El territorio palestino quedó bajo administración británica por determinación de la Liga de las Naciones (precedente de la Organización de Naciones Unidas) en 1922. Cinco años antes, el imperio británico había expresado, en la Declaración Balfour, su apoyo al establecimiento, en suelo palestino, “de un hogar nacional para el pueblo judío”.

Comenzó entonces una inmigración judía a gran escala, que aumentó durante la Segunda Guerra Mundial y la persecución nazi. Esto desató la rebelión de los árabes, que veían en estas llegadas una invasión a su territorio.

Tras una serie de propuestas fallidas, los británicos optaron por dejar el problema a la recién creada ONU, en 1947. La organización propuso el fin del mandato británico y dividir Palestina en dos Estados independientes: uno árabe palestino y otro judío. Dado que árabes y judíos consideraban a Jerusalén territorio sagrado, la ONU propuso que quedara bajo control internacional, administrado por la propia organización.

Los árabes rechazaron la idea de tajo, pero el 15 de mayo de 1948, Israel declaraba su independencia, los británicos anunciaban el fin del mandato y comenzaba una guerra que para los palestinos fue el inicio de la “Nakba” o la Gran Catástrofe: el éxodo masivo de palestinos expulsados de su territorio.

Con el triunfo de Israel en esa guerra –que para los palestinos significó un nuevo éxodo masivo-, Egipto se quedó con el control de la Franja de Gaza y Jordania con el de Cisjordania. Hasta la Guerra de los Seis días, en la que Israel ocupó ambos territorios, junto con Jerusalén Oriental, que se anexionó.

La situación palestina ha sido abordada, sin éxito, en diferentes momentos. En 1974, la Asamblea General de la ONU determinó el derecho palestino a la autodeterminación, la independencia, la soberanía y el regreso de los exiliados. Un año después, confería a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), considerada entonces como la autoridad máxima de los palestinos, el estatus de observador en la Asamblea.

En septiembre de 1978 vieron la luz los acuerdos de paz de Camp David, que firmaron Egipto e Israel con la mediación del entonces presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter. Los acuerdos devolvían la soberanía del Sinaí a Egipto, que a su vez se convirtió en el primer país del mundo árabe en reconocer la existencia de Israel como Estado. Además, se fijó un calendario para negociar la autonomía de Cisjordania y la Franja de Gaza.

La situación se volvió a tornar tensa en 1982, con la invasión israelí de Líbano y la masacre de cientos de refugiados palestinos en los campos de Sabra y Shatila.

La furia palestina se desató cinco años más tarde, en el campo de refugiados de Yabalia, en el norte de Gaza, tras un accidente de tráfico que terminó con cuatro muertos. Conocida como la Primera Intifada (levantamiento), o revuelta de las piedras (por las armas usadas por los palestinos) fue la primera gran muestra del rechazo palestino a la ocupación y el origen del grupo islamista Hamas.

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Aprovechando la ira palestina, la Hermandad Musulmana, un movimiento islamista con sede en Egipto, creo una rama palestina armada: Harahat Al-Muqawama Al-Islamiyya, que en árabe significa Movimiento de Resistencia Islámica, o Hamas, por sus siglas.

Hamas tendría su base de poder en Gaza y tendría dos objetivos: la destrucción de Israel y la restauración del dominio islámico en la Palestina ocupada. De inmediato, se convirtió en el rival del partido Fatah, de Yasser Arafat, quien estaba al frente de la OLP.

Mientras los palestinos peleaban con piedras, Hamas comenzó a armarse, con el apoyo de países como Irán, y pronto fue clasificada como organización terrorista por Israel, Estados Unidos y naciones europeas, por recurrir a atentados y otras acciones violentas contra Israel.

La primera intifada terminó en 1993, con la forma de los acuerdos de Oslo, que dejaron a la OLP como representante del pueblo palestino (bajo el nombre de Autoridad Palestina), y reconocían el “derecho de Israel a existir en paz”.  Los acuerdos preveían la creación de un Estado palestino al paso de cinco años. Por estos acuerdos, Arafat, el entonces primer ministro israelí Isaac Rabin y su ministro de Exteriores, Shimon Peres, recibieron el Nobel de la Paz.

Pero la paz estaba muy lejos de ser una realidad en los territorios palestinos y la creación del Estado palestino nunca se hizo realidad, con Israel acusando a los palestinos de incumplimiento y éstos cada vez más molestos por la construcción de asentamientos israelíes ilegales en sus territorios.

Una Conferencia de Paz en Madrid, en 1991, y negociaciones posteriores, intentaron calmar la situación entre Israel, los palestinos y los Estados árabes. Pero los resultados no fueron concluyentes.

Para el 2000, la situación era muy tensa, y la visita del primer ministro israelí, Ariel Sharon, al Monte del Templo de Jerusalén, considerado lugar sagrado para árabes y judíos, detonó la Segunda Intifada. Israel comenzó entonces a construir un muro de separación de Cisjordania, ubicado, en su mayoría, en territorios palestinos ocupados.

La revuelta concluyó en 2005, con el retiro de Israel de la Franja de Gaza y la decisión de dejar bajo control autónomo a Cisjordania.

La falta de solución al reclamo de un Estado palestino impulsó a Hamas, que en 2006 dio la gran sorpresa y ganó las elecciones para controlar Gaza, de donde expulsó a los representantes de la Autoridad Palestina, ya en el gobierno de Mahmud Abbas, sucesor de Arafat.

A partir de ese momento, Israel impuso un bloqueo en la Franja, dejando a los 2 millones de palestinos que viven en la zona en una situación dramática, con la circulación restringida.

En 2014, Egipto también cerró la frontera con Gaza. Los palestinos quedaron prácticamente encerrados.

El acercamiento, en 2020, de Israel con Emiratos árabes Unidos, Bahréin, Sudán, Marruecos, y tiempo después con Arabia Saudita, generó el temor de Hamas de que la causa palestina cayera en el olvido. Con el presunto apoyo iraní, comenzó a planearse el ataque del 7 de octubre de 2023 que desató la actual guerra.

La creación de un Estado palestino luce cada vez más lejos: los reclamos para permitir el refugio de refugiados, para recuperar Cisjordania y eliminar los asentamientos ilegales, y quedarse con Jerusalén, son temas, todos, en los que Israel no está dispuesto a ceder. La amenaza que constituye Hamas, y los intereses de países como Irán, hacen todavía más difícil cualquier acuerdo de paz en Medio Oriente.

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