Cada noche, antes de dormir, reproduce en su celular un audio con la voz de su hija. Luego se da la bendición y ruega a Dios para que en sus sueños la pueda volver a abrazar.

Su hija, Daniela Patiño , fue víctima de una red de trata de personas en Guatemala .

“Yo, Daniela Patiño, soy una mujer que sueña con ganarse el premio nobel de literatura. Me gusta amar y vivir, sentir los árboles, la naturaleza y sentirse amada”, se escucha en la grabación que esta madre guarda como un tesoro.

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Ese audio es de las pocas cosas que la ayudan a aliviar el dolor que no la suelta desde septiembre de 2019. En ese entonces, Martha y su esposo, Elkin Patiño , dos paisas nacidos en el municipio de Bello, Antioquia, deseaban lo que muchos padres en Colombia: que su hija culminara sus estudios universitarios, en este caso, de Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Minuto de Dios de Medellín.

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Foto: Cortesía familia Daniela Patiño

Ayudar era el lema de su vida, su tierna sonrisa la llevaba a cada obra de caridad que realizaba. Su madre recuerda que su inteligencia, su belleza y su gusto por verse bien arreglada la hacían resaltar a donde fuera. “Era una niña entregada a su espiritualidad, a los ángeles y a Dios. Además, era polifacética, hacía de todo. Quería ser escritora, ‘youtuber’, actriz y periodista”, recuerda Martha.

Tanto ella como Elkin anhelaban verla explotar todo ese talento que guardaba. No veían la hora en la que pudieran leer sus historias, que reflejaban su pasión por ayudar a los demás, su gusto por la literatura y su carisma para hablar ante las cámaras.

Ambos trabajaban con dedicación para costear esos estudios, Martha, en la recepción de un hotel y su esposo, como asistente contable en la Corporación Educación Sin Fronteras .

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Pero una de esas malas noticias que llegan sin avisar puso un alto en el camino. “En la empresa en la que yo laboraba me cancelaron el contrato. Entonces yo le dije: ‘Daniela, no puedo seguir pagando el semestre, le va a tocar empezar a trabajar para poder terminar’ ”, recuerda Elkin.

No había alternativa, pero en Colombia, un país que tiene una tasa de desempleo juvenil del 20,5 % según el Dane, Daniela no veía muchas opciones. Así que miró más allá de las fronteras.

A inicios de julio del 2018 cogió sus maletas; sin saber mucho hebreo arrancó su travesía hacia Israel, gracias a que un amigo la ayudó a realizar el viaje. Durante nueve meses vivió en Guivatayim , una ciudad de la franja costera central de ese país, y su pareja, que conoció allá, la ayudó a sostenerse económicamente mientras tanto.

En este tiempo, según cuenta Martha, trabajó en un restaurante y logró ahorrar suficiente dinero para pagar su semestre y cumplir el objetivo que se planteó con Sara Patiño, su hermana gemela: ayudar a sus padres a salir adelante. En la familia, los roles se invirtieron.

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A lo largo de esos meses, en sus espacios libres, Daniela prendía la cámara de su computador y grababa videos para YouTube sentada en un sofá rojo. En su canal, que nombró דניאלה נהדר (Daniela es genial), alcanzó a publicar un video en el que se ve hablando en hebreo y probando una variedad de dulces colombianos.

El puerto de Jaffa, Jerusalén y las playas de Tel Aviv son algunos de los sitios donde la joven guardó postales fotográficas que solía publicar en sus redes sociales y que, de paso, les servían a sus padres para ver cómo estaba su hija en un país tan lejano del nuestro.

Cuando Daniela regresó a Colombia , a inicios del 2019, con su dinero ahorrado, tanto Martha como Elkin pensaron que la ‘niña’, como aún le dicen con cariño, volvería a las aulas. Pero los planes cambiaron cuando una supuesta promesa de viajar a España para trabajar de nuevo en un restaurante y ganar mucho dinero llegó a los oídos de Daniela a mitad de año.

“La invitación la hizo una amiga que no conocíamos. Como ella estuvo en Israel y le fue tan bien, yo tenía la fe de que esta vez pasaría lo mismo”, afirma Martha. Ese mismo pensamiento pasaba por la mente de Elkin, quien asegura que “como ella ya había viajado sola y le fue tan bien, a nosotros nos pareció normal que lo hiciera. Pero todo salió mal”.

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Horas de angustia, a miles de kilómetros de distancia

Tomadas de la mano, como lo hacían en la infancia, Martha y Daniela caminaron por el centro de Medellín la tarde del jueves 15 de agosto, un día antes del viaje.

De almacén en almacén, escogieron cuidadosamente las prendas que la joven llevaría a su viaje, sin saber que ese sería el último momento que podrían vivir como mamá e hija. “Fue el día más maravilloso que pude vivir con ella porque estuvimos todo el día juntas”, recuerda Martha con la voz entrecortada.

