San José. – México y Brasil saben que compiten en los cuadriláteros diplomáticos internacionales asentados en dos realidades.

Por un lado, presumen de su estatus de ser los gigantes políticos y económicos de América Latina y el Caribe. Por el otro, reconocen que el ranking de preferencias regionales de Estados Unidos, el competidor mundial de peso pesado, ratificó en 2022 a Colombia como “piedra angular” de la política de Washington en América Latina y el Caribe.

Pero si se tratara de una pugna pugilística, México volvió a quedar, en 2022 y 2023, a la zaga de las arremetidas diplomáticas de Brasil y siempre perdió por nocaut, puntos, descalificación, retiro o decisión técnica.

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“Los países buscan alinear sus intereses políticos, geopolíticos y económicos internacionales. A diferencia de México, Brasil está más lejos de EU y esto podría significar más oportunidades para los brasileños en el escenario internacional”, planteó el sociólogo y politólogo brasileño Rodrigo Prando, profesor e investigador de la (no estatal) Universidad Presbiteriana Mackenzie, de Brasil.

A diferencia de Andrés Manuel López Obrador, Lula sí asistió a la cumbre de la UE-Celac y encabezó las reuniones sobre el tema de Ucrania.

“En relación con México, no veo que Brasil tenga una intención de agresividad diplomática, sino algo natural de ocupación de espacios que, en un momento dado de correlación de fuerzas, puede ser favorable a los intereses mexicanos y en otro momento a los intereses brasileños”, dijo Prando a EL UNIVERSAL.

Con el retorno del izquierdista brasileño Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia de Brasil, a partir del primero de enero de 2023, Brasilia empezó a tratar de recuperar el espacio de liderazgo interamericano que, con altibajos, ocupó en varias etapas desde que en 1985 inició su paulatino retorno a la democracia luego de 21 años (1964-1985) de dictadura militar derechista.

La irrupción de Lula se registró después de los cuatro años —2019 a 2022— de aislamiento externo o de desestimar el contexto global que, con escasos momentos de excepción y con socios específicos —EU, Rusia e Israel—, personificó el capitán ultraderechista Jair Bolsonaro en su mandato presidencial.

“Brasil bajo el gobierno de Lula ha retomado un espacio que fue despreciado en el gobierno de Bolsonaro que son las relaciones internacionales. En el gobierno de Bolsonaro, Brasil se ha aislado muchas veces y esto ha sido perjudicial para nuestro país”, recordó Prando.

“La situación en América Latina y el Caribe presenta enormes desafíos. Europa tiene la guerra (desde febrero de 2022) entre Ucrania y Rusia que trae inestabilidad e incertidumbre. El mundo está esperando saber cómo Rusia saldrá de este conflicto”, agregó. Sin éxito, Lula desplegó este año una controversial iniciativa para el cese de la guerra en Ucrania.

Al subrayar que Lula halló “una situación política interna muy difícil” con los ataques de turbas derechistas proBolsonaro, en enero anterior, a una sede institucional en Brasilia, mencionó que se topó un Congreso de centroderecha y extrema derecha.

“Este escenario hizo que Lula se sintiera más cómodo en buscar reanudar la presencia de Brasil en el extranjero”, sugirió.

Los aislados

En el flanco mexicano, el presidente de México, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, se autodiscriminó de ser peleador potente en la política interamericana o mundial.

Al iniciar su sexenio, en diciembre de 2018, López Obrador proclamó que se concentraría en el panorama interno y se abstendría de ser un viajero frecuente fuera de las fronteras mexicanas. EU, Guatemala, El Salvador, Honduras, Belice y Cuba son los únicos países visitados por López Obrador en su gestión, en contraste con el protagonismo activo que, por una u otra circunstancia, permitió a México afianzarse en el siglo XX como referente de la política exterior. En septiembre viajará a Colombia y Chile.

El aislamiento de Bolsonaro y López Obrador avanzó paralelo a la ausencia de liderazgos continentales. El bloque izquierdista regional perdió a sus fichas emblemáticas por las muertes del venezolano Hugo Chávez (1954-2013) y del cubano Fidel Castro (1926-2016).

Los herederos del poder en Cuba —el general cubano Raúl Castro (gobernó de 2006 a 2018) y el ingeniero electrónico Miguel Díaz-Canel (gobierna desde 2018)— y en Venezuela —el sindicalista venezolano Nicolás Maduro (ejerce a partir de 2013)— tampoco alcanzaron el atractivo y el odio o la fascinación y el repudio de sus antecesores.

Como puntas de lanza de la izquierda radical, Cuba y Venezuela acumularon voluminosos expedientes en el siglo XXI por denuncias de violar los derechos humanos e irrespetar la democracia… pero López Obrador primero y Lula después callaron al respecto y reafirmaron su solidaridad con La Habana y Caracas.

