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El supermercado Walmart donde ocurrió la masacre que dejó al menos 22 muertos en la ciudad estadounidense de El Paso era el sitio al que Mayra Montelongo solía ir con su niña cuando estaban aburridas.
Paseaban por los pasillos, viendo la mercancía o quizá comprando un helado para llevar de vuelta al apartamento, ubicado a pocas cuadras.
Ahora el edificio, clausurado y rodeado de patrullas, es una amarga estampa de muerte.
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Montelongo pone un pequeño ramo de flores sobre un altar que honra la memoria de las víctimas, de las cuales al menos ocho son de nacionalidad mexicana.
"Esta ciudad es tan tranquila... esto nos desubica. Buscamos una vida mejor, más segura.No queremos que aquí se ponga igual que Juárez", dice Montelongo, mexicana del estado de Chihuahua.
Pese a que solamente las separa el Río Bravo, El Paso ha gozado de la reputación de ser una de las ciudades más seguras de Estados Unidos en los últimos años, mientras que Ciudad Juárez figura en listados como una de las ciudades más violentas de México.
Quienes transitan entre ambas ciudades de manera frecuente, como Montelongo, sienten un temor doble desde el sábado.
"Duele todo esto, porque es gente como yo", dice la residente, que se mudó a El Paso con su familia hace tres años.
Clarissa Hernández, quien con honra se presenta como una ciudadana de El Paso, mira el edificio como si mirase una foto vieja de un familiar querido.
"Es increíble pensar que por tener cierto color de piel u origen puedas ser un objetivo", dice la mujer de 33 años que desde temprano estuvo regalando agua a quienes visitan el altar.
En un manifiesto publicado en internet y atribuido al atacante, Patrick Crusius, el joven de 21 años habló de "deshacerse de inmigrantes" para que la vida fuese mejor en Estados Unidos.
"A mi hija le dispararon tres veces"
El pastor cristiano Michael Grady lleva dos noches en el hospital esperando a que su hija Michelle salga con vida de los tres balazos que recibió en el tiroteo.
La víctima, de 33 años, logró llamar por teléfono a su madre para avisarle que le habían disparado, pese a tener heridas en la espalda, la mano y el talón.
Su familia ya la ha visto pasar por dos cirugías y dicen estar apegándose a sus oraciones para sobrellevar la tragedia.
La tristeza, sin embargo, viene acompañada de rabia para Grady.
"La retórica que viene de los más altos niveles del gobierno ha creado un ambiente de intolerancia", dice. "Cuando usas términos como 'invasión' o expresiones como 'vuelve al lugar de donde viniste'...".
El líder religioso se refiere a declaraciones recientes de Donald Trump, que han sido señaladas como racistas y divisorias.
Este lunes, sin embargo, el presidente estadounidense urgió al país a condenar "con una sola voz el racismo, el fanatismo y el supremacismo blanco".
"Estas matanzas bárbaras son un ataque contra una nación y un crimen contra toda la humanidad (...). "Estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio no tiene lugar en Estados Unidos", dijo Trump.
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Todo el peso de la ley caerá sobre Crusius, dijeron los fiscales, que pedirán la pena de muerte para el joven. Pero esto no soluciona las cosas, advierte Grady.
"Seguirán intentando estos ataques para obtener notoriedad. La pena de muerte no va a hacer de nuestro país un sitio más seguro", agrega.
"Si hubiese tenido un arma, lo habría detenido"
En uno de los estados más entusiastas del porte legal de armas, se oye poco el pedido de restringir su uso tras la matanza que sacudió a El Paso.
Gilberto "Tito" Anchondo perdió a su hermano Andre de 23 años y a su cuñada Jordan en el tiroteo. Solo sobrevivió su bebé de dos meses.
Desde el taller mecánico que tiene su familia desde hace 39 años, Anchondo lamenta que no estuviese alguien armado que le hiciera frente al atacante.
Anchondo afirma que su hermano intentó detener al atacante, según le han contado testigos, pero su esfuerzo fue inútil y a cambio recibió disparos letales.
Tanto Anchondo como otros residentes y afectados por la matanza ven al atacante como una persona "con muchos problemas mentales".
"No se trata de abolir la segunda enmienda de la Constitución, que protege el derecho a portar armas. Lo que queremos es mayores controles para estos locos", señaló Roy Mancera, portavoz de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos.
De vuelta al Walmart, los autos que quedan en el estacionamiento y que no han podido moverse por estar en una escena del crimen son un recordatorio de lo que alguna vez fue un día normal.
Ahora, en el altar, un mensaje con letra infantil en una pequeña hoja de papel dice: "Queridas personas que murieron, siempre serán recordadas. Las amamos".
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