En la última década, 423 mil millones de dólares en subsidios fueron entregados cada año, en promedio, a los combustibles usados para producir energía. Una cifra que alcanzaría fácilmente para “erradicar” la pobreza, más de 19 veces, de quienes ganan menos de 1.9 dólares al día en América Latina y el Caribe.
Casi la mitad de esos subsidios, entregados antes de impuestos, se van siempre a combustibles contaminantes como el petróleo o el carbón. La cifra se vuelve abismalmente más grande si hablamos de las subvenciones recibidas por los combustibles después de impuestos, que, según estimó el Fondo Monetario Internacional en 2017, alcanzaron 5.2 billones de dólares.
Hoy, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó tres informes que traen consigo una discusión para los líderes y legisladores del mundo, días antes de que empiece en Glasgow (Escocia) la gran cumbre mundial sobre el cambio climático (COP26): ¿deberían ser destinados los subsidios entregados antes de impuestos al desarrollo y la eliminación de la pobreza mundial, al tiempo que se apoya el cuidado del medio ambiente?
Achim Steiner, administrador del PNUD, explica que sí, pues “entregar un precio a las emisiones de carbono trae dos ventajas. La primera es que hace más accesibles a los recursos para invertir en el futuro sobre todo en el desarrollo de la economía y segundo libera recursos para concentrarse en los pobres y más vulnerables de la sociedad”, enfatiza.
Un precio adecuado
El PNUD asegura en sus reportes que los precios de la energía producida a partir de combustibles fósiles, fuertemente subvencionados, fomentan el despilfarro, desincentivan la eficiencia energética y dificultan la competencia y la entrada en el mercado de las energías renovables. “Estas subvenciones también son regresivas, ya que el 20% más rico de la población se lleva 43% de los beneficios, frente a menos del 10% para los más pobres”, señala uno de los informes.
Según los datos recogidos por el organismo, el petróleo se lleva anualmente en promedio, antes de impuestos, 199 mil 800 millones de dólares en subsidios, la electricidad 132 mil 200 millones, el gas 87 mil 900 millones y el carbón 2 mil 500 millones. Tan solo con los subsidios entregados al petróleo se podrían “pagar” 1.4 veces el costo de “erradicar” la pobreza extrema a nivel mundial aumentando los ingresos de quienes ganan menos de 1.9 dólares al día.
Fijar correctamente el precio de los combustibles, permitiría no solo liberar anualmente una gran cantidad de recursos, que de acuerdo al PNUD podrían destinarse a la salud, la educación, crear nuevos puestos de trabajo y aumentar el desarrollo y el bienestar, sino que además podrían propiciar una lucha más adecuada contra el cambio climático que ayude a los países a alcanzar sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Hoy, los países que más contribuyen con estos subsidios son también algunos de los mayores contaminantes. De acuerdo con el FMI, en 2017, el año en el que menos subvenciones se entregaron en la pasada década, China, Rusia, Irán, Arabia Saudita e Indonesia fueron los mayores contribuyentes. También son, en ese orden, el primer, cuarto, octavo, décimo y onceavo emisor de gases de efecto invernadero (GEI) en el mundo.
Actualmente, varios países en el mundo pagan por combustibles un precio menor al que cuesta producirlos. Y son, además, los Estados con ingresos altos o medio-altos los que más se benefician. En el caso por ejemplo de Estados Unidos y Canadá, un consumidor puede obtener un beneficio per cápita de 2 mil dólares en ahorro gracias a los subsidios, una cifra 11 veces mayor a la de los países de renta media-baja, que solo se benefician en 178 dólares, o 100 veces menor, en los países de renta baja, que solo se benefician en 20 dólares.
Costo por emisión
En 2015, los países ricos se comprometieron en el Acuerdo de París a entregar anualmente 100 mil millones de dólares para combatir el cambio climático en los países pobres. Más de 5 años después, de los 23 países responsables de proporcionar financiamiento, solo Alemania, Noruega y Suecia han pagado su parte y en ningún año se ha alcanzado la meta. En 2019, el financiamiento climático fue de 79 mil 600 millones de dólares, con un leve aumento del 2% frente a 2018.
Los informes del PNUD muestran como una clara oportunidad de financiamiento a las subvenciones, como una medida para darle un precio más acertado a las emisiones de carbono que se generan mundialmente. “Cada vez hay más consenso en que las medidas de fijación de precios del carbono serán esenciales para lograr resultados climáticos y, por tanto, desempeñarán un papel importante en cualquier paquete de políticas de mitigación que apliquen los gobiernos”, destacan los documentos.
