Bruselas.— A pesar de su impopularidad y de tener las encuestas en su contra, Olaf Scholz ha decidido jugarse su carrera política en un todo o nada.
Si la maniobra le sale, alargará su mandato por cuatro años más, probablemente hasta 2029, pero si falla, será recordado como el canciller alemán que menos ha durado en el cargo desde los años 60.
La partida tendrá lugar el próximo 23 de febrero, cuando los alemanes acudirán a las urnas para elegir la fuerza política que tendrá la mano en el Parlamento Federal para formar el próximo gobierno. Serán las primeras elecciones anticipadas en casi 20 años en Alemania.
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Las encuestas colocan a los socialistas (SPD) del antiguo alcalde de la ciudad de Hamburgo en tercera posición, con 16% de las preferencias electorales, detrás de la extrema derecha, Alternativa para Alemania (AfD), con 19%.
En la punta, con 32%, figura en solitario el matrimonio entre la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y su partido hermano en Baviera, Unión Social Cristiana (CSU), encabezado por Friedrich Merz, un acaudalado exempresario ideológicamente más próximo, que los socialistas, al presidente estadounidense entrante, Donald Trump.
A este escenario adverso se suma la impopularidad del gobierno formado por un pacto entre el SPD, el Partido Liberal (FDP) y los Verdes. La denominada coalición “semáforo” se desplomó con sólo 14% de los alemanes valorando positivamente su desempeño, según un sondeo divulgado en octubre por ARD-DeutschlandTrend.
Scholz tiene menos de tres meses para la remontada. Si bien algunos expertos lo consideran improbable, no es imposible, lo logró en 2021. En aquella ocasión, a 90 días de la apertura de las urnas, estaba 12 puntos atrás del jefe de lista del CDU, Armin Laschet.
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Pero fueron los errores del puntero, algunos autodestructivos, los que permitieron la voltereta. Además, como acertadamente dijo a este diario Quentin Peel, investigador asociado al Programa Europeo del Instituto Real de Relaciones Internacionales Chatham House, los alemanes vieron en Scholz a la persona que seguiría los pasos de Angela Merkel, quien dirigió el gobierno de la República de 2005 a 2021, con firmeza, consistencia y enorme pragmatismo.
Scholz resultó ser la persona en la que confiaba más la gente tras la jubilación de Merkel, un factor que tres años después parece haber perdido incluso en su partido. Son cada vez más las voces disidentes que piden que se haga a un lado para evitar un resultado miserable para el SPD. Markus Töns, miembro del Bundestag por el estado de Renania del Norte-Westfalia, favorece la idea de un nuevo arranque para la familia socialista.
Los reflectores estaban sobre el Ministro de Defensa, Boris Pistorius, que a diferencia de Scholz figura en la lista de las personalidades políticas más populares en Berlín. Incluso desde hace meses es considerado el político alemán predilecto.
En un mensaje de video a los militantes del SPD que ha sido difundido a los medios, el popular Pistorius aseveró que Scholz es “un excelente canciller” y que no está disponible para ser candidato.
Un problema que enfrentaba el abogado procedente de una familia leal al Partido Socialista —su madre fue representante local en Osnabrück, su ciudad natal—, es que es muy popular entre el electorado en general, pero no tanto entre los afiliados al partido.
Pistorius es conocido por promover la idea de que en caso de guerra, Alemania debe estar preparada, al tiempo es un férreo defensor del suministro de armas a Ucrania; dos posicionamientos que no caen del todo bien en una fracción política que tradicionalmente ha sido cercana a Rusia y no favorece el fortalecimiento del músculo militar alemán.
“En el partido se asume que si hay una campaña electoral y el canciller no se aparta, es el candidato. ¿Lo tomo como un hecho absoluto? No, hay muchas cosas por desenvolver, al igual que a nivel europeo”, dice Almut Möller, titular del Programa para Europa del European Policy Centre.
Está previsto que el SPD confirme el nombre de su cabeza de lista a principios de año. A la fecha, Pistorius ha mantenido lealtad a Scholz.
