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La Amazonía colombiana es muy extensa, muy tupida y muy agreste. Por eso mismo es una de las áreas más biodiversas y menos pobladas del país.
Fue allí donde el pasado 1 de mayo ocurrió el accidente de la avioneta en la que perdieron la vida tres adultos y sobrevivieron cuatro niños de 14, 9, 4 y un año de edad, quienes estuvieron internados en la selva por 40 días.
Ese accidente y el posterior rescate de los menores, puso la lupa sobre una región remota, habitada por comunidades que han vivido históricamente aisladas de los centros de poder.
BBC Mundo habló con conocedores y habitantes de la región para entender cómo es y quienes habitan ese inmenso y complejo territorio.
La Amazonía
En Colombia se conoce como Amazonía a una región compuesta por seis departamentos del sur del país: Amazonas, Caquetá, Guainía, Guaviare, Putumayo y Vaupés.
Según el último censo de población, realizado en 2018, en los seis departamentos habitan 335.260 mil personas de las más de 48 millones que tiene Colombia. Alrededor del 20% son indígenas.
"Según la última consultoría que hicimos, hay 67 pueblos indígenas y más de 1.300 comunidades en la Amazonía", afirma Edwin Paky, delegado del Consejo Regional Indígena del Medio Amazonas, CRIMA.
Paky, quien es ingeniero agrónomo originario del pueblo Muinane, explica que en la región hay 212 resguardos indígenas. El más grande se llama Predio Putumayo y cuenta con casi 6 millones de hectáreas.
"En el resguardo habitan 122.186 personas y en su mayoría se encuentran en los departamentos del Amazonas (19,7%) y Putumayo (17,7%)", explica Henry Negedeka Gifichiu, secretario de la Comisión Técnica de Salud Intercultural del departamento del Amazonas
En este territorio el transporte es muy precario, la mayoría de habitantes se movilizan a pie por caminos tradicionales que es como le llaman a las trochas hechas por las mismas comunidades.
Pero para distancias más largas usan los ríos. Los más grandes son el Caquetá, el Putumayo y el Amazonas. Pueden tardar días en llegar de un centro poblado a otro navegando.
"Allí hay mucha dispersión geográfica de las comunidades y sus asentamientos son distantes. La mayoría de las poblaciones están a la orilla de los ríos más importantes", explica Jhon Moreno, abogado originario del pueblo Guanano y conocedor de la zona.
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El reto de conectar los territorios
El medio de transporte fluvial más común es la canoa de madera con un motor pequeño al que se le conoce como "peque peque".
No es una solución económica, cada motor puede costar unos 2 millones de pesos colombianos (casi US$500), pero muchas familias ahorran de la venta de pescado para conseguirlo.
Luego deben pensar en el costo de la gasolina y el aceite lubricante.
En las poblaciones rurales de la Amazonía es común encontrar que en una tienda ofrezcan gasolina envasada con embudo para los "peque peque".
Para las distancias más cortas, aún hay quienes usan el tradicional remo de madera, pero también hay embarcaciones con motores más grandes, como la que usan algunos colegios de la zona para transportar a sus estudiantes diariamente.
La opción para salir a las ciudades cercanas y conectarse con el resto del país es el transporte aéreo. Esa también es la alternativa cuando hay emergencias médicas y se requiere un traslado a hospital. El problema es que es costoso y no es constante.
"Hay avionetas y aviones cargueros en su mayoría. Hay muchas pistas chiquiticas donde entran las avionetas, pero las pistas que no están en ciudades principales están en centros poblados como La Chorrera y Araracuara", explica Peki.
Son pistas más bien artesanales, están demarcadas y sin vegetación alrededor, pero no hay una infraestructura aeroportuaria. Solo está la pista y con suerte tiene alguna caseta al lado en donde la gente espera.
La venta de tiquetes es algo informal, por medio de alguna persona local que represente a la empresa que presta el servicio.
El Servicio Aéreo a Territorios Nacionales, Satena, la aerolínea comercial del Estado, ofrece un vuelo a la Chorrera desde Bogotá, pero sólo está disponible dos veces al mes.
Allí es común escuchar que: "la gente sabe cuando llega, pero no cuando puede irse" porque depende de las condiciones climáticas y de que haya suficiente gente o carga para que sea rentable enviar un avión.
En Araracuara, por ejemplo, los habitantes están acostumbrados a viajar en aviones de carga en medio de toneladas de pescado que sacan de la zona para comercializar en las ciudades.
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Araracuara y La Chorrera
Estos dos centros poblados son un buen ejemplo de las características de la zona y de la realidad de quienes la habitan.
La familia de los niños sobrevivientes del accidente en avioneta pertenece al pueblo Uitoto, originario de las comunidades aledañas a La Chorrera, un centro poblado ubicado a orillas del río Igara Paraná en el departamento del Amazonas.
