San José.— El secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, dice que el panorama de la democracia en América “es de normalidad, con mucha tensión ideológica”, y advierte que en el continente se recrudeció “el viejo axioma dictatorial de que el poder no se entrega”, mientras “se repiten esquemas de cooptación de poderes y desinstitucionalización”.
En una entrevista exclusiva por escrito con EL UNIVERSAL, el diplomático, político y abogado uruguayo de 58 años alega sobre la propuesta de México de desaparecer a la OEA, foro calificado por Almagro como fuerte y sólido: “La OEA es fuerte, sus cimientos son profundos y sólidos, sus instrumentos jurídicos son fundamentales para asegurar la paz y defender la vigencia de los derechos humanos en el hemisferio. Esos instrumentos son los que se utilizan para defender la democracia en el continente”.
La OEA es “más grande” que Almagro, ya que “él sólo es el secretario General, a veces se le olvida”, afirmó el canciller de México, Marcelo Ebrard, en marzo de 2020.
Ebrard Casaubon reveló el 28 de agosto pasado un plan que México elevó en septiembre a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
“Adiós OEA en su sentido intervencionista, injerencista y hegemonista, y que venga otra organización que construyamos políticamente en acuerdo con Estados Unidos”, adujo. La iniciativa se diluyó derrotada en la Celac y fracasó sin obtener apoyo mayoritario de los restantes 33 países de la OEA.
El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Haití y Cuba exhiben el deterioro de la democracia en América. ¿Hay retroceso?
—El panorama general de la democracia en las Américas es de normalidad con mucha tensión ideológica, cada vez más visible, lo cual genera una—no bienvenida— “enemización política”. Muchos hablan de polarización y comparto que se ha incrementado ese fenómeno, pero la “enemización” es peor que la polarización, es el intento sistemático y reiterado de calificar al rival de turno como un enemigo.
En una democracia los rivales [adversarios] conviven, pero con la enemización se deteriora la convivencia democrática, la enemización sienta las bases para que el ganador de turno acalle las voces del rival, por considerarlo su enemigo.
Se olvida que somos un hemisferio de valores y principios compartidos y que debemos estar siempre en consonancia con estos principios que sostienen la democracia y su funcionamiento [con] la Carta Democrática Interamericana [de 2001].
Los niveles de alejamiento de esos principios son distintos y no se puede poner bajo el mismo rótulo dictaduras y no dictaduras. La OEA ha asumido en cada caso las competencias institucionales que tienen sus diferentes órganos políticos conforme a la Carta de la OEA y a la Carta Democrática Interamericana en lo que se refiere a la vigencia o alteración de los órdenes constitucionales y los mecanismos aplicables de defensa de la democracia.
La Habana, Managua, Caracas y La Paz acusan a la OEA de estar manipulada durante décadas por Washington. ¿Qué responde?
—Hay matices en cada una de las capitales respecto a la naturaleza de los cuestionamientos y a los cuestionamientos mismos. El principal problema que tienen algunos actores políticos —en algunos casos individualmente, en otros casos de forma más institucionalizada— en el hemisferio, es que la OEA simboliza la defensa de la democracia representativa y es más el problema que tienen esos actores con la democracia representativa y con cualquiera que la defienda.
¿Con el acoso sobre usted y la OEA podría decirse que México se alió a Cuba para asediarlo con el alegato de que se extralimitó en sus potestades?
—Más allá de las afinidades de política exterior que pueda haber entre México y Cuba, debemos decir que, de todas formas, cada país puede tener las referencias que desee. No nos podemos detener en eso y eso no es de por sí criticable. Lo que tenemos que hacer es analizar siempre las líneas argumentales.
En cada caso la actuación de la Secretaría General [de la OEA] ha sido completamente apegada a las competencias y obligaciones que nos pautan los tratados, convenciones, cartas y resoluciones del sistema jurídico interamericano.