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Secuencia de eventos
La coalición, un matrimonio por conveniencia, arrancó con una ambiciosa agenda social, climática y digital. Si bien cumplió objetivos como el aumento de las pensiones, en julio avanzaron 4.5%, marcando el tercer año consecutivo al alza, la coalición fue acumulando discrepancias a lo largo de un año hasta llegar al punto que resultó insostenible.
En un momento de gran transición militar y energética, no fue posible alinear posiciones entre los socios progresistas de la coalición y el FDP, fiscalmente conservador y opositor a cualquier nuevo endeudamiento.
Luego de una secuencia de eventos, incluyendo el aplastante triunfo electoral de Trump, Scholz decidió sustituir a su ministro de Finanzas, Christian Lindner, y con ello detonar la caída de su gobierno, el 6 de noviembre. Sabía que la destitución de una de las figuras estelares de la fracción liberal provocaría la retirada del partido, dejando a la coalición gubernamental sin mayoría parlamentaria.
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Si bien la decisión fue adoptada tras meses de agrias negociaciones sobre cómo tapar un agujero de unos 10 mil millones de euros en el presupuesto federal del próximo año, fue una maniobra táctica, el líder socialista sabía que el castigo hubiera sido mayor si dejaba en manos de otros la iniciativa del desbaratamiento de su gobierno. Las elecciones estaban programadas inicialmente para septiembre de 2025.
Sin rumbo
En lo que se abren las casillas, Alemania transitará por una especie de limbo. El canciller y su socio de coalición, los Verdes, seguirán en el cargo hasta que se elija un nuevo gobierno. Pero al ser una administración con minoría en el Congreso, no puede pasar ninguna ley sin el apoyo de los partidos de la oposición, incluyendo el presupuesto para 2025.
Si no hay presupuesto asignado para finales de año, como parece probable, Alemania entrará en un estado de funcionamiento administrativo limitado, lo que frenará la formulación de políticas nuevas, algo particularmente preocupante, considerando que serán críticos los primeros días de la presidencia de Trump, que asumirá el cargo el 20 de enero, y la confrontación armada de Rusia contra Ucrania va en escalada.
Carsten Brzeski, experto de la División de Análisis del banco holandés ING, prevé que la campaña electoral se centre sobre todo en la economía y menos en la inmigración, lo que podría debilitar el apoyo a la AfD y favorecer a quienes logren ofrecer una estrategia convincente de crecimiento y competitividad.
“Una campaña electoral que empujará a los partidos políticos a mostrar sus cartas sobre su posición en relación con el freno de la deuda o, mejor aún, sobre la cuestión de las inversiones financiadas con deuda”.
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Considerando que los alemanes estarán votando con Donald Trump estrenando su segundo mandato, habrá que esperar que los políticos se centren en sus propias propuestas “sobre cómo hacer que la economía alemana vuelva a ser grande”.
Si bien esta etapa de la partida resulta imposible predecir cuál será el desenlace, Fabian Zuleeg, Jefe Ejecutivo del EPC, sostiene que existe la posibilidad de que la incertidumbre institucional en la que se encuentra el motor industrial de Europa no termine con las elecciones.
La fragmentación del espectro político alemán deja abierta la puerta a que todo resulte en un gobierno de minoría, lo que impactará en la Unión Europa y la forma como se le ve a Alemania desde afuera.
“Entre más débil sea el gobierno, menos seguro es el rumbo y más difícil será superar los asuntos más controvertidos. En Europa vemos que los temas son cada vez más controvertidos, así que probablemente terminemos viendo un gobierno en crisis que esencialmente reaccionará sólo cuando tiene una pistola en la cabeza, cuándo no hay otra elección. Estaremos nuevamente en la época de Merkel, en la que la acción llega sólo cuándo no hay alternativa.
“Algo completamente inadecuado en un mundo en el que debes pensar a largo plazo, de manera estratégica”, sostiene Zuleeg.