Madrid.
Los conflictos registrados a nivel mundial arrebatan la infancia a más de 420 millones de niños que viven en países asolados por los enfrentamientos armados y que en muchos casos se convierten en objetivos de guerra.
Cerca de la tercera parte de los menores afectados por los conflictos se localizan en las denominadas zonas de guerra de alta intensidad, que son aquellas en las que se producen más de mil muertes al año , según un reciente informe de Save The Children.
La organización humanitaria enfatiza que en los últimos 20 años nunca ha habido tantos niños en el mundo expuestos a los conflictos. Son 30 millones más que en 2016 , lo que significa que uno de cada cinco menores sufre directamente los estragos de las guerras que se libran cada vez más sin convenciones de ningún tipo.
“La infancia suele ser el colectivo más vulnerable ante cualquier situación directa de peligro o amenaza. Un conflicto bélico suele llevar aparejado la destrucción de infraestructuras sociales, como centros de salud, hospitales y escuelas ; pero también sanitarias . Todo esto suele redundar en unas peores condiciones ambientales que afectan al bienestar y crecimiento de esos niños en situación de riesgo extremo”, señala Esteban Lastra, coordinador de Infancia sin Fronteras.
Además de las dramáticas consecuencias que se derivan de cualquier conflicto bélico, los menores sufren ataques por parte de grupos armados y fuerzas militares que desprecian las leyes y los tratados promovidos en su momento por la Cruz Roja Internacional.
Sin reglas que mitiguen los destrozos de la guerra, las bajas entre la población infantil son muy superiores a las que se producen en las filas de los combatientes. El estudio de Save the Children revela que en las guerras actuales el saldo es de cinco niños asesinados por cada soldado muerto en combate.
Los 10 países en los que la infancia está siendo más castigada son Afganistán, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Irak, Mali, Nigeria, Somalia, Sudán del Sur, Siria y Yemen.
En este degradado escenario, no sólo las bombas o los fusiles provocan víctimas mortales. El bloqueo a la ayuda humanitaria se ha convertido en arma de guerra para minar al adversario, lo que deriva en que en países como Yemen más de 85 mil niños hayan muerto de hambre.
En las naciones más convulsionadas, al menos 870 mil personas han fallecido entre 2013 y 2017 por los daños colaterales de la guerra, como la desnutrición, las enfermedades o la falta de agua, saneamiento y atención sanitaria. De esta cifra global, 550 mil eran niños y niñas menores de cinco años, una media de 100 mil muertes al año, reseña Save the Children.
Si los padres son heridos o resultan muertos en conflicto, los niños sufren un impacto directo, lo que se suma a las restricciones para acceder a alimentos y medicamentos, y la falta de abastecimiento general, relatan los especialistas.
Estas carencias producen elevadas tasas de mortalidad asociada a malnutriciones severas y a enfermedades diarreicas y epidémicas.
Además, los conflictos interrumpen de manera abrupta el proceso educativo al destruir las escuelas o convertirlas en centros de refugio, lo que agrava el desamparo de los menores.
Alrededor de 75 millones de niños entre 3 y 18 años se encuentran sin escolarizar en 35 países afectados por distintos tipos de conflictos, según los organismos integrados en la Campaña Mundial por la Educación.
“Un colegio en un contexto de guerra es un espacio relativamente seguro, ya que además de la educación los niños encuentran protección frente a los peligros físicos que los rodean, como el abuso sexual, la explotación o el reclutamiento por parte de los grupos armados”, indica a EL UNIVERSAL Alejandro Zurita, responsable de Acción Humanitaria de Ayuda en Acción.
La escuela también significa estabilidad y contribuye a afrontar los traumas que pueden experimentar los menores a causa de los conflictos, resalta el experto luego de precisar que la ayuda destinada a educación sólo alcanza 2% del total de la cooperación humanitaria internacional.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas advierte de las seis violaciones más graves de los derechos de la infancia en países en guerra: el asesinato y la mutilación; el reclutamiento y la utilización de los niños como soldados; la violencia física y sexual; el secuestro; los ataques a centros educativos y hospitales y la denegación de acceso a la asistencia humanitaria.
La gran mayoría no consigue escapar. Según cifras de organismos internacionales, unos 17 millones de niños en edad escolar viven en países en conflicto como refugiados o desplazados, lo que equivale apenas a 4% del total de menores afectados a nivel planetario.
Frente a este sombrío panorama, los especialistas proponen medidas urgentes para paliar las carencias de la infancia en tiempos de guerra, aunque por el momento son las insuficiencias las que marcan la agenda de la cooperación internacional, más allá de la labor que las organizaciones humanitarias realizan sobre el terreno.
“Las necesidades de los niños en contextos de emergencia se pueden resumir en cuatro: protección, soporte sicosocial, asistencia y continuidad en la educación”, puntualiza el experto de Ayuda en Acción.
La educación no sólo es esencial para proteger a la infancia, normalizar la vida de los menores en contexto de conflicto y hacer efectiva la reconstrucción posterior; también es básica para promover una cultura de paz.
“Hay que destinar mayores fondos a la educación, específicamente para asegurar que no se interrumpa el proceso educativo de los niños, y que adquiera más peso en las estrategias y políticas de las agencias donantes, por lo que hay que redistribuir el presupuesto”, sostiene Alejandro Zurita.
"Sin poder adquirir conocimientos como la lectura y la escritura básicas, corren el riesgo [los niños] de perder su futuro y de no poder disfrutar la oportunidad de contribuir a sus economías y sociedades cuando se conviertan en personas adultas”, agrega la especialista de la Asociación Mundial para la Educación, Jo Bourne.
Otras recomendaciones de organizaciones humanitarias apuntan a la firma de la Declaración de Escuelas Seguras hasta el establecimiento de los 18 años como edad mínima para el reclutamiento militar, la prohibición del uso de armas explosivas en áreas pobladas o el endurecimiento de las condiciones para la venta de armas.
Como consecuencia de los conflictos los menores pierden también la oportunidad de realizar actividades lúdicas y creativas que sirven para completar su desarrollo, como jugar y divertirse, que son derechos fundamentales de la infancia.
En situaciones de guerra o violencia encubierta estas alternativas de ocio indispensables en la etapa de la niñez se ven reemplazadas por la vivencia de traumas difícilmente superables, advierten los expertos.