San José. – La Organización de Estados Americanos (OEA) brindará el próximo domingo con un polémico cóctel de abucheos y de aplausos preparado con los ingredientes de sus fracasos y momentos más amargos y de sus éxitos y etapas más placenteras y conmemorará sus 75 años de fundación en un continente que se hundió en el siglo XXI en un acelerado desgate de la democracia y la libertad.
Fundada el 30 de abril de 1948 en Bogotá, la OEA transitó por siete décadas y media de avances y retrocesos democráticos, empobrecimiento, progreso social, dictaduras de derecha y de izquierda, golpes de Estado, guerras, guerrillas, gobiernos militares, nacionalistas y fascistas, rupturas del orden constitucional, regímenes de facto y un variado menú político.
Como máxima instancia diplomática americana, cumplirá años con deudas pendientes.
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Por un lado, arrastra las añejas tormentas políticas por la democracia en Cuba, Venezuela y Nicaragua —que se relegaron del foro—, la epidemia de ingobernabilidad y el avance del crimen organizado y la violencia. Por el otro, persiste el plan (por ahora frustrado) de México, Argentina y otros países de sepultarla con el alegato de que solo sirve al designio de Estados Unidos.
En una dilatada pugna, un bloque de la izquierda apoyó la idea que la revolución comunista de Cuba propagó en la década de 1960: es el “ministerio de colonias” de EU.
“El objetivo de la OEA es la preservación y fortalecimiento de la democracia en las Américas. Debe concentrar sus esfuerzos en los problemas que hoy enfrenta la democracia en el continente”, recalcó el diplomático, abogado, político y senador chileno José Miguel Insulza, exsecretario general del organismo y excanciller de Chile.
Los retos son defender los derechos humanos, respetar los principios de la Carta Democrática Interamericana, promover la solución pacífica de las controversias entre sus Estados miembros y “la transparencia en la gestión pública y la lucha contra corrupción y el consumo de drogas”, dijo Insulza a EL UNIVERSAL.
Concentrada “en la acción política colectiva”, una “condición necesaria para todo esto” es que “trabaje” con sus miembros “y no se pretenda dirigirlos desde fuera”, aclaró.
“No es papel de la OEA encabezar luchas ideológicas o crear divisiones en la región. Hay quienes dicen que las medidas de última instancia, las exclusiones y sanciones, son débiles y eso puede ser cierto. Pero así lo han querido los países miembros y ese es el precio de la unidad continental y la acción colectiva”, precisó.
Al recordar que la OEA surgió como “fuerza revitalizadora” de las uniones americanas y panamericanas de 1890 y 1910, el abogado y excanciller peruano Miguel Rodríguez adujo que “ha tenido un rol clave para el orden hemisférico americano. Pero en los últimos años ha perdido mucho piso por la actuación camaleónica de su secretario general, Luis Almagro”.
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Tras acusar a Almagro de llevar “a la organización por los caminos de sus conveniencias”, Rodríguez recordó a este diario las amenazas.
“En el camino de su existencia han querido bajar a la OEA proponiendo irresponsablemente su extinción, (como) el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y eso ha sido muy malo para México y para América Latina”, agregó.
“La OEA felizmente es más grande que un presidente como López Obrador y (que) un secretario general como Almagro. Deberá esperar el decurso del tiempo para volverse a encauzar en el espíritu de quienes promovieron su creación”, planteó.
Como jerarca desde 2015 y reelecto en 2010 para un quinquenio final, Almagro rechazó los ataques y alegó que defiende valores y principios interamericanos al denunciar reiteradamente los atropellos a la democracia en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Cuba fue excluida de la OEA en 1962 al alinearse a la entonces Unión Soviética y abrazar al comunismo y jamás aceptó retornar.
Nicaragua inició su retiro en 2021 porque la organización denunció que los comicios de ese año fueron ilegítimos. Venezuela se salió en 2019 al acusar que la OEA fue “secuestrada” al nacer por “intereses contrarios” a la unión.
A consulta de este periódico, el diplomático y abogado costarricense Enrique Castillo, ex canciller y ex embajador de Costa Rica en la OEA, señaló que “una contribución colosal” del organismo es la Carta, de 2001, y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, de 1969.
Sin olvidar que fue “cómplice” de dictaduras derechistas en la segunda mitad del siglo XX y perdió credibilidad, también operó para edificar la democracia hemisférica, aseveró.
La OEA fue creada por 21 de los 35 países americanos que existen actualmente, ya que las ahora 13 naciones independientes excolonias de Reino Unido y Países Bajos en América aún dependían de Londres y Ámsterdam. Las 13 y Canadá comenzaron a unirse a partir de 1967.
De los 21 fundadores, en 12 había gobiernos constitucionales en 1948: EU, México, Guatemala, Brasil, Chile, El Salvador, Colombia, Cuba, Venezuela, Argentina, Perú y Uruguay.
En nueve había regímenes de facto o provisionales: Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Haití, Ecuador, República Dominicana, Bolivia, Panamá y Paraguay.
Cuando fue fundada, Colombia, como anfitrión, sufría la secuela de El Bogotazo, la conmoción por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, que desató una mortal crisis que, 75 años después, todavía repercute en ese país.
El paisaje americano de 1948 exhibió numerosos incendios políticos: guerra civil en Costa Rica, dictadura en Nicaragua, débiles democracias en Colombia, El Salvador, Venezuela o Guatemala y regímenes inconstitucionales en Haití o Panamá.
Con las únicas excepciones de Costa Rica, que desde 1949 y por más de 73 años se afianzó como la democracia más sólida de América Latin y el Caribe, y EU, en los restantes 19 fundadores hubo guerras, golpes de Estado, intervenciones armadas estadounidenses o ruptura del orden constitucional y sus secuelas dictatoriales.
Por eso, en el brindis por los 75 años de la OEA podrían surgir vítores o silbatinas.