“Cuando terminamos, yo me fui porque trabajaba como recepcionista en un hotel en las noches. Aunque estaba trasnochada, al día siguiente la ayudé a empacar su maleta con lo que habíamos comprado”, cuenta la madre.

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El tiquete del viaje, que tenía fecha de ida pero no de regreso, jamás lo vieron sus papás.

Martha cuenta que tres días antes de partir, Daniela les informó que se iba a Europa . La noticia la cogió fría. Dice que la joven no les dijo cuándo regresaría y que, como siempre, había sido tan independiente, capaz y arriesgada, ellos confiaron en que les estaba diciendo la verdad.

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El tatuaje lo tenía Daniela escrito en letra cursiva en su antebrazo derecho. Foto: Cortesía familia Daniela Patiño

Sin la certeza de los detalles del vuelo, de la persona que la acompañaría o cuándo volvería a la casa que con esfuerzo consiguieron Martha y Elkin en Bello, a ellos solo les quedaba confiar.

Con la maleta lista, padre e hija salieron del hogar hacia el aeropuerto José María Córdova cuando el sol se escondía en el municipio. El trayecto era de aproximadamente 47 minutos, y Daniela, para no hacer volver tan tarde a Elkin a casa, le dijo que ella prefería irse sola en un taxi.

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Aunque Elkin insistió en que le diera el número de vuelo para ayudarla con el ‘check-in’ y agilizar el tiempo, Daniela finalmente le dijo que no porque una amiga se lo iba a hacer.

“Ella se fue entonces, y horas después nos mandó fotos comiendo sola desde el aeropuerto. El vuelo era a las siete, pero se atrasó y finalmente despegó, supuestamente hacia España, a las 10 de la noche”, recuerda el padre.

Hasta ese momento, todo estaba en orden. Mientras Daniela salía del país en un avión, Martha y Elkin se fueron a dormir tranquilos, pero el sueño se interrumpió con el sonido del celular a las 4:30 de la mañana. Era un video de Daniela avisándoles que ya había llegado.

Por supuesto, el mensaje les pareció extraño porque un vuelo que toma aproximadamente 9 horas y 30 minutos se habría hecho en seis. “Ni que hubiera tomado un vuelo chárter”, asegura el señor Patiño.

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“¿Usted por qué está allá, luego no iba para España ?, le preguntó Martha por un mensaje de texto al darse cuenta dónde estaba su hija. “No, mi amiga resultó diciendo que el trabajo iba a ser en Guatemala”, le respondió Daniela. Ahí empezó la pesadilla.

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Durante el primer día de su viaje, Daniela perdió toda la comunicación con sus padres, y la espera para que su hija volviera a escribir se hizo larga, hasta que por fin recibieron otro video. Esta vez, en una casa con algunas amigas.

“Se veía superbién”, dice Elkin, quien recuerda que por momentos volvieron a sentir la calma que lograron tener mientras Daniela estaba en Israel. Sin embargo, a los dos días de arrancar la travesía en tierras guatemaltecas, llegó otro mensaje con malas noticias.

“Mamá, esto no es ningún trabajo, esto es una trata de blancas”, “me están pidiendo un millón de pesos para pagar el viaje”, “me van a matar, llame a la Policía”, decían los textos.

La joven estaba en peligro, lejos de casa, y aunque querían ir hasta allá para ayudarla, no era una opción por la falta de recursos económicos. La alegría que supondría el viaje se transformó en terror e incertidumbre.

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Entre lágrimas, Martha le rogó a Daniela para que intentara volver a Colombia, pero en ese momento era imposible porque la joven no tenía recursos, aseguraba que la tenían amenazada y tenía que pagar el dinero que le pedían a cambio de no asesinarla. Sin pensarlo dos veces, los padres movieron cielo y tierra en Colombia para enviarle un millón de pesos hasta ese país.

La plata la recibió Daniela, y ella finalmente pudo viajar sana y salva hasta Playa del Carmen (México). “Me volé”, les escribió sin contar detalles de cómo logró huir de la red de trata de personas en la que habría caído.

Hoy en día no se sabe cómo hizo la joven para realizar ese viaje, que toma 13 horas en carro. Su padre cree que tomó la carretera Panamericana en un bus y así logró volarse de Guatemala, un país en donde, según su Procuraduría de los Derechos Humanos, las víctimas de red de trata de personas aumentaron en un 26,69 % en 2019, con 596 casos reportados.

Una nueva “oportunidad”

Los días de angustia habían terminado, y el calvario parecía haber llegado a su fin. Entre finales de agosto y principios de septiembre, la paz se volvió a sentir en el hogar Patiño Hinestroza.

