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Christchurch, Nueva Zelanda.— Christchurch vivió una jornada de luto entre el desconcierto y el horror por los ataques a las dos mezquitas, que causaron 50 muertos y al menos el mismo número de heridos, mientras se informó que la primera ministra Jacinda Ardern confirmó que, 10 minutos antes de los ataques, recibió un correo electrónico con el manifiesto en el que Brenton Tarrant detalló sus motivos para actuar y su visión neofascista y xenófoba.
Las autoridades informaron que Tarrant se desplazó de un centro religioso a otro en 36 minutos, indicaron medios locales. Además, se reveló que fue capturado cuando volvió a su vehículo, donde tenía bombas.
La policía indicó que dos sospechosos que habían sido detenidos no parecen estar conectados con el ataque, por lo que se cree que el agresor, quien fue inculpado de asesinato el sábado, actuó solo. Previamente, el fiscal general de Nueva Zelanda, David Parker, anunció que el gobierno prohibirá los rifles semiautomáticos
Los residentes aún no daban crédito a lo que sucedió. “Uno creía que eso pasaba en Estados Unidos, en ciudades grandes como Londres o París, pero jamás en Nueva Zelanda y mucho menos en Christchurch”, decía Pita, un taxista quien lamentaba una y otra vez: “No puede ser”.
El cielo gris de Christchurch acompañaba el humor de desolación de los habitantes de esa ciudad, que acudieron en grupo o solos a dejar flores en un semáforo cerca de la mezquita de Al Noor, cuyos alrededores estaban acordonados por la policía.
Lo hizo un residente de apariencia asiática quien llegó en bicicleta para dejar un ramo. Junto a las flores había un cartel en árabe y otro en inglés, en los que se leía: “No importa de dónde vengas, no importa tu religión, estoy feliz de ser tu vecino”.
Delante de una de las mezquitas donde ocurrió el tiroteo, otra gente se arrodillaba enfrente de una pancarta blanca para dejar sus impresiones en forma de corazones multicolores y mensajes que apelaban a la solidaridad y la unión, salvo algunos que no podían evitar el resentimiento: “Recuerden sus nombres. Prohíban las armas. Jódanse, nazis”.
“Ellos son nosotros. Estamos unidos como comunidad”, era la consigna que más se repetía en otros ramos de flores a lo largo de la zona.
Esas palabras se hacían eco de las que dijo la primera ministra Ardern cuando condenó la víspera los ataques que calificó de “terroristas”. La premier viajó a Christchurch con el opositor Simon Bridges y otros funcionarios. Dieron mensajes de apoyo a los afectados.
“Estas personas tenían que estar seguras aquí. Te rompe el corazón que esto pase en este hermoso país con toda esta gente de todo el mundo, de tantas nacionalidades, orígenes étnicos y religiones”, declaró Beck, un adolescente quien confesó que “es difícil sentirse seguro ahora”.
Azan Ali, de 43 años, originario de Fiyi, estaba en la mezquita Linwood con su padre cuando el viernes se produjo el ataque. Azan tiembla cuando rememora los disparos.
En la mezquita Linwood, las alfombras nuevas instaladas hace algunos meses están marcadas por la tragedia. “Había sangre en todas partes. Era algo caótico”, relató Ibrahim Abdel Halim, imán del lugar, de origen egipcio y quien se dispone a enterrar a los muertos. Su esposa, Falwa El Shazly, fue herida en un brazo.
Abdul Aziz, calificado por algunos como un héroe, atrajo al pistolero a una persecución, antes de hacer que se alejara a toda velocidad en su auto.
Latef Alabi, el imán en funciones de la mezquita de Linwood, dijo que el número de muertos habría sido mucho mayor en su mezquita, si no hubiera sido por Aziz.
“Vino este hermano. Fue tras él y se las arregló para dominarlo, y así fue como nos salvamos”, dijo Alabi.
La solidaridad de los neozelandeses también se expresó en una colecta para ayudar a las víctimas la cual logró reunir 2.4 millones de dólares.