Actualmente, las iniciativas para poner un precio a la emisión de GEI surgen a un ritmo sin precedentes, sin embargo, según destaca el reporte “tendrán que aumentar sustancialmente para alcanzar los objetivos climáticos del mundo”. A la fecha se han puesto en marcha más de 60 iniciativas de fijación de precios a la emisión de carbono, una cifra que está lejos de ser suficiente para los expertos del PNUD, debido, sobre todo, a los bajos precios.
La cobertura actual sólo representa 20% de las emisiones mundiales de GEI, y la mayoría de las emisiones (85%) tienen un precio inferior a 10 dólares por tonelada de CO2, muy por debajo el precio que, según los modelos económicos, es necesario para alcanzar los objetivos de estabilización del clima recomendados por los científicos.
Las estimaciones de economistas como Nick Stern y Joseph Stiglitz, quienes dirigen la Carbon Pricing Leadership Coalition, sugieren que los precios tendrán que aplicarse más ampliamente y elevarse a entre 50 y 100 dólares por tonelada métrica de CO2 en 2030 para cumplir los objetivos del Acuerdo de París. El FMI recomienda por su parte, tener un piso de al menos 75 dólares por tonelada.
“Acá estamos hablando de cómo cada país puede con su propio modelo, y eso algo muy importante porque cada país, cada economía, cada sector energético es distinto, y debe diseñar la forma de enfrentar los subsidios a los combustibles fósiles al tiempo que asegura que esto se hace de una forma que sea aceptable social y políticamente”, agrega Steiner.
A pesar del bajo precio y limitado alcance, hoy el mercado de la emisión de carbono vale ya 272.000 millones de dólares y se prevé que alcance los 2 billones de dólares en 2040.
Reformar los subsidios
La apuesta de estos tres informes es entregar a los todos los países del mundo una guía para reformar los subsidios que se entregan hoy a los combustibles fósiles, para que los fondos que antes se utilizaban en ellos puedan ser destinados al desarrollo mundial al tiempo que se genera un ambiente donde la producción de energía menos contaminante puede surgir con facilidad y el cambio climático puede también contar con más fondos para estrategias de adaptación y mitigación.
Esto, sin embargo, no es una cuestión sencilla. Ponerle precio a la emisión de carbono y eliminar los subsidios a los combustibles fósiles puede generar, según detalla el informe, efectos negativos para los consumidores, que por ejemplo enfrentarían problemas como un costo mayor de la energía que consumen, lo que llevaría la medida a ser políticamente impopular, a pesar de sus beneficios.
Por eso, el PNUD establece una suerte de “principios rectores” que ayudarían a crear políticas que sean más justas, eficientes, estables, transparentes, confiables y alineadas con los objetivos de cada país en su lucha contra el cambio climático. “Habrá que prestar la debida atención a factores que van desde la eficiencia (el coste probable de la reducción de las emisiones), la equidad (sobre todo en relación con los resultados distributivos de la tarificación del carbono en los hogares), la estabilidad y la previsibilidad de los incentivos (importante para los inversores en tecnologías de baja emisión de carbono), así como, por la transparencia y la fiabilidad de los objetivos y resultados medioambientales”, agregan.
El futuro del mundo
El planeta no había enfrentado, hasta la COP26, un mayor reto de cooperación global que el de luchar contra el cambio climático. La disminución de GEI es uno de los temas centrales que se discutirá en la gran cumbre de cambio climático, de la que depende el futuro del mundo.
“A donde sea que mires el cambio climático está visiblemente afectándonos. Estos impactos crecerán exponencialmente y lo que estamos haciendo justo ahora con la energía global y en diferentes países es desacelerar la transición hacia una economía de bajas emisiones o totalmente descarbonizada”, enfatiza Steiner.
Hoy, el objetivo pactado en París de mantener por debajo el aumento de la temperatura global “si era posible” en no más de 1.5 °C, con relación a la era preindustrial, no se ve tan factible. A agosto, el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) advertía sobre el riesgo de cruzar ese límite en 2030, diez años antes de lo estimado, amenazando a la humanidad con desastres naturales sin precedentes, a pesar de los compromisos de grandes emisores como China y Rusia, que han asegurado serán neutrales en emisiones a 2060.
El clima no pinta bien, ni en el planeta ni en la COP26, donde su presidente Alok Sharma, ha asegurado que “será más difícil lograr un acuerdo mundial que en París” debido a razones como el clima geopolítico mundial. Sin embargo, los tres informes del PNUD abren una discusión con soluciones para financiar el futuro del planeta, ahora viene el debate.