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Con la esperanza de que Daniela regresara pronto, Elkin y Martha intentaban volver a vivir sus días con la tranquilidad que perdieron durante los días en los que la joven escapaba de Guatemala.

Según narran, su hija pudo contactarse con un amigo que conoció en Israel y vivía en México. Allí logró conseguir hospedaje en un hotel donde tenía planeado pasar los días mientras conseguía trabajo o decidía volver a Colombia para reunirse con sus padres, su gemela y su pequeña sobrina.

En ese tiempo, Daniela hablaba a diario con sus papás. Les contaba qué hacía y dónde estaba. Incluso, en una oportunidad les mandó un video en el que se escuchaba feliz porque estaba en el museo de Frida Kahlo, una de sus artistas preferidas.

“Desde que pasó lo de Guatemala, yo me comunicaba con ella todos los días. Eso me daba tranquilidad. Hasta que llegó un momento en el que dejó de contestarme”, dice Martha, quien en ese entonces le comentaba a su esposo que algo raro estaba pasando porque su hija no respondía los mensajes.

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Temor, incertidumbre y angustia, tres sentimientos que ya habían rondado por la familia de Daniela, volvieron a aparecer. La calma que lograron tener por unos días se terminó en la noche del 13 de septiembre de 2019, cuando Martha recibió una llamada desde México.

“Daniela está desaparecida, dejó sus papeles en el hotel, pero salió al supermercado y no sabemos nada de ella”, se escuchó por el teléfono. Era la voz de una amiga que había hecho la joven en el país azteca.

No hubo paz a partir de ese momento, y las puertas en las que buscaron ayuda para encontrarla no se abrieron. “Comencé a buscarla por Facebook, estaba desesperada. Fui a la Fiscalía de Medellín, no me ayudaron. Fui a la Defensoría del Pueblo, y tampoco”.

A pesar de que las entidades no le respondieron, las redes sociales hicieron lo suyo, el mensaje de la desaparición de Daniela se viralizó y a medianoche de ese mismo día, mientras Martha le suplicaba a la imagen de la Virgen de Guadalupe que pegó en su sitio de trabajo, le llegó un mensaje a su Facebook. Era una foto de la mano de Daniela en la que se veía un tatuaje.

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“Señora, ¿por favor nos dice si esta es su hija?”. “Era mi niña, estaba sin vida”, recuerda.

Un tatuaje y un cadáver

Inefable’, decía el tatuaje que permitió reconocer a Daniela, y así mismo fue lo que sintió en ese momento esta madre a quien hoy en día le cuesta explicar en palabras el dolor que la carcomía por dentro.

Salió a la calle y cruzó sin ver que venía un carro que por poco la atropella. “Me mataron a mi niña, nos mataron a la niña”, repetía una y otra vez. Entretanto, su esposo intentaba tranquilizarla, sin éxito.

Un par de veces se desmayó con la esperanza de que al despertar se diera cuenta de que todo lo que estaba viviendo era mentira. Con la esperanza de enterarse de que Daniela estaba bien en México.

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Desde que se conoció la lamentable noticia, no hubo una sola noche en la que Martha y Elkin pudieran conciliar el sueño. Nunca llegaron a pensar que en sus vidas, además de enfrentar el dolor del asesinato de su hija, también tuvieran que enfrentar el tortuoso proceso que implicaba repatriar el cuerpo de la joven para así poderle darle el último adiós en su tierra natal.

Los alimentos no les sabían a nada, tampoco les provocaba comer. Solo querían traer de regreso a su hija, cuyo cuerpo fue hallado en elevado estado de descomposición, según confirmaron en ese momento las autoridades de ese país.

Aún no se explican cómo se llenaron de valentía para adelantar los confusos trámites y así traer de regreso a Daniela. En México, según cuenta Elkin, el cuerpo no se podía transportar porque estaba contaminado, y la Fiscalía indicaba que no se podía incinerar por motivos de investigación. La dualidad, entonces, estaba entre si lo cremaban o no.

Mientras ese debate se resolvía, donaciones provenientes de Israel y otros países del mundo empezaron a llegar para poder costear el viaje que realizó a principios de octubre el padre de Daniela hacia México. Ellos, por su parte, tuvieron que endeudarse para completar el dinero.

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Únicamente iría él porque llevar a Martha implicaba más gastos que no podían costear. En ese momento, el Gobierno del país norteamericano les ayudaría con mil dólares para el procedimiento y, aquí en Colombia, la familia tenía que darle otros 2 mil 500 dólares a la funeraria encargada del trámite.

Este padre jamás pensó que la primera vez que saldría del país sería para reconocer el cuerpo de su hija.

