Bruselas.— Le llevó tan sólo dos semanas a Países Bajos convertirse en el ejemplo europeo de lo que no se debe hacer en la actual fase de lucha contra la pandemia, caracterizada por la propagación de la variante Delta de coronavirus y el aumento de la convivencia ciudadana resultado de la vacunación.
El país naranja se distinguió por implementar uno de los confinamientos más estrictos durante la segunda ola de coronavirus, la cual habría iniciado en septiembre y concluido en junio pasado, con 11 fallecimientos más, 9% adicional, que en la primera fase de la pandemia. La medida de contención comenzó suspendiendo las actividades recreativas que fomentan la convivencia social, como los torneos de futbol, y terminó con el encierro total, que incluyó el paro de guarderías, colegios y toda actividad no esencial, como comercios de hágalo usted mismo, gimnasios y museos.
A partir de mayo, el gobierno del dimisionario premier Mark Rutte comenzó con el desconfinamiento, el cual había sido extremadamente pausado, a velocidades incluso más lentas que sus vecinos, Bélgica y Alemania.
Sin embargo, de manera inesperada, el pasado 18 de junio el gabinete de Rutte arrojó de un golpe prácticamente todas las reglas por la borda. Anunció que partir del 26 de junio prácticamente el país volvía a la normalidad.
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No había más límites para recibir amistades en casa, al tiempo que quedaba suprimida la recomendación de trabajar desde el hogar. Se permitió que las discotecas y clubes nocturnos volvieran a abrir, se liberaron los horarios de cierre de bares y se permitió la celebración de todo tipo de eventos en lugares públicos habituales, como centros de convenciones y foros musicales.
También se abolió el uso del cubrebocas en los espacios públicos, como supermercados y centros comerciales; sólo quedó como obligatoriedad su utilización en el transporte público; un paso que prácticamente ningún otro país en Europa ha dado.
Prácticamente Países Bajos se quedó armada ante el Covid-19 con la regla de conservar la sana distancia de 1.5 metros.
Según el Instituto Nacional para la Salud Pública y el Medioambiente (RIVM), el resultado fue que el número de casos positivos pasó de 50 por 100 mil habitantes a 301 en la semana del 7 del 13 de julio.
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El mayor incremento se registró en el grupo de 18 a 24 años de edad, 907%, seguido por los jóvenes adultos de 25 a 29 años, 896%. La mayoría de las infecciones estaban relacionadas con la industria restaurantera, incluyendo bares (37%), seguido por el hogar (28%), las visitas a domicilio (16%), las fiestas (15%) y el trabajo (7%).
La situación llevó ayer al Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades a clasificar en rojo a Países Bajos en su semáforo epidemiológico. Esto puede tener consecuencias externas, con base en este indicador algunos países podrían imponer restricciones estrictas a los visitantes holandeses. “Los logros obtenidos en los últimos meses en dos fines de semana se evaporaron”, declaró Jan Paternotte, parlamentario del D66.
Los investigadores del RIVM reconocen que ninguno de sus modelos epidemiológicos anticipó un escenario de tal magnitud. Sin embargo, el gobierno sí desatendió la recomendación sobre una “reapertura dosificada”, señala Julia van Weert, de la Universidad de Ámsterdam y miembro del consejo del RIVM. La apertura en escala habría permitido conocer qué efecto tiene cada una de las medidas implementadas.
Para Weert era previsible que la gente masivamente incumpliera las medidas, puesto que el mensaje que se les dio a los jóvenes el 18 de junio fue: salgan a divertirse y disfruten de las vacaciones. La explosión de casos llevó al Parlamento a suspender su receso de verano y al premier Rutte a ofrecer disculpas y rectificar.
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Rutte pensó que el pueblo sabría comportarse, pero se equivocó. “Hubo una valoración errónea, por lo que estamos decepcionados (…) Disculpa por ello”, dijo el veterano político. “Lo que pensamos que era posible, resultó ser incorrecto en la práctica”, continuó.
Los clubes nocturnos y las discotecas han vuelto a colgar la cortina, al menos hasta el 13 de agosto. También quedan suspendidos los festivales y eventos programados durante varios días; y todo el sector de la industria restaurantera deberá cerrar a la medianoche.
El caso holandés ha sido una llamada de atención más allá de sus fronteras, como la interpreta el ministro de Salud de Bélgica, Frank Vandenbroucke. Señala que no es momento de hacer “promesas vacías” sobre los horarios de actividad de la industria restaurantera y la reapertura de la vida nocturna.
“No tengo ningún deseo de terminar en una política de yo-yo a la holandesa”, declaró a la televisión flamenca VTM.
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Aunque no todos en Europa lo interpretan así, el premier británico Boris Johnson ha decidido seguir adelante con su plan de volver a la normalidad el próximo 19 de julio.
Inglaterra eliminará el límite de la cantidad de personas que pueden reunirse, el uso de tapabocas ya no será requerido por ley, los clubes nocturnos podrán reabrir, mientras que los restaurantes ya no servirán exclusivamente en mesa.
Tampoco habrá topes en las personas que asistan a bodas y funerales, ni tampoco de los que acudan a conciertos, teatros y eventos deportivos.
Inglaterra tenía prevista la apertura total para el 21 de junio, pero la postergó por la propagación de la variante Delta. A cuatro días del D-Day, las estadísticas gubernamentales muestran que en el Reino Unido 66.7% de la población adulta cuenta con su dosis completa de vacunación y cada día se registran 42 mil diagnósticos positivos de coronavirus, 27.4% más que la semana pasada.