Ese lugar pertenece al resguardo Predio Putumayo y lo habitan principalmente cuatro pueblos indígenas: Uitoto, Bora, Okaina y Muinane.
Además, es conocido históricamente por la explotación de la fiebre del caucho que ocurrió en el siglo XIX, pues allí se ubicó un centro de acopio y se vivió fuertemente la esclavitud y el exterminio indigena.
La familia de los niños indígenas, sin embargo, se desplazó de esa zona y se asentó hace varios años en otra comunidad más cerca de Araracuara, otro centro poblado ubicado entre el Caquetá y el Amazonas.
Fue de la pista de aterrizaje de ese lugar de donde salió la avioneta que se accidentó antes de llegar a San José del Guaviare.
Tanto La Chorrera como Araracuara tienen un acceso precario a los servicios básicos.
"El tema del acueducto es limitado, no hay el más mínimo indicio de proyectos sobre lo que llaman acceso al mínimo vital", explica Moreno.
Aunque en la Amazonía hay mucho recurso hídrico y se caracteriza por ser una zona con alta humedad, Moreno agrega que no hay un tratamiento adecuado de las aguas para consumo humano.
Afirma, además, que esto ha empeorado con la llegada de industrias extractivas que contaminan los ríos. Por ahora, la mayoría de la población usa la recolección de agua lluvia para su abastecimiento.
Sin luz eléctrica
En cuanto a la electricidad, es casi nula en las poblaciones más alejadas de los centros poblados. En La Chorrera y en un extremo de Araracuara tienen planta eléctrica de diesel, pero solo puede proveer energía de 11 de la mañana a 2 de la tarde y luego de 6 a 10 de la noche.
Hay un programa público para instalar paneles solares, pero su cobertura es aún incipiente. "En Araracuara la misma gente es la que ahorra y se compra su panel solar. Tienen que construirlo ellos mismos, comprar la batería y el inversor", cuenta Peki, quien creció en esa zona.
Como el "peque peque", el panel solar tampoco es económico. Según Peki todos los elementos pueden costar unos US$600.
Quienes logran instalarlo, pueden tener un televisor y opción para cargar aparatos como teléfonos móviles que son muy comunes en la zona. Puede decirse que la mayoría tiene acceso a alguno.
"Lo que no hay todavía son neveras en las casas de las familias. Aquí se ahuman y se deshidratan los alimentos para poder conservarlos", agrega.
En cuanto al acceso a salud y educación, también es precario. Hay escuelas y puestos de salud, pero la infraestructura es pobre y no cuenta con mantenimiento adecuado.
"No hay una política pública estable. Esas instituciones funcionan por la buena voluntad de los profesores y del personal de la salud que está comprometido con las comunidades", explicó Moreno.
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Regiones no intervenidas
En la Amazonía hay regiones inexploradas, sin habitantes, como en la que se estrelló la avioneta el mes pasado.
"Cayó en una zona donde nadie había pisado, cerca al Chiribiquete. Con una vegetación muy elevada de árboles muy grandes nunca tocados y nunca pisados. Con presencia de felinos, de insectos y de mucha lluvia. Es una zona tropical lejana", le contó a BBC Mundo Luis Acosta, coordinador de la Guardia Indígena nacional, quien estuvo dos semanas en el terreno buscando a los niños perdidos.
En esos territorios vírgenes se presume la presencia de los llamados PIAS: pueblos indígenas en aislamiento voluntario.
Moreno afirma que se tienen indicios, huellas y rastros de sitios en donde los PIAS han pernoctado. Y según Paki, algunas organizaciones han creado una especie de cerco para protegerlos, pues se han reportado actividades de minería ilegal cerca al Parque Nacional Río Puré, en donde se cree pueden encontrarse.
Eso es algo que llama la atención cuando se sobrevuela la zona, pues se ve como un tapete interminable de vegetación, sin potreros o rastros de colonización o habitación indígena.
Es una imagen que refuerza el imaginario que se tiene en las ciudades sobre la selva, en el que se piensa que en pleno 2023 la vida de todo el Amazonas sigue siendo primitiva.
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"La gente cree que en la Amazonia solo hay monte y animales. Que no existimos los indígenas y que si estamos allí, vivimos en guayuco (taparrabos).
"Pero hace mucho tiempo que no pasa eso. Tenemos acceso a la tecnología. Hay televisión, celulares, incluso hay acceso a internet", explica Peki.
Es un acceso muy limitado y precario que las comunidades combinan con los saberes y la cosmovisión indígena.
"Aquí nos criamos en la selva, todo el tiempo estamos en el campo. A veinte metros de nuestra casa ya está el monte y ahí conseguimos el alimento, la leña, todo", dice Peki.
"Nosotros desde pequeños navegamos en la naturaleza, pero pues tenemos un lugar seguro, una casa, al menos una hamaca para dormir", agrega reflexionando sobre los cuatro niños que lograron sobrevivir solos y lejos de su comunidad.
mcc