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En una sacudida política que molestó en Brasil, Venezuela, EU y otros países, Lula recibió el 29 de mayo anterior con honores a Maduro en Brasilia y, en defensa de su cuestionado colega venezolano, alegó que sobre Venezuela “hay muchos prejuicios” e ignoró las denuncias sobre derechos humanos. Lula atribuyó la crisis venezolana, que se agravó en 2014, a “una narrativa que decía que (Maduro) era antidemocrático y autoritario”.

En otra ceremonia histórica, López Obrador confirió a Díaz-Canel un sitial de honor en la fiesta de 2021 de la Independencia de México de España y, sin hablar de democracia ni derechos humanos, refrendó su solidaridad con Cuba ante el embargo económico que EU le impuso en 1962.

El acto en la capital mexicana fue en un año crucial para el régimen comunista cubano por el estallido de masivas protestas antigubernamentales en la isla para exigir libertad y democracia y el fin del comunismo.

Los triunfos

En sus dos cuatrienios consecutivos de 2013 a 2010, Lula instaló a Brasil como factor de consulta. Al recuperar este año el trono del Palacio de Planalto, sede de la Presidencia, recibió el beneficio de las victorias diplomáticas de Brasil sobre México en 2022 en la puja por las sillas principales en la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

“Las pocas victorias en política exterior (de Bolsonaro) fueron solo en el ámbito regional”, adujo el abogado brasileño Paulo Abrao, exsecretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y director ejecutivo de Washington Brazil Office (WBO), organización no estatal de EU.

Esos triunfos “se debieron mucho más al contexto de una hegemonía de gobiernos conservadores en la región, que tenían interés en mantener a Brasil como faro de la extrema derecha global, que a los méritos de la diplomacia que en su gobierno fue instrumentalizada por su proyecto de poder”, declaró Abrao a este diario.

“Brasil y México están viviendo momentos políticos diferentes” y mientras el brasileño “está iniciando” su gestión, el mexicano ya casi “se va” (diciembre de 2024), por lo que “es natural que los nuevos gobiernos lleguen con más disposición a actuar en el ámbito internacional”, aclaró.

“Lula y Obrador tienen ambiciones diferentes en el campo internacional. Lula fue y ahora aspira a volver a ser jugador internacional. Su trayectoria personal es ser la voz del mundo en desarrollo y de la lucha contra la pobreza y el hambre”, relató.

Tras citar que López Obrador indicó, al comenzar mandato, que su prioridad “era interna, que no pretendía hacer muchos viajes internacionales ni interferiría en las realidades de otros países, bajo la justificación del principio de soberanía y no injerencia”, Abrao concedió dos éxitos a la política externa mexicana.

Como presidente temporal —de enero de 2020 a enero de 2002— de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que funciona sin EU ni Canadá, México “logró recuperar la importancia” de ese foro, y fue “protagonista importante” en los diálogos entre la oposición y el oficialismo en Venezuela sobre las próximas elecciones, señaló.

México “hizo todo esto a contrapelo” de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la política exterior de EU, por lo que “estos resultados son muy relevantes”, añadió.

No obstante, Prando reiteró que, sobre Venezuela, fue “fundamental recibir (Lula) con honores al presidente venezolano y, aun así, afirmar que la democracia es un concepto relativo, buscando, así, legitimar al régimen venezolano (y las) elecciones (en ese país). La vacilación de Lula es parte de su conducta como la de otros líderes: a veces lo hace bien, a veces se equivoca”.

Sur y norte

A juicio de Abrao, “Brasil es uno de los grandes países del sur global y tiene la ventaja geográfica de poder liderar, desde este lugar, a la mayoría de los países pobres. México me parece más orientado a ser parte del norte global y, desde ese lugar, es más difícil destacar entre las llamadas naciones centrales”.

Tras lamentar que el gobierno de Bolsonaro “ha representado un fiasco para Brasil en el ámbito internacional”, describió que “el país ha sido desacreditado y Bolsonaro ha desmoralizado nuestra política exterior. Su alineación con la extrema derecha anti—globalista y nacionalista ha causado mucho daño económico y diplomático al país”.

Pero en el mapa resaltó también Colombia, defendida en 2022 por el presidente de EU, Joe Biden, como “la piedra angular de la política estadounidense en América Latina y el Caribe”.

Colombia es el principal productor mundial de cocaína y como socio global, sin ser miembro pleno, único país latinoamericano asociado a la Organización del Tratado del Atlántico (OTAN) y, desde mayo de 2022, Aliado Principal No Miembro de la OTAN, rango que Argentina obtuvo en 1998 y Brasil en 2019.

Son las realidades de México y Brasil en el “ring” diplomático americano.

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