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Washington.— Como ya hizo en ocasiones anteriores, el presidente estadounidense, Donald Trump, usó el púlpito de Naciones Unidas (ONU), epítome del multilateralismo, para defender sus posiciones aislacionistas, ultranacionalistas y antiinmigrantes. “Proteger la frontera” se ha convertido en algo primordial para Trump y en un mensaje fundamental para alimentar a su base electoral, la misma que debe llevarlo a la reelección en 2020. En la ONU, ayer trató de convencer a sus homólogos de la necesidad de limitar la migración.
“Hay una industria creciente de activistas radicales y ONG que promueven el tráfico humano”, acusó el republicano, al culpar de la inmigración a organizaciones en lugar de a las condiciones que provocan el exilio de los refugiados. “Estos grupos animan a la migración ilegal y piden que se borren las fronteras nacionales. Tengo un mensaje para estos activistas de fronteras abiertas que se esconden en la retórica de la justicia social: sus políticas no son justas, son crueles y malvadas. Están empoderando a organizaciones criminales que abusan de hombres, mujeres y niños inocentes”, dijo el mandatario de Estados Unidos.
Escudado en la necesidad de combatir el tráfico humano, Trump aprovechó para hacer una defensa acérrima del cierre de fronteras por “seguridad nacional”, y prometió a los migrantes indocumentados que traten de llegar a territorio estadounidense que “no se les permitirá entrar: serán devueltos a su casa pronto”.
Las palabras de Trump llegaron un día después de la confirmación por parte de su administración de que las deportaciones y expulsiones se van a acelerar, especialmente para ciudadanos centroamericanos, a partir del próximo mes. “La migración ilegal masiva es injusta, insegura e insostenible”, sentenció Trump, quien se atrevió a aconsejar a los migrantes que “no paguen a coyotes ni se pongan en peligro” en vano.
Además, Trump expresó públicamente su agradecimiento a México por su labor de control de la migración, que ha hecho reducir la cifra de indocumentados que cruzan la frontera en más de 50% en los últimos cuatro meses. “Quiero agradecer al presidente [Andrés Manuel] López Obrador de México por la gran colaboración que estamos recibiendo”, dijo. “México nos está mostrando mucho respeto y yo los respeto, de vuelta”, añadió el presidente, al felicitarse de haber forzado una “acción sin precedentes” para atajar el problema migratorio.
La política migratoria de la Casa Blanca encaja en parte con la ideología ultranacionalista que domina su gobierno, de ataque constante al multilateralismo, justo en unas Naciones Unidas que podrían considerarse el adalid de la cooperación mundial. “El futuro no pertenece a los globalistas, el futuro pertenece a los patriotas”, sentenció Trump, en una arenga que fue secundada punto por punto por el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien le precedió en el púlpito de la ONU con una retórica similar y que no desentonó con el apodo de “Trump del trópico” que se le impone.
En un discurso de más de 35 minutos, excesivamente falto de energía e insulso, Trump aprovechó para marcar su línea dura contra Irán, su enemigo público número uno por el momento, aunque dejó alguna puerta abierta a la negociación y distensión tras los ataques a refinerías sauditas de hace un par de semanas.
Para ello, exigió la unidad mundial contra el país asiático. “Todas las naciones tienen el deber de actuar. Ningún gobierno responsable debería satisfacer el deseo de sangre de Irán”, dijo. Si Teherán no cambia su comportamiento, añadió, su gobierno seguirá con la presión de las sanciones económicas.