¿Qué piensa del plan deMéxico de desaparecer ala OEA y crear una especie de Unión Europea (UE)?
—La OEA es muy fuerte, sus cimientos son muy profundos y sólidos, sus instrumentos jurídicos son fundamentales para asegurar la paz y defender la vigencia de los derechos humanos en el hemisferio. Esos instrumentos son los que se utilizan para defender la democracia en el continente.
La OEA es fuerte como foro político, porque tiene en los instrumentos jurídicos interamericanos un marco de referencia común sobre el que se puede intercambiar. Sin un marco normativo común como referencia, la discusión queda en el marco de las ideas, pero no en el terreno de la acción política que se implementa con base en marcos normativos.
En la OEA se puede discutir sobre la compatibilidad o incompatibilidad de las leyes nacionales o de las acciones gubernamentales con el marco normativo interamericano, que cada país ha internalizado. Es muy distinto un mecanismo de integración o asociación económica como la UE que una organización multilateral regional como la OEA.
¿Está peor hoy la situación política de América que cuando usted asumió en 2015, agravada por la creciente migración irregular, el crimen organizado, la corrupción y desde 2020 por el Covid-19?
—La región ya presentaba, antes de la pandemia, una tendencia preocupante a nivel económico, social y político. A esa tendencia se agregó un evento nuevo de disfuncionalidad institucional que es la pandemia, [que fue] especialmente reveladora de vulnerabilidades sociales preexistentes en los sistemas de salud, de protección social y de capital humano. También reveló problemas de eficiencia de las instituciones.
Esa lógica de empeoramiento surgida de la pandemia ha tenido efectos especialmente negativos en este hemisferio. Tenemos un problema que viene de antes, pero se vrecrudece en estos tiempos también.
Es el viejo axioma dictatorial de que el poder no se entrega, no importa cuán minoritaria sea la posición del que detenta el poder, no importa la dimensión de la crisis humanitaria, no importa la dimensión de la crisis migratoria: el poder no se entrega.
La Asamblea General de la OEA desconoció la elección del 7 de este mes en Nicaragua, que podría ser excluida de la OEA. ¿En qué posición queda la OEA?
—La OEA mostró una vez más su valor como principal foro político del hemisferio. Demostró su valor como foro de diálogo, constructivo y actor fundamental que procura acercar soluciones a los países que enfrentan crisis institucionales profundas.
Quedó claro que no es el objetivo de la OEA aislar a ningún país ni suspender a un país porque la primera medida nunca puede ser la última, pero debe esforzarse por encontrar soluciones reales y concretas, sea en temas electorales, institucionales o para la libertad de los presos políticos. Vemos la resolución como un importante esfuerzo por resolver esa crisis y un paso importante en la dirección correcta.
¿Qué piensa de que México se abstuvo en la OEA sobre el caso de Nicaragua?
—No es función de la Secretaría General opinar sobre como vota algún Estado miembro.
¿Qué opina de que Nicaragua saldrá de la OEA al acusarla de injerencismo?
—La reacción de Nicaragua a la resolución de la asamblea no ha sido constructiva. La misma no es injerencista en absoluto, ya que es en todos sus términos un instrumento consistente con los principios esenciales del sistema interamericano de protección y promoción de la democracia y derechos humanos.
De esa resolución surge una agenda de democratización del país y de liberación de los presos políticos. La mejor decisión era plegarse a la agenda de trabajo necesaria para resolver esos temas. Nadie aisló a Nicaragua y es injustificado que Nicaragua decida por su cuenta aislarse.
El proceso es largo, [dos años], y espero que la racionalidad y las soluciones democratizadoras a la situación de crisis que enfrenta el país terminen prevaleciendo. Desde el origen (…) este continente tuvo la vocación de ser una comunidad de democracias. Debemos ser coherentes con ese mandato de nuestras constituciones, convenciones, cartas, tratados y con el mandato histórico del que provienen.
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