Miami.- Javier Morales, de 48 años de edad, y su hermano Martín, de 39, acababan de regresar a Estados Unidos de su pueblo natal Santa Catarina, enclavado en el estado de Oaxaca. Venían de una celebración religiosa; era el mes de marzo. Ambos llegaron a Nueva Jersey agitados, cansados, sintiéndose débiles, pero lo atribuían al viaje y al ajetreo de las fiestas.

Pasaron alrededor de 10 días y la salud de ambos empeoró. Martín se quedó en su departamento, pero Javier sí pidió ayuda en un hospital de Nueva Jersey . “Los médicos hicieron todos los esfuerzos a su alcance, pero mi tío se nos fue a los pocos días” dice a EL UNIVERSAL Melanie Cruz Morales, sobrina de los hermanos. Javier falleció el 6 de abril.

“No le queríamos decir nada a mi otro tío –Martin- porque también estaba luchando por recuperarse” comenta Melanie, “pero de alguna manera se enteró ese mismo día, creo que un amigo le dijo”. Javier y Martín eran más que hermanos, eran los mejores amigos . “Mi tío Martín no soportó la noticia” y falleció el 7 de abril, señala su sobrina.

Javier, 11 años mayor que Martín, dejó Santa Catarina en 1990 y emigró a Estados Unidos. Primero estuvo en California en la pizca hasta que otro oaxaqueño le platicó que se estaban abriendo oportunidades en otras ciudades de la Unión Americana y se fue entonces a Nueva Jersey , donde también trabajó manejando camiones de muebles y mudanzas, entre otras actividades. Se había casado y tenía una hija, quien se recibió se asistente médica.

Su hermano Martín lo seguía a todas partes, así que con sólo 17 años, llego a la Unión Americana y juntos comenzaron a apoyarse y a acompañarse.

En Estados Unidos, Javier ayudó a varios paisanos de su pueblo Santa Catarina para que pudieran llegar a Estados Unidos y quedarse a vivir el ‘sueño americano’. A nivel personal no le iba bien en su matrimonio. Se divorció y cuando falleció, estaba por volver a casarse, tras encontrar nuevamente el amor.

El dolor de la madre de Javier y Martín era doble. No sólo perdió a sus dos hijos, sino que ni siquiera pudo verlos ni despedirse.

“Lo único que mi abuelita quería era que sus cuerpos fueran llevados a su tierra -en Santa Catarina - para darles santa sepultura”.

Pero al tratarse de muertes por Covid-19, la repatriación se complicó. Cuando ya se habían superado las barreras de los gobiernos federales mexicano y estadounidense para que los ataúdes pudieran ser enviados a Santa Catarina, el gobierno de Oaxaca y sus regulaciones sanitarias impidieron seguir adelante con el trámite. Al final la familia de Javier y Martín decidieron cremarlos.

El otro reto fue conseguir los recursos económicos. “Me organicé con mi hermana para pedir por un lado apoyo al Consulado -General de México en Nueva York- y por otro lado, donativos económicos porque no teníamos nada de dinero en medio de esta pandemia que nos dejó sin trabajo y sin ahorros”, explica Melania.

“Estoy segura que muchas personas los han extrañado mucho y los van a seguir extrañando igual que nosotras” dice Melanie; “tenían muchos amigos y les gustaba salir a pasear juntos, con sus hijos. Es muy triste que se hayan ido así”.

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