En los últimos meses, las personas sin hogar han estado detrás de varios sucesos y ataques en Nueva York que en ocasiones han acabado con la vida de la víctima. Sobre todo, en la famosa columna vertebral de la ciudad, el Metro.

Los hechos no han pasado desapercibidos para los medios de comunicación y la opinión pública, que han comenzado a desconfiar de que las autoridades puedan protegerlos de esta nueva amenaza que aumenta día a día.

Ante la presión pública, el alcalde Eric Adams ha tomado cartas en el asunto y ha apostado por una nueva estrategia que pasa porque las autoridades intervengan de manera más agresiva ante esta crisis de salud mental.

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A partir de ahora, policías y médicos municipales trasladarán a un centro siquiátrico a las personas sin hogar con enfermedades mentales graves que se encuentren en el Metro o vía pública, aunque sea en contra de su voluntad. Según el alcalde Eric Adams, “es una obligación moral”, y “se acabó el pasar de largo o mirar hacia otro lado”, dijo refiriéndose a una crisis que lleva décadas gestándose.

Para este proyecto van a destinar 50 camas siquiátricas adicionales, en una ciudad de 8 millones de habitantes. El proceso ha abierto un debate ético en el que participan organizaciones, ciudadanos y las autoridades.

“El problema es que estas personas están enfermas, tienen un problema mental y ni siquiera entienden las consecuencias de su acto, o el acto en sí. Por eso igual estás esperando el Metro y de repente alguien te empuja por detrás y ¡pum!”, cuenta a EL UNIVERSAL Adela Castro, mujer de 46 años que a diario toma la línea 7 para ir a su puesto de trabajo.

Es precisamente lo que ocurrió a inicios de 2022 alrededor de las 9:30 de la mañana en la estación de Times Square. El ataque fue aleatorio: de repente un hombre sin domicilio conocido se acercó a una mujer de 40 años que estaba esperando el Metro y la empujó justo en el momento que el tren entraba en la estación. La víctima murió atropellada en ese mismo instante.

El atacante fue identificado como Martial Simon, de 61 años. Una persona sin hogar con problemas mentales que, según explicó su hermana a los medios de comunicación poco después, “ha estado medicado más de 20 años con problemas siquiátricos”.

Éste y otros ataques son los que han hecho saltar las alarmas y han empujado al alcalde a buscar una solución. El anuncio y los detalles del nuevo plan llegaron el pasado 29 de noviembre.

El ayuntamiento ofreció una rueda de prensa ante los periodistas para explicar la nueva estrategia de 11 puntos que tratará de resolver “la actual crisis de personas con enfermedades graves mentales que se quedan sin tratamiento y sin refugio en las calles y el metro de la ciudad”.

La parte más controversial llegó cuando el alcalde Adams aseguró que el ingreso siquiátrico se produciría aunque el futuro paciente no estuviera de acuerdo, porque explicó, “la propia naturaleza de sus enfermedades les impide darse cuenta de que necesitan intervención y apoyo. Sin esa intervención, permanecen perdidos y aislados, atormentados por delirios y pensamientos desordenados. Entran y salen de hospitales y cárceles”.

En una reciente entrevista en un periódico nacional estadounidense, el director de los hospitales públicos de la ciudad Mitchell Katz, aseguraba que de las decenas de miles de personas que hay sin hogar en Nueva York, por lo menos mil necesitaban una intervención drástica para hacer frente a su situación mental.

¿Criminalización?

La ejecución de este nuevo plan no va a ser nada fácil. El ayuntamiento se ha topado con la oposición de muchas organizaciones y grupos defensoras de las personas sin hogar (incluidos los Abogados de Nueva York por el Interés Público y la Alianza Nacional sobre Enfermedades Mentales de la Ciudad de Nueva York) que aseguran que esta operación atenta contra los derechos humanos de los indigentes.

No están de acuerdo con que los oficiales de policía sean los primeros en responder a quienes necesitan ayuda médica y ponen en duda que el plan sea la solución.

Muchos de ellos aseguran que criminalizará a los indigentes y aumentará el riesgo de encuentros violentos con la policía, con el trauma que eso podría suponer para el enfermo.

En respuesta, el ayuntamiento ha asegurado que la ciudad está capacitando a 30 mil funcionarios para que aprendan a ofrecer un “cuidado compasivo” cuando la persona decida que no quiere ingresar “pero sea un peligro para ella misma o terceros”.

“No podemos negar la realidad de que la sicosis no tratada puede ser una condición cruel y consumidora que a menudo requiere intervención involuntaria, tratamiento médico y atención a largo plazo”, explicó Adams.

En este sentido la ley estatal tampoco juega a favor del alcalde y es un tanto ambigua: los agentes policiales pueden obligar a una persona a que sea llevada al hospital para su evaluación siempre y cuando parezcan tener una enfermedad mental y suponga una amenaza para terceros.

Adamas ha pedido que se amplíe el uso de la Ley de Kendra de 1999, que permite a los tribunales obligar a los acusados con enfermedades mentales que completen un tratamiento.

A otras organizaciones no gubernamentales neoyorquinas también les preocupa el futuro de estas personas sin hogar y enfermas mentalmente: qué pasará con ellas una vez hayan recibido el alta médica. Así lo cuenta a este diario el CEO y presidente de The Bowery Mission, James Winan. “Vemos al gobierno como parte de la solución, pero nos preocupa qué pasará con el enfermo una vez sale del hospital, dónde van a ir. Nosotros creemos en que la gente se recupera en comunidad y nuestro espacio es uno de estos sitios que ayuda a la gente que quiere salir de la indigencia”.

Un refugio para el frío y el hambre

En The Bowery Mission reparten diariamente 750 comidas y ofrecen alrededor de 300 camas a las más de 80 mil personas sin hogar que deambulan por la Gran Manzana, 582 mil en todo el país, según el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos.

“Aquí además pueden venir a ducharse, buscar asistencia médica y hay programas de ayuda”, explica James. Confiesa que, en invierno, el número de personas que atienden es mayor, “porque hace mucho frío en la calle”.

EL UNIVERSAL es testigo en primera persona de la gran actividad que tiene el centro. Nada más abrir sus puertas la afluencia de gente es realmente sorprendente. Uno a uno recogen su papeleta en la entrada y pasan a la sala principal donde la podrán canjear por una comida caliente. Allí está, por ejemplo, Brandon G., una persona sin hogar que confiesa que hay algo aún peor que lidiar con no tener alojamiento, “y es el rechazo humano, cuando una persona pasa a tu lado y ni siquiera te ve”.

Algo que cada vez es más habitual en la gran ciudad de los rascacielos, porque sus habitantes se han acostumbrado a ver indigentes en la calle, a temerles.

Como también se han acostumbrado a ver indigentes hablando solos, dañando el mobiliario urbano, gritando al aire porque aseguran oír voces en su cabeza o agresivas. De ahí la creciente criminalización de estas personas que viven en la calle o que se refugian en el Metro.

Una consecuencia de la mendicidad contra la que el alcalde de Nueva York ha luchado desde que llegó al conocido en inglés como City Hall, ayuntamiento. Según los informes oficiales, 470 personas fueron arrestadas este año por “estar tumbadas en los vagones del Metro”.

El jueves 8 de diciembre varios grupos y activistas en contra de la nueva estrategia de la ciudad se concentraron frente al ayuntamiento para denunciar lo que califican de “peligroso plan de salud mental”. El objetivo era influir en la audiencia programada ante el juez para exigir la anulación de este proyecto.

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