Nir Oz.— Nir Oz es el kibutz donde fueron secuestrados y asesinados cientos de israelíes hace más de un año, el 7 de octubre por milicianos del grupo islamista Hamas. Todavía ahora, a más de 365 días, se escuchan explosiones que el mayor Roni Kaplán, portavoz del ejército israelí, atribuye a una operación cercana en la Franja de Gaza; recuerda que este es “uno de los cuatro puntos donde hubo masacre”, una que aún sigue presente y es mostrada en un recorrido a un grupo de periodistas latinoamericanos y de España, incluido .

El kibutz, que es una unidad habitacional en la que hay decenas de casas del mismo tamaño, vegetación y animales, sobre todo perros y gatos, fue escenario de la barbarie. Situado en el sur de Israel, en el desierto del Néguev, al noroeste, entre Maguen y Nirim y a unos 10 kilómetros del enclave palestino, recibe a este medio.

Para entrar al kibutz se abre una gran verja amarilla custodiada por soldados, vigilancia que estuvo ausente el día de la matanza. El mayor Kaplán recibe a los reporteros y les da un recorrido por la destrucción, entre la que hay decenas de historias de secuestros y muertes de ancianos, de periodistas israelíes cautivos, y de familias desaparecidas, incluidos bebés desde nueve meses al menos al momento de su secuestro, hasta tres años.

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En la entrada trasera hay unos contenedores, de al menos dos metros y medio de altura, quemados, que fueron testigos de las explosiones, de las granadas que arrojó el grupo islamista Hamas en 2023. Foto: Especial
En la entrada trasera hay unos contenedores, de al menos dos metros y medio de altura, quemados, que fueron testigos de las explosiones, de las granadas que arrojó el grupo islamista Hamas en 2023. Foto: Especial

El portavoz del ejército se posa enfrente de una gran valla metálica, de más de dos metros de altura, que arriba tiene púas: “Por aquí entraron los terroristas”, afirma.

En esta entrada trasera hay unos contenedores, de al menos dos metros y medio de altura, quemados, que fueron testigos de las explosiones, de las granadas que arrojó el grupo islamista en 2023; sobre la infraestructura crece nueva vegetación, pero a su alrededor aún hay plantas marchitas, sin vida. Y al fondo están las casas, llenas de historias que dieron inicio a la más reciente guerra en Tierra Santa, que ha dejado más de 42 mil palestinos muertos tras la incursión de Hamas, que cobró la vida de mil 200 israelíes.

"Si cae un cohete, nos tiramos al piso"

El mayor Kaplán da instrucciones precisas a los comunicadores visitantes, sobre todo teniendo en cuenta que las operaciones militares contra Hamas se realizan a escasos kilómetros: “El pueblo que está enfrente, pasando el campo de papas, es el de Abasán (...) donde nuestras fuerzas están luchando ahora, es decir, está del lado oeste, y del otro lado, está la zona de Al-mawasi, zona humanitaria en la Franja de Gaza, donde está gran parte de la población”, afirma.

“Lo que escuchan es un dron y artillería. Por lo general no tenemos la caída de un cohete porque Hamas está bastante diezmado, lo tenemos controlado. Pero lo que les voy a pedir es que si cae un cohete, nos tiremos al piso y nos pongamos las manos en la cabeza, las esquirlas pican; hay que tener la mayor cantidad del cuerpo en el piso”.

"Llegaron a ser 300 terroristas"

El mayor Kaplán inicia el relato de la masacre, antes del recorrido por la destrucción de las casas: “Por este portón entraron a eso de las 6:20 de la mañana, el 7 de octubre, hace casi un año, 90 terroristas, camionetas Toyota, con explosivos, con bazucas y todo tipo de armamentos, muchos Kalashnikov y muchas cajas de balas y muchos entraron con motocicletas”, describe.

Menciona que también entraron por cuatro puntos del kibutz. “El jefe de seguridad de respuesta rápida vivía a unos 100 metros y a él fueron primero y eliminaron primero, porque tenían un plan concreto”.

Añade que “en este kibutz de las 417 personas que vivían aquí, antes del 7 de octubre, 117 personas fueron asesinadas o secuestradas, un 28%, más de una de cuatro personas (...) La masacre en realidad se dio en 30 puntos, los terroristas cruzaron por 35 puntos, pero los sitios donde hubo masacre fueron cuatro. Este es uno, la fiesta Nova es otro, el kibutz de Kfar es otro y el kibutz Be’eri es un cuarto punto”.

El mayor Kaplán recuerda que en todos los espacios se encontraron con decenas de cuerpos de terroristas tras la masacre, pero “en éste sólo vimos dos, uno que estaba entre los arbustos, que para mí se lo olvidaron y otro era muy muy grande, más de dos metros, que seguramente no se lo pudieron llevar. Todo el resto, lograron llevarse sus propios cuerpos. El día 7 de octubre hubo aquí 300 terroristas, según la gente del kibutz. En total, había 900 personas, 600 eran civiles, la mayoría de Al-mawasan, cruzaron por acá, y otros 300 terroristas”. Al finalizar la narración y tras cuestionar si hay dudas, el mayor Kaplán comienza el recorrido.

