Alotenango, Guatemala.— Entre el llanto y el coraje, familiares sepultaron ayer en el panteón de este municipio a María Magdalena Zelada Soto y a Maritza Ramos, ambas de 72 años, muertas el pasado domingo al ser alcanzadas por el material piroclástico que arrojó el Volcán de Fuego al hacer erupción.

Hugo Frank Dávila Ramos, de 18 años, relata que ni Maritza, su madre, ni el resto de los pobladores del caserío San Miguel Los Lotes —que casi quedó destruido—, sabían qué hacer durante la erupción porque ninguna autoridad les indicó los protocolos de evacuación, pese a vivir en las faldas del volcán. “Mi madre corría como loca de un lado para otro, al igual que el resto de las personas, la quise detener, pero no pude, corrió hacia el callejón”, señala Frank. Ella quedó atrapada entre el flujo piroclástico lanzado por el volcán.

“Logramos salir por el monte”, añade el joven ante el féretro de su madre, velada en el parque de Alotenango. Frank dice que desde que tiene uso de memoria, el volcán solía retumbar y arrojar lava, pero en menor cantidad.

“No nos esperábamos todo el material que iba a arrojar”, afirma Frank. Con coraje señala que las autoridades de la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (Conred) nunca alertaron que debían evacuar la zona y cuando lo hicieron era tarde, porque el material piroclástico descendía de forma rápida hacia la comunidad: “Traía fuego con piedras y venía sonando por el callejón”.

Élver Vitelio Morales, de 35 años, hijo de María Magdalena, cree que si la Conred hubiera avisado con tiempo, muchas personas de la comunidad Las Lajas —también a las faldas del volcán—hoy estarían vivas. Las autoridades le contaron que su madre logró salir de su casa, pero que su cuerpo fue hallado cerca de la carretera.

“Las autoridades nunca nos explicaron qué hacer en caso de una posible erupción del Volcán de Fuego. Ni simulacros, ni rutas de evacuación. Nunca alertaron nada”, acusa. Su padre y tres sobrinos aún están enterrados bajo las cenizas calientes y demás materiales que arrojó el volcán.

María del Rosario García Don Diego, de 25 años, madre de tres menores de siete y cinco años, y una bebé de 50 días de nacida, dice que tenía más de 13 años de vivir en El Porvenir y que durante ese tiempo ninguna autoridad le explicó qué hacer en caso de una emergencia. Tampoco, agrega, “hay señal de nada, ni de salidas de emergencia”. El domingo en la mañana, cuenta, “se escuchaban retumbos, como a las nueve o 10; salimos porque las autoridades nos decían que había peligro, pero eran como las 12 del día”. Hoy, ella y su familia están en un albergue temporal.

Con tristeza, explica que en San Miguel Los Lotes quedaron sepultados, entre las cenizas y material piroclástico, 12 de sus familiares. Su prima Gloria, de 21 años, subraya: “No hicimos eso del simulacro por el volcán. Nadie nos avisó cómo salir”.

Hilaria y su hija Blanca Nieves Reyes, de 36 años, reclaman a las autoridades que nunca les avisaran de las alertas de emergencia. “¿Semáforos? Nunca nos dijeron si había alerta verde, naranja o roja; entonces, sabríamos en qué tipo de riesgo nos encontrábamos para decidir qué hacer”, dice Blanca, de la colonia San Miguel Los Lotes. “Si las autoridades hubieran emitido alguna alerta a tiempo, la comunidad se hubiera salvado”. Ahora, la mitad de los pobladores están muertos. La madre de Hilaria, Silveria, de 75 años, está reportada como desaparecida.

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