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Kabul.— En una manifestación inédita desde que los talibanes tomaron el poder el pasado 15 de agosto, decenas de mujeres protestaron ayer en el oeste del país para pedir a los islamistas que les devuelvan sus derechos y les tengan en cuenta a la hora de participar en el futuro gobierno de Afganistán.
La protesta, que se prolongó durante horas en la ciudad de Herat, fue organizada por empleadas del gobierno y activistas por los derechos de las mujeres, un desafío insólito a los islamistas desde su arrolladora llegada al poder, a pesar de que han asegurado que permitirán el trabajo femenino dentro de los límites del islam.
Las manifestantes reclamaron su participación en política y el derecho al trabajo y a la educación, teniendo muchas en mente el régimen talibán entre 1996 y 2001, cuando las mujeres fueron recluidas en el interior del hogar y se les prohibió estudiar.
“Es nuestro deber tener educación, trabajo y seguridad”, corearon al unísono las manifestantes, algunas de las cuales llevaban pancartas apelando al respeto de los derechos de las mujeres.
“No tenemos miedo, estamos unidas”, gritaron, sin ser interrumpidas por los islamistas.
“Un gobierno sin la presencia de mujeres no durará y no será estable. No aceptamos un gobierno sin la participación de las mujeres y nos opondremos a él”, dijo Basira Taheri, activista por los derechos de la mujer y organizadora del evento.
“Estamos dispuestas a llevar burka si nos dicen que lo hagamos, pero queremos que las mujeres puedan ir a la escuela y puedan trabajar”, explicó Fareshta Taheri, artista y fotógrafa. “De momento, la mayoría de las mujeres que trabajan en Herat están en sus casas, con miedo e incertidumbre”.
“Cuando las mujeres están ausentes en las reuniones de toma de decisiones, ¿cómo podemos tener esperanzas de la presencia de mujeres en los gobiernos del futuro?”, se preguntó Basira Taheri. Desafiante, la activista aseguró que no será la última protesta, y que mujeres de otras provincias afganas ya la han contactado para repetir más manifestaciones en los próximos días y mostrar así su determinación hacia un futuro femenino con derechos.
“Hay conversaciones para formar un gobierno, pero [los talibanes] no hablan de la participación de mujeres”, comentó Basira Taheri. “Ni siquiera en la ciudad se ve a muchas mujeres”, indicó Mariam Ebram.
Los talibanes continúan dándole vueltas a su futuro gobierno, sobre todo en lo que se refiere a su liderazgo, un esfuerzo que se aceleró tras la salida en la noche del pasado lunes del último avión de las fuerzas estadounidenses, con la única certeza por ahora de que estará basado en la ley islámica.
Existen versiones de que el mulá Abdul Ghani Baradar, cofundador de los talibanes y jefe de la oficina política de los insurgentes en Qatar, pueda ser el próximo presidente de Afganistán, y que el actual líder de los talibanes, el mulá Hibatullah Akhundzada, estará por encima como una especie de líder espiritual supremo del país.
El nuevo gobierno afgano deberá reconstruir una economía devastada por dos décadas de guerra y dependiente de la ayuda internacional, en gran medida congelada tras la toma del poder por los talibanes. En las calles de Kabul, es la gran preocupación.
Las colas frente a los bancos recorren decenas de metros en eternas esperas durante horas, con límites de retirada de dinero de hasta 200 dólares semanales, mientras los precios de los alimentos y otros productos se disparan por la escasez y la alta demanda. En este panorama, muchos se lanzaron ayer a las redes sociales para celebrar la positiva noticia, de que la firma de pagos globales Western Union reanudó sus servicios de transferencia de dinero a Afganistán.
Los talibanes deben encontrar urgentemente fondos para pagar sueldos de funcionarios y mantener en estado de funcionamiento las infraestructuras vitales (agua, electricidad y comunicaciones). Una de sus prioridades será el funcionamiento del aeropuerto de Kabul, esencial para que llegue el apoyo médico y humanitario que necesita el país.
Un portavoz de los talibanes indicó este viernes que China prometió mantener abierta su embajada en Afganistán y aumentar su ayuda al país.
Abdul Salam Hanafi, miembro del buró político del grupo islamista en Doha, en Qatar, “sostuvo conversaciones con Wu Jianghao, ministro adjunto de Relaciones Exteriores de la República Popular de China”, anunció en Twitter el portavoz, Suhail Shaheen. “El ministro adjunto chino aseguró que mantendrán su embajada en Kabul, y que nuestras relaciones mejorarán. (...) China continuará y aumentará su ayuda humanitaria, en particular para el tratamiento del Covid-19”, agregó.