Madrid.— Las Olimpiadas de Tokio se llevarán a cabo en un formato burbuja, sin presencia de público y con un reforzamiento de las medidas de seguridad que incluyen también a los atletas, por lo que su celebración no debería constituir motivo de alarma, según los expertos.
Tokio decidió en un primer momento prohibir la presencia en las Olimpiadas de espectadores foráneos y limitar la asistencia de espectadores nacionales a 50% de la capacidad de las instalaciones deportivas, con un máximo de 10 mil personas. Sin embargo, ante el rebrote de la pandemia, las autoridades optaron finalmente por extender también el veto al público japonés.
El 8 de julio la ministra olímpica de Japón, Tamayo Marukawa, anunció que en la región de Tokio (sede principal), los Juegos se celebrarían sin espectadores en las gradas, ni siquiera de origen local, ante el temor de que la cita deportiva provoque una mayor expansión de las variantes del Covid-19. La ausencia de público afectaría también a la ceremonia de inauguración en el Estadio Nacional, la cual ha costado mil 400 millones de dólares y que sólo se podrá seguir de forma telemática.
“Celebrar los Juegos a puerta cerrada quizás sea la opción más segura, porque alternativas como la de limitar el aforo están condicionadas por algunos factores de riesgo, como las características del recinto [abierto o cerrado], y el tamaño de las instalaciones que tienen que albergar al público acordado, garantizando en todo momento la distancia social”, señala a EL UNIVERSAL Fernando García López, investigador del Centro Nacional de Epidemiología, Instituto de Salud Carlos III de España.
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El pasado 12 de julio, y a fin de contener la expansión del virus, el Ejecutivo nipón recuperó el estado de emergencia en la región de Tokio, el cual se prolongará hasta el 22 de agosto, lo que implica que las Olimpiadas, del 23 de julio al 8 de agosto, se celebrarán bajo medidas de excepción en varias de las sedes. Las autoridades niponas resolvieron también prolongar el nivel de alerta en la zona de Okinawa y mantener ciertas restricciones en algunas prefecturas. No obstante, y si mejora la situación, no se descarta que algunas sedes olímpicas menores que no se encuentran en estado de alarma puedan recibir fans de forma limitada. Además de Tokio, ocho ciudades más acogerán las pruebas deportivas.
Entre otras providencias, el estado de emergencia incluye una petición expresa a los establecimientos para que restrinjan la venta de alcohol, y los bares y restaurantes cierren temprano.
“Es una medida que puede parecer banal, pero que es muy importante porque el consumo de alcohol lo que hace es relajar las medidas de seguridad a nivel individual. Después de beber, muchas personas no prestan atención ni a la mascarilla ni a la distancia, por lo que si tienen capacidad para contagiar lo acaban haciéndolo”, agrega el doctor en Medicina y profesor de la Universidad de Barcelona.
Junto al reforzamiento de las políticas de seguridad, Japón cuenta con la conducta metódica que distingue a sus ciudadanos, que ya han contribuido a que el país pudiera sortear los meses más duros de la pandemia con mejores resultados que en otras regiones, a pesar de que la vacunación con esquema completo alcanza a menos de 20% de la población.
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“Japón tiene una cultura muy disciplinada y eso es muy importante en estos momentos. No sólo en cuanto al uso de la mascarilla, sino también porque no comparten alimentos o bebidas, y suelen guardar la distancia y evitar el contacto. Pero, además, ese país ha implementado sistemas de rastreo muy eficaces, tanto prospectivos como retrospectivos para identificar las posibles cadenas de contagio”, indica el epidemiólogo. No obstante, en las últimas semanas, algunos sectores de la población han manifestado su rechazo a la celebración de las Olimpiadas por temor a que se propaguen los contagios.
Al rígido protocolo de seguridad se sumará el monitoreo del estado de salud de todos los deportistas extranjeros que verán reducida su autonomía en el país asiático. Las autoridades de Tokio intentarán mantener aisladas a las delegaciones de los distintos países, por lo que los deportistas tendrán más dificultades para confraternizar. Se espera la llegada de unos 11 mil atletas de todo el mundo. Por primera vez, los ganadores tendrán que colgarse ellos mismos las medallas que les serán entregadas en una bandeja para prevenir cualquier contagio.
Uno de los éxitos de muchos países asiáticos durante la pandemia es que han controlado las llegadas de personas procedentes del exterior, reduciendo sustancialmente los casos importados; aunque no tenga registros tan buenos como algunos países de su entorno, Japón está muy lejos de las estadísticas europeas, que son considerablemente peores, concluye el experto que realizó un máster en Ciencias de la Salud en la Universidad Johns Hopkins.
El gobierno japonés cancelará previsiblemente los espacios públicos donde iban a instalarse pantallas gigantes con zonas habilitadas para que los aficionados locales pudieran seguir los eventos en vivo. Asimismo, invitará a los residentes de Tokio a que se queden en casa y sigan los Juegos por televisión, aunque la implementación del protocolo olímpico podría variar en función de cómo evolucione la pandemia.
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“El principal reto de esta edición es gestionar las medidas anti-Covid-19. El COI [Comité Olímpico Internacional] ha elaborado una guía para que todas las personas tengan claros los protocolos y la normativa que deben seguir. El objetivo es tener muy presente la evolución de la pandemia y todos los cambios que se puedan producir”, indica Elisenda Estanyol, experta en protocolo y relaciones públicas y profesora de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Hay que ver qué medidas se aplican para dar solemnidad a las ceremonias y que conserven un atractivo para los medios sin poner en riesgo la seguridad de las personas implicadas, aunque es probable que se opte por ceremonias mucho más austeras a nivel de representación protocolaria e institucional para dar ejemplo, sobre todo, después de prohibir la entrada de espectadores, anticipa la docente universitaria.
La gestión de las Olimpiadas podría sentar un precedente de cara a la organización de magnos eventos en época de pandemia, siempre y cuando concluyan con un balance sanitario positivo.
Los Juegos se celebrarán mermados por la pandemia, por lo que su desenlace en términos publicitarios y deportivos también es impredecible. La falta de asistentes en Tokio también podría influir negativamente en el rendimiento de aquellos atletas que se crecen con el apoyo de las gradas.