Un verdadero infierno. Así definió Carlos (nombre ficticio para proteger su identidad) el año que estuvo detenido en el marco del régimen de excepción que instauró el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y en el que sufrió "abusos de parte de las autoridades" por ser acusado de pertenecer a pandillas, aunque no lo es.
Cuenta que él y otro reos eran golpeados con macanas, rociados con gas pimienta y eran expuestos a varias horas de sol y comida racionada, lo cual afectó su salud física y mental.
En mayo de 2023 comenzó su calvario. Se dirigía junto a su familia a una parcela de tierra a sembrar maicillo para obtener ingresos antes de la estación lluviosa y en el camino un grupo de soldados y policías los detuvieron y sin mayores explicaciones les dijeron que estaban detenidos por formar parte de grupos criminales. Él fue trasladado al Centro Penal de Izalco.
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"Nos entrevistó la Procuraduría (PDDH) sobre si teníamos abogado, pero nos dijeron que igual ni los íbamos a ocupar porque por pandilleros vamos y que 30 años nos iban a dar. La jueza, en el día de la audiencia, nos dijo que no había argumentos para que nos tuvieran presos, porque no habían presentado nada en contra de nosotros más que la ficha que llenó el policía. Pero nos dijo: ‘No los puedo dejar salir, lo lamento, pero van a tener que pasar seis meses presos por orden del gobierno'".
Recibidos a garrotazos
"Al llegar al centro penal, a cada uno que iba bajando (del transporte) le iban dando un garrotazo en la cabeza. Después nos llevaron a la cancha donde había graba regada, nos quitaron la ropa. Me cortaron el pelo con un yatagán (cuchillo), pero me quitaron hasta el cuero porque chorreaba sangre. A uno que iba a la par mía, de los garrotazos, le fracturaron las costillas", describió.
"Después nos llevaron al tercer nivel a una celda con capacidad de 80 personas, pero habíamos 230. Estábamos parados porque no había espacio. Era una celda sellada y en horas del mediodía se comenzaba a desmayar la gente por la falta de oxígeno. Después llegó el director del centro penal, nos formó y nos llegó a tirar gas (pimienta) porque era parte de la bienvenida. Dijo que la única manera que podíamos salir de la cárcel era muertos", agregó.
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Según relató, en algunas ocasiones se hacía presente el director de centros penales, Osiris Luna. Entonces los sacaban a las canchas y los golpeaban. "En una ocasión, el mismo señor Osiris Luna le pegó a uno que levantó la mirada para verlo. Nos habían dicho que solo podíamos estar con la vista abajo", mencionó Carlos.
También vio la agonía y muerte de un reo. "Un muchacho se puso grave y comenzó a gritar del dolor. Lo que se hace en esos casos es que se lleva a la persona a la puerta y queda acostado, llamamos a los custodios y empiezan a pegarle con la macana para ver si se mueve. Nos decían que solo les llamáramos cuando estuvieran muertos. Al muchacho ahí lo dejaron y a la mañana siguiente había fallecido".
Meses después, Carlos fue trasladado al Centro Penal La Esperanza, mejor conocido como Mariona, donde la comida era limitada y racionada.
"En Mariona lo que era para una persona se la daban a dos. En un mes solo nos dieron un tiempo de comida y un vaso de atole. La familia me mandaba paquetes (de comida) pero no llegaba. Solamente leche, incaparina y avena nos daban. La azúcar, cereales y otros se la quedaban ellos. Nos sacaban, como 5 mil personas en una zona donde daba el sol, y a la gente se le inflamó la cabeza, otros se desmayaron. Pasábamos de 9:00 de la mañana a 3 :00 de la tarde en el sol. En un pabellón estábamos mil 200 personas y solo me bañaba una vez a la semana porque nos daban 8 vasos de 8 onzas para bañarnos en siete días", recordó.
Luego comenzó a tener diviesos, rash, en las partes genitales y axilas. Se enfermó, pero nunca tuvo un diagnóstico médico para saber de qué padeció, ni un tratamiento. Solo le dieron un blister de amoxicilina y uno de acetaminofén.
El camino de la libertad
Un día, sin mayor explicación, lo sometieron al polígrafo. Le preguntaron si pertenecía a alguna pandilla o si colaboraba con ellos, o si tenía familiares pandilleros; si había matado, violado o extorsionado. Al mes de la prueba le dijeron que podía salir y como a las 8:00 de la noche lo llevaron al Penalito, donde recuperó su libertad.
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