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El mayor Roni Kaplán, portavoz del ejército israelí, enfrente de una gran valla metálica, de más de dos metros de altura, que arriba tiene púas. Foto: Especial
El mayor Roni Kaplán, portavoz del ejército israelí, enfrente de una gran valla metálica, de más de dos metros de altura, que arriba tiene púas. Foto: Especial

“Aquí le gustaba ver el atardecer”

Una de las primeras casas destrozadas, en este espacio al sur del kibutz, es el de Miri y Amitai Ben Zvi. Una placa conmemorativa muestra cómo era la casa y al fondo se ve la destrucción, del hogar que estaba pintado de blanco.

“Amitai fue asesinado en este mamad —una habitación dentro de una casa que a veces también se usa como dormitorio— el 7 de octubre de 2023. El mamad era su lugar favorito para ver el atardecer”, se lee en la placa. Alrededor de esta primera casa hay maleza quemada, tierra, estantes vacíos y otros rotos, incluso se ven cajones abandonados y encima un pequeño juguete, una ambulancia, llena de tierra.

“Creo que está vivo”

El mayor Kaplán invita a los periodistas a la casa de Oded Lifshitz, periodista israelí que fue secuestrado. Se le pregunta si cree que está vivo y responde: “Sí, pensamos que sí”. Adentro hay puros escombros, donde no se distingue qué había antes.

“Vivía acá junto a su esposa”, comienza a narrar el mayor Kaplán, pero se corrige al instante: “Vive acá junto a su esposa. Son de los fundadores de este kibutz. Los kibutz se establecieron acá para hacer una sociedad justa, socialista”. Dentro de la casa destrozada, el portavoz del ejército destaca que Oded “sobre todo, es una persona pacifista”.

Kaplán narra cómo Oded y su esposa se encerraron en el refugio, “pero los terroristas o disparan al refugio y lograban abrir la puerta y si no, comenzaban a incinerar la casa, ¿cómo?, a través del gas. Aquí el agua se calienta con gas, llenaban la casa con gas y solamente con un fósforo podían incinerar toda la casa. Ahí era cuando la gente comenzaba a salir de sus refugios y las secuestraban. A ellos dos se los llevaron juntos, un señor de 83 años y su esposa de 85”.

Escenas del horror

El recorrido sigue con decenas de casas, que afuera tienen marcas, las que simbolizan que pueden ser habitadas y otras fechas que dan cuenta de cuándo se terminó una inspección. En la visita también se menciona a las decenas de secuestrados, entre las que hay familias enteras, hermanos, abuelos y niñas.

Dentro de los hogares hay sangre seca alrededor de camas donde fueron capturadas personas mayores. En medio del recorrido, el mayor Kaplán menciona a otra familia que fue secuestrada, entre las que están Emma y Yuli Cunio, de tres años, ese día también estaban otros integrantes de la familia.

Danielle Aloni, de 44 años, y su hija Emilia, de cinco, fueron de visita a casa de los Cunio. Ahí residía su hermana y tía, Sharon Aloni Cunio, 34 años, junto a su marido David Cunio, 34, y sus dos hijas pequeñas, las gemelas Yuly y Emma Cunio de tan sólo tres años. “Los seis fueron secuestrados. Lo que hacen los terroristas es cortar un caño del gas, incineran la casa (...) Salieron todos de la casa y se los llevaron”. Danielle, Emilia, Sharon y las pequeñas Emma y Yuli formaron parte de la tanda de civiles israelíes liberados por Hamas; David y Ariel, no.

El portavoz del ejército también menciona que en “este kibutz había muchas familias argentinas”. Añade que el presidente Javier Milei visitó esta zona.

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En las casas está la huella seca de la matanza, con rastros de sangre en las habitaciones que servían de refugio. Foto: Especial
En las casas está la huella seca de la matanza, con rastros de sangre en las habitaciones que servían de refugio. Foto: Especial

En cada casa se ve el desorden, los estantes quemados, pero llenos de libros; en algunos hogares también está la huella de la matanza, con sangre seca en las habitaciones que a su vez servían de refugio para los que fueron secuestrados.

En medio del recorrido también se muestra la casa de Shiri, Yarden Bibas y sus pequeños hijos Kfir, de nueve meses, y Ariel. “Kfir Bibas es un chico que está viviendo más tiempo en la Franja de Gaza que el tiempo que estuvo en este kibutz. Uno se pregunta, ¿quién secuestra a un bebé de nueve meses?”, cuestiona el mayor Kaplán. Afuera de esta casa describe que se ven impactos de bala: de uno a 15; sin embargo, los terroristas no lograron tirar la puerta principal y entraron al apoyarse con un sillón que estaba afuera en el porche.

"Este kibutz va a renacer"

Afuera de una de las casas está un árbol de granadas, que el mayor Kaplán describe como “el símbolo que vamos a poner en la fiesta del Rosh Hashana, del Año Nuevo Judío. Simboliza la fertilidad y el renacimiento (...) En invierno se caen y después comienzan a crecer y fíjense cómo es la naturaleza que ha renacido, así como va renacer este kibutz, en el momento en que termine la guerra”.

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