Sacó fuerzas de donde no tenía y emprendió su viaje hacia Playa del Carmen. El dolor se mezclaba de vez en cuando con el temor de que algo malo también le pasaría a él al llegar a México por las constantes amenazas que recibió, según cuenta, de carteles de ese país que le pedían dinero a cambio de información de la muerte de la joven. “Llegaron a pedirme hasta 5 mil dólares”.

Mientras Elkin volaba hacia México, Martha se quedó en Bello con el corazón en la mano. Un vacío se le atravesaba en el pecho cada vez que pensaba que a su esposo le podría pasar algo malo. No aguantaba una tragedia más, un dolor adicional.

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“¿Usted se imagina el susto y el sufrimiento míos? Yo tengo fama de ser intensa, pero en ese momento sí que lo fui porque lo llamaba todo el tiempo, pero eso también era muy duro. Estar lejos y verlo llorar era muy doloroso”, comenta Martha un año después de ese viaje.

Sin la compañía de su esposa y su familia, Elkin viajó un martes, se devolvió un jueves. Allá se estrelló solo con la realidad.

Como el cuerpo de Daniela no estaba registrado en México, tuvo que realizar los trámites para completar ese proceso y hacer el acta de defunción en ese país. Sin eso no era posible retornar a Colombia.

Las mismas pertenencias que Martha compró con Daniela en Medellín se las entregaron en México. Dice que fue muy difícil recibirlas porque fue como sentirla a ella, pero Daniela, lamentablemente, ya no estaba viva.

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“Nos equivocamos. Debimos investigar sus amistades”

Daniela habría cumplido 23 años con su hermana el pasado 25 de abril. Sin embargo, este año no hubo celebración. Desde la muerte de la joven, en la familia no hay fiestas ni navidades. Aunque ha sido difícil, han intentado seguir adelante por Sara y la nieta de siete años, que es la luz de la casa en medio de la oscuridad.

“Por siempre te recordaremos con tu alegría, tu corazón inefable. El milagro que Dios hizo en ti fue algo imposible de explicar, tanto amor en ti por todo cuanto te rodeaba”. Esa frase, rodeada de imágenes de palomas blancas y una foto de Daniela, reposa en una mesa con mantel blanco, velas, la imagen de Cristo y la Virgen María. Es un altar sagrado con el que recuerdan su memoria.

Los padres de Daniela no desean que en otra casa haya un altar como este, y menos que una tragedia como la que les sucedió se repita en otro hogar colombiano. Elkin, abiertamente, dice que ellos se equivocaron con su hija por dejarla tan sola. “No investigamos sobre sus amigas, por eso les digo a los padres: en lo posible, no dejen solos a sus hijos. Monitoreen constantemente las redes sociales y conozcan a fondo las personas que están con ellos”, comenta.

También aconseja que cuando una propuesta llegue del exterior “investiguen que todo esté legalmente constituido y verifiquen con las autoridades del otro país toda la información. No es bueno dejarnos llevar por maravillas que nunca van a existir”, concluye.

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En las voces de los padres de Daniela es difícil percibir alegría. Ambos llevan adelante su proceso para sanar el dolor, cada uno a su ritmo. Martha abandonó su trabajo para dedicarse al hogar y vivir el duelo en casa. En este año que transcurrió dejó de culpar a Dios por lo sucedido y, al contrario, se aferró a él. Asegura que “la justicia más severa es la de Dios. Yo se lo dejo todo a él. Que hagan justicia en la Tierra no me va a devolver a mi bebé”.

Elkin, por su parte, continúa trabajando para sostener el hogar y está pendiente de los pocos avances de la investigación para identificar a los responsables de la muerte de su hija.

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Los amigos de Daniela hicieron una vaca por internet para recaudar fondos con el fin de ayudar a la familia con la repatriación del cuerpo. Foto: Archivo El Tiempo

El 3 de octubre del año pasado, mientras el padre alistaba su viaje para traer de vuelta su hija, varios medios colombianos y mexicanos informaron que habían capturado al presunto asesino de la joven paisa en México. Se trataba de alias Pantera, un hombre que supuestamente le envió un mensaje a Daniela horas antes de que la encontraran sin vida.

Con respecto a esta captura, los padres aseguran que a él no le comprobaron nada y lo soltaron. “El hombre al que capturaron fue un payaso que pusieron para tapar el cuento, para callar a la prensa”, aseguran.

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Por la pandemia, el proceso para continuar la investigación se frenó, pero Elkin espera que el fiscal encargado del caso en Colombia muestre avances pronto.

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Altar que permanece en la casa de la familia Patiño Hinestroza.

Mientras eso pasa, en la familia Patiño Hinestroza seguirán aprendiendo a vivir con el vacío que dejó la muerte de Daniela. Al llegar cada noche, Martha, como ya es costumbre, prenderá su celular, activará el audio con la voz de su hija y la escuchará de nuevo con la esperanza de volver a verla una vez más, por lo menos en sus sueños.

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