Madrid.— En la infancia de los gemelos Ocón Zayas, a los juegos comunes a todos los niños se les añadía uno especial. “De pequeños soñábamos con encontrar una pócima mágica que nos cambiara”, recuerdan los hermanos de 30 años desde Torre del Mar (Málaga), un pueblo en la costa del Mediterráneo.

Como no encontraron esa pócima, hasta el 11 de noviembre de 2015 para el mundo siguieron siendo Lucía y Natalia. Pero ese día, tras completar los dos años de tratamiento de reasignación sexual a los que obliga la ley para poder cambiar de identidad legal, recibieron sus nuevos carnés de identidad, donde se los reconoce legalmente como Lucas y Mateo.

“Conocemos casos de transexuales que lo han pasado mal, con grandes conflictos en casa, pero en nuestra familia han sido muy tolerantes”, responden indistintamente los dos hermanos vía telefónica a las preguntas de EL UNIVERSAL. “Todo el mundo ha sido muy agradable. Puede que haya quien nos mirase raro, pero no hemos querido concentrarnos en eso”, dicen.

En su caso, lo más complicado les ha parecido la espera. “El cambio requiere paciencia. No te inyectas las hormonas y al día siguiente eres distinto físicamente. Desde que tomamos la decisión, con 24 años, tardamos un año y medio en completar la transición. Ese punto intermedio en que te tratan como una chica aunque ya empieces a parecer un chico es incómodo, pero también nos pareció bonito porque genera ilusión”.

A pesar de su actitud optimista, el proceso no ha sido sencillo. “Empezamos las consultas sicológicas en 2012 en la sanidad pública, pero llevábamos un año y se resistían a aprobarnos el tratamiento hormonal porque la doctora consideraba que podíamos estar influyendo el uno al otro”, explican.

“Es un trago difícil, porque te ves obligado a convencer a un sicólogo que no conoces de que eres transexual. No siempre es fácil hacerle llegar a un extraño tus recuerdos”, dicen.

Desde 2014, esos controvertidos test sicológicos no son necesarios en Andalucía, la comunidad en la que viven Lucas y Mateo, y una nueva ley pretende eliminarlos pronto en el resto de España. Pero en su momento les resultaron una barrera demasiado incómoda y en 2013 acudieron a un sicológico privado que les abrió las puertas del tratamiento hormonal, que ya será de por vida.

En 2015 se sometieron a la mastectomía en una clínica privada y ahora están en la lista de espera de la sanidad pública para una histerectomía (retirada del aparato genital femenino). Por el momento no tienen programada la operación para un aparato masculino.

Su evolución fue particular. “Nuestra infancia fue muy masculina. De niños siempre tuvimos muy claro quiénes éramos, pero llegó la adolescencia y cambiamos nuestra apariencia y la hicimos muy femenina. Tal vez fue por cobardía cuando empezamos a conocer los prejuicios de la sociedad”. Fueron los años de largas melenas rubias, maquillaje y zapatos de tacón.

“No sé por qué no empezamos el cambio antes, pero sí que llegó un momento en que nos resultaba insostenible seguir con apariencia femenina”, dicen. “No ha sido traumático porque siempre vivimos como natural esa distancia entre nuestro aspecto físico y lo que nos sentíamos, pero sí hemos tenido que cuestionarnos mucho cómo somos”.

Coinciden en que el apoyo de un gemelo en sus mismas circunstancias los ha hecho sentirse acompañados. “Al estar juntos nos desahogábamos hablándolo todo”, ríen. Especialmente cuando recibían los golpes de un entorno que no contempla en su guión que las personas cambien de sexo.

Son diplomados en Relaciones Laborales. No han sufrido discriminación laboral, sólo algún contratiempo inevitable. “Yo dejé un trabajo de azafata [edecán]”, ríe uno de los gemelos. En otros empleos han tenido que dar explicaciones sobre su cambio de nombre en los documentos legales, pero ya los tienen arreglados y confían en que no vuelva a ser necesario.

Los hermanos disfrutan ahora con los pequeños cambios que siguen experimentando. “El hambre es diferente. Como hombres físicos, es mucho más urgente”, comentan. Las emociones también han variado: “Con las inyecciones de testosterona se vuelve más difícil llorar. Yo antes lloraba mucho, pero ahora es más complicado: se siente más bien rabia o impotencia”.

Las transformaciones no son sólo físicas, sino también sociales. “Tu posición en el mundo se ha modificado por motivos culturales. Con apariencia masculina te sientes más seguro al andar solo por la noche, pero sorprende ver cómo las chicas cruzan la calle para no encontrarse contigo”.

Entre descubrimientos y esperanzas, los hermanos Ocón disfrutan ahora de su nuevo papel en el mundo.

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