerciales. Muchos traficantes frustrados están claramente enfocados a devolver sus operaciones a niveles anteriores tan pronto como puedan”, advierte WJC.
Los cálculos de diferentes organizaciones internacionales reflejan que aproximadamente el 75% del comercio total de animales salvajes a nivel mundial se produce de manera ilegal.
“Es necesario aumentar el perfil de este tipo de crímenes que parecen que no son tan graves, como el tráfico de drogas o de armas, aunque sí lo son, por lo que hay que incrementar su persecución a todos los niveles y reforzar la cooperación transfronteriza. También es importante que las sentencias judiciales lleguen a concretarse en mayor número, ya que rebajaría la sensación de impunidad de los infractores”, concluye la técnica del programa de especies de WWF España.
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La pandemia no la logrado paralizar el tráfico ilegal de especies, pero ha servido al menos para enfatizar la gravedad de los daños colaterales que puede provocar esta actividad delictiva, sobre todo por la falta de control que potencia la transmisión de las llamadas enfermedades zoonóticas, causadas por patógenos que se propagan de los animales a los seres humanos, como sucedió con